LUNES. 22
Me topo con un aficionado al fútbol desde que tenía uso de
razón. Y la charla no decae en ningún momento. Un momento
que alcanza más de diez minutos de cháchara. Sin embargo, al
margen de tácticas, estrategias y cuestiones por el estilo,
me quedo con la denuncia que me hace en relación con los
servicios médicos de la Asociación Deportiva Ceuta. Dice mi
comunicante, a quien considero persona de crédito, que el
equipo local no cuenta con un médico que viva el partido en
el banquillo. Lo cual supone un hecho grave que puede
resultar fatídico cualquier día. Puede darse el caso,
incluso, que pidan por los altavoces la presencia de
cualquier profesional de la medicina y no haya ninguno entre
el público. De ser así, bien haría Felipe Escane, presidente
del equipo, en tomar las medidas oportunas si es cierto lo
que me han contado. De lo contrario, puede que esté tentando
a la suerte. Y ésta, sin duda, es veleidosa y merece, pues,
poca o ninguna confianza. Quien avisa...
Martes. 23
Yolanda Bel, cada día más puesta en su papel de portavoz del
Gobierno, salió a la palestra, el lunes, para decirnos que
la Ciudad ha sancionado a Endesa con una multa superior a
660.000 euros. Casi doce millones de pesetas, como nos ha
dicho la también consejera de Medio Ambiente. Y ello ha sido
posible porque los servicios técnicos y jurídicos de la
Consejería de Fomento ya se han pronunciado acerca de los
dos apagones sufridos por la ciudad el pasado año, durante
los días 25 de octubre y 1 de noviembre. Dos ‘ceros totales
de tensión’ lo llaman los técnicos. En principio, la noticia
ha sentado la mar de bien a los ciudadanos. Quienes,
mayoritariamente, desconfiaban de la decisión que pudieran
tomar las personas encargadas de meterle las cabras en el
corral a la poderosa central eléctrica. Ahora, pasada la
primera traba, los hay que aseguran que la parte sancionada
conseguirá por medio de los consiguientes subterfugios
eludir el pago de la multa. Se admiten apuestas.
Miércoles. 24
Fernando Jover llega al Parador de la Muralla y me encuentra
allí. Lo primero que hace es presentarme a Antonio López:
director del Centro Asociado de la UNED de Segovia. El cual
ha venido para impartir la lección inaugural del curso
2007-2008, que lleva por título El analfabetismo relacional:
perspectivas para el trabajo social en el siglo XXI. Nos
ponemos a pegar la hebra y en un santiamén me percato de que
AL es un conversador extraordinario con el que se puede
hablar de todo. El hablar nos cunde y a punto estoy de
aceptar la invitación de Jover para que me vaya a comer con
ellos. Pero recuerdo a tiempo que me es imposible. Por causa
ajena a mi voluntad. Eso sí, dado que Fernando me debe una
comida con Juan Antonio Ponferrada y Antonio Vallejo,
acordamos reunirnos un día de la semana próxima. Ah, Antonio
López no dejó de decirnos si éramos conscientes de que
vivíamos en una ciudad que está hecha un cromo. Se nota que
tiene buen gusto el director del Centro Asociado de la UNED
de Segovia.
Jueves. 25
El director del Hotel Parador de La Muralla, Jesús López, me
para y me dice que lo han destinado al Parador de Melilla.
En su cara se refleja la enorme contrariedad que le supone
el cambio. No puede disimular su disgusto al decirme que los
dictados de las empresas hay que asumirlos por poco que
gusten. Hay que ponerse en su lugar: lleva ya cinco años en
la ciudad y se siente un ceutí más. Se va dejando amigos,
modo de vida agradable y, por ello, no le hubiera importado
continuar en Ceuta durante muchos años más. Mientras me
estaba contando sus cuitas el ex director, se acerca otra
persona a quien me presenta como su sustituto. A éste,
además de saludarle, le deseo toda la suerte del mundo. Y,
desde luego, le pido que haga todo lo posible por recuperar
el prestigio que tuvo un día, de no hace tanto, la barra de
la cafetería. Jesús López, en un gesto que le honra, acertó
a decir que era un bien que él no había podido lograr. El
nuevo director se llama Pedro Fernández. Al cual le deseamos
toda la suerte que merece el Hotel Parador La Muralla.
Viernes. 26
Me doy una vuelta por la sala de estar del Hotel Tryp,
cuando la tarde acaba de comenzar. Hay un grupo de personas
conversando y una llama mi atención: es Salvador de la
Encina quien ha decidido hablar conmigo. Afable y con la
corrección que le caracteriza, el diputado socialista por
Cádiz volvió a decirme que suele leerme todos los días. Le
presto toda la atención posible a sus palabras y cuando me
toca intervenir le respondo con tanta claridad como me
permiten las circunstancias. Testigo de nuestro charlar es
Enrique Moya. De quien diré, pues justicia obliga, que
mantuvo una postura digna de encomio. A pesar de haber sido
fustigado por mí, en ocasiones, a raíz de sus actuaciones
como jefe de campaña electoral, aguantó el momento con la
sonrisa en la boca y presta la educación. Unos pasos alejada
de nosotros se hallaba Inmaculada Ramírez, diputada y
portavoz de su partido en la Asamblea de la Ciudad,
mirándome con la inquina consiguiente. Se le notaba que
todavía no era la hora del posado. Esta mujer debe aprender
que estar en política exige habilidad y saber estar. Todavía
está a tiempo de conseguir ambas cosas.
Sábado. 27
Comparto tertulia con unos conocidos, algo habitual los
sábados, y van surgiendo asuntos a los que poder sacarle
punta. El primero es el enfrentamiento entre Juan Vivas y
Mohamed Alí en el último pleno. Y todos opinamos al
respecto. Ya que lo que es normal en un pleno y en cualquier
ciudad, aquí se convierte en algo especial debido al
carácter apacible a que nos tiene acostumbrado el presidente
de la Ciudad. Yo soy del parecer que JV estaba ya muy
quemado, últimamente, por los continuos derrotes que había
recibido por parte de quienes quieren una Televisión Digital
Terrestre a toda costa. Y en cuanto que Mohamed Alí, también
con el espíritu sin serenar al ver que su clientelismo le
está retirando su confianza, dijo lo más mínimo con los
modos encendidos, consiguió del presidente una respuesta
iracunda y nunca esperada por la concurrencia. Nada grave,
por supuesto. Yo lo considero un simple rifirrafe de
apreciaciones que ha de producirse más a menudo en las
sesiones plenarias, para que los asistentes dejen de
bostezar sin ni siquiera cubrirse la boca del aburrimiento
cantado.
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