Ya ha cambiado la hora. Dormiremos
sesenta minutos más y disfrutaremos, al caer la tarde, de
una oscuridad temprana, con olor a castañas asadas y a Día
de los Difuntos. “Tempus fugit” anunciaban los viejos
carillones y digo yo que huirá para otros, porque lo que es
para servidora, que arrastra una vida llena de penalidades,
el tiempo pasa con sádica lentitud. Decía el sabio Asimos
“¿Para que nacer para sufrir y morir?”. Demasiado nihilista
para la moral de los creyentes. Y digo “creyentes”
englobando a todo aquel que, tras haber estudiado en el
libro de la Educación y de la Vergüenza, ha sido encima
afortunado con el bonoloto de la Creación, que es el don
mágico de la fe. ¡Pasón de suerte! Mejor que si resultas
agraciado y te toca el calvo de la lotería de Navidad.
Los de los telediarios dan la noticia del cambio de la hora
con expresión meliflua y diciendo algo tan interesante y
novedoso como “no se olviden de adelantar sus relojes”. Eso
sí, inmediatamente antes han recitado que, el paro se ha
incrementado en treinta y seis mil desesperados, que no
desempleados, más con expresión neutra. Resignados. Como si
la evidencia de que no vamos a estar eternamente chupando de
la teta de los logros económicos de los Gobiernos de Aznar,
con rato a la batuta, fuera algo tan inexorable como el
“tempus fugit”. Que lo es. Y discutimos de la hora de más
porque, cualquier novedad es bien recibida en la España que
echa la siesta informada por los jurisconsultos del Tomate
sobre la marcha de la Malaya. Que ya no interesa, porque ha
llegado Oscar el Juez y ha puesto firme al lucero del alba,
porque ese no quiere ser portada de nada, ni avisar a la
prensa de la casquería cuando detiene a una adolescente por
ser “hija de…” para machacar al padre, ni a folklóricas en
chándal, para luego dejar que se filtre la foto de la cara
descompuesta de su ficha policial. Oscar el Juez es un
señor. Y los malayos se han desinflado, para dar paso a los
rifirrafes de la ley de la Memoria Histórica, ese vil
invento que busca enfrentar a los españoles, setenta años
después.
Cambia la hora. Y se polemiza con las prohibiciones de
símbolos. ¡Que trágica torpeza la del ZP! Utilizar como
cortina de humo a los descansados en las cunetas y tratar de
borrar la memoria de los miles de criaturas asesinados en
Paracuellos es una maniobra burda y falaz. Pero crea mal
rollo y busca echarnos a pelear, hermano contra hermano.
Piensan los moncloítas que, en la trifulca, los padres vamos
a olvidar la angustia que nos produce el que, nuestros
hijos, se vean preparados, pero sin perspectivas laborales
dignas, en una España donde, al desaparecer los sindicatos,
no hay quien plante cara ni a los buitres ni a los
tiburones. “¡Como toquen esa placa , no respondo, me tienen
que matar!” Nuestros muertos por Dios y por España
destruidos a martillazos, el cabreo crece como la espuma y
piensan en las alturas que olvidamos y obviamos que los
bancos ya no quieren conceder créditos a los promotores, que
hay una saturación de viviendas en el mercado y que, en un
par de años, la construcción se irá a la puta mierda y va a
haber una crisis del carajo. Las maniobras de despiste con
las que tratan de atocinar nuestras mentes son tan evidentes
que resultan irrisorias. Y para aborregar a nuestros niños
se les adoctrina con la Educación para la Ciudadanía,
mientras se prohíben tajantemente los símbolos y el recuerdo
de parte de nuestra Historia. ¡Cuan flagrante necedad! ¿No
se dan cuenta de la rebeldía implícita en los arquetipos
celtíberos y que basta con que nos censuren o prohíban algo
para que nos rebelemos y queramos precisamente “eso”? Lo
prohibido tiene la erótica de la clandestinidad, del peligro
latente, del romanticismo de la lucha, de la altivez de unos
gobernantes que tienen la chulería de querer echar un pulso
a millones de españoles y ganarlo. Ni las dictaduras más
feroces, ni incluso ese marxismo terrorífico que tanto
majadero de la progresía añora, pueden oprimir eternamente
el alma y el corazón de los ciudadanos. Así como el cambio
horario del otoño se repite año tras año, los esquemas y las
pautas de conducta de la raza hispana se repiten desde
Numancia. Que estos mindundis vengan a tratar de arrancar el
recuerdo, nada más erótico que la rebeldía y la lucha contra
el poder.Tempus fugit.
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