Para Humberto Eco, la
multiplicación de medios y canales –como hemos visto, de
unos pocos a miles en unos años- obliga por una parte a
transformar en noticias lo que no son noticias, sino hechos
marginales sin relevancia. Sobre todo, si hay imágenes. A
veces, algunos eventos se convierten en noticias sólo porque
hay imágenes de ellos. En Ceuta, por ejemplo, las noticias
escasean, cuando no se repiten las mismas, y, por tanto, a
los periodistas les cuesta lo indecible cumplir con el
cometido de firmar las páginas que le hayan sido asignadas
por el redactor jefe.
Años atrás, cuando llegaba un becario a la redacción y, tras
pasar varios días poniéndose al tanto de la situación, el
director le recomendaba que se diera una vuelta por
Comisiones Obreras, en cuanto se viera en apuros, porque
allí siempre encontraría a Juan Luis Aróstegui para contarle
cosas secundarias con tal de ver su fotografía en el
periódico.
Lo que comenzó siendo un recurso, dada la premura que exige
la profesión, terminó convirtiéndose en una costumbre
acomodaticia. Con lo cual JLA es el hombre que más veces
sale en los papeles y más tiempo se pasa en los escenarios
de las televisiones locales. Aunque sea para darnos la
barrila, una y otra vez, sobre la decadencia de una Ceuta
que nunca saldrá adelante si los ciudadanos no deciden
ponerla en sus manos.
Pues bien, con la presencia en la ciudad de Salvador de
la Encina los viernes, los medios han recibido un soplo
de aire fresco, ya que, durante cierto tiempo, habrá un día
a la semana para informar de cuanto haga o diga el diputado
por Cádiz y presidente de la Comisión Delegada del PSOE en
Ceuta. Y, desde luego, para sacarle punta a cuanto se
publique acerca de sus gestiones.
El viernes pasado, cuando la tarde comenzaba, pisaba yo la
sala de estar del Hotel Tryp y llamó mi atención Salvador de
la Encina, quien estaba en un grupo conversando. Se vino
hacia a mí y tras los saludos correspondientes, me regaló el
oído. Algo que nunca viene mal cuando uno sabe perfectamente
que está siempre expuesto a recibir derrotes de los
analfabetos funcionales que escriben con seudónimos.
Ténganse éstos por pájaros de cuenta o bien se travistan de
María de la O.
A lo que iba, que Salvador de la Encina, bajo la mirada
atenta y el oído presto de Enrique Moya, quiso
ponerme al tanto de su estado de ánimo. Muy bueno, en
general. Aunque coincidió conmigo en que su tarea es
ciclópea y que puede dejarse en el empeño pelos en la
gatera. Frase hecha que resume bien lo que le sucedió a
Enrique Moya cuando la campaña electoral. Y así se lo dije a
él, aprovechando la ocasión de cruzar palabras que me había
brindado De la Encina.
Pero debo reconocer, pues justicia obliga, que EM, a quien
fustigué en su momento, supo estar a la altura y se mostró
siempre con el buen talante que tanto airean los
socialistas. Ni un mal gesto, ni un reproche, sino todo lo
contrario: un saber estar que me complazco en destacar. En
cambio, Inmaculada Ramírez, diputada y portavoz
socialista en la Asamblea de la Ciudad, se quedó alejada
unos pasos para poder mirarme con esa inquina con la que
suelen mirar las señoras cuando tratan de mostrar su enfado.
La pena es que algo tan secundario, por carecer de imagen,
se quede sin publicarse.
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