Pasar en 24 horas de cubrir la escala de un barco de
Greenpeace en el Puerto de Ceuta a la formación militar de
Sábado legionario en el acuartelamiento de García Aldave es
un contraste sobresaliente, al menos.
A saber que este tradicional acto sirve para recordar a los
que murieron vistiendo el uniforme de La Legión desde la
época del denominado Tercio de Extranjeros, creado por el
rey Alfonso XIII en 1920. La verdad es que el rollo
castrense nunca me ha inquietado; es decir, hasta ayer, no
había presenciado un desfile militar. Lo más cerca: el vídeo
de la jura de bandera de mi primo –algo tan aburrido como
cuando alguien te obliga a ver una por una un taco de
fotografías de sus vacaciones en el Caribe, un sitio donde
uno, seguramente, nunca estará–.
Del Día de las Fuerzas Armadas en Madrid sólo recuerdo el
segundo en que se tarda en saltar de un canal a otro con el
mando o el minuto –incluso a cámara lenta– con Zapatero
sentado en el Paseo de la Castellana al paso de la
representación yanqui o de la vicepresidenta María Teresa
Fernández de la Vega abroncando a la presidenta del Tribunal
Constitucional, mientras Moratinos silva al lado.
Obedecer órdenes sin preguntarte el por qué no es cosa de mi
gremio. De lo primero que uno aprende en la Facultad de
Periodismo mientras se rasca el acné y mira con disimulo a
sus compañeras de pupitre es la regla de las cinco uvedobles:
el qué, el quién, el dónde, el cuándo y el por qué (what,
who, where, when y why, en inglés). Entonces pocas cosas en
común podemos tener con el mundo castrense, para bien o para
mal.
Sin embargo, tengo que reconocer que el Sábado legionario
que presencié ayer me sobrecogió. ¡Varios centenares de
legionarios entonando el Novio de la muerte acompañados de
la Banda de Guerra y Unidad de Música de la Comandancia
General de Ceuta! Un noviazgo con la señora de la guadaña
que dura 87 años. Ceuta fue el lugar asignado para la
instalación de las oficinas de mando, por lo que a la ciudad
autónoma se la considera la cuna de La Legión, denominación
que, por otro lado, no se dio hasta 1989.
El acto pretende ser una muestra de unión entre la población
de Ceuta y su Comandancia General, representada en esta
ocasión por el Tercio Duque de Alba, motivo por el cual fue
abierto al público, no siendo necesaria la presentación de
ninguna invitación para acceder al acuartelamiento de García
Aldave.
Las unidades de la Legión, con un exigentísimo programa de
instrucción y adiestramiento, participan cada año en
numerosos ejercicios y maniobras. Durante los últimos
tiempos, destaca la participación de La Legión en misiones
de paz bajo los auspicios de las Naciones Unidas y la OTAN
en América del Centro, Bosnia-Herzegovina, Albania, Kosovo,
Macedonia, Iraq, Afganistán, Congo y Líbano.
Desde su creación, casi 10.000 legionarios han muerto en
combate y más de 36.000 han sido heridos, los últimos en
Bosnia-Herzegovina.
El toque de batallón abre el Sábado legionario sobre el
patio de granito del acuartelamiento García Aldave, formando
las unidades para informar de las novedades al jefe de
Bandera y al teniente coronel jefe de La Línea, en este
caso, Jesús Román Baldellón.
El general segundo jefe de la Comandancia General de Ceuta,
Fernando Carbonell, hace su entrada en el Patio de Armas,
rindiéndosele los honores de ordenanza. Luego, pasa revista
a la fuerza, saluda a los asistentes y ocupa la presidencia
del acto.
El acto sirve también para el nombramiento de los
legionarios del mes en atención a los méritos contraídos en
el desempeño de sus cometidos. Los premiados son Francisco
Carballo, Mohamed Yassin, David Boix, Hamido Lahasen, Daniel
Rodero, Ricardo Carretón y Jorge Rodríguez. El coronel jefe
del Tercio les hace entrega del diploma acreditativo.
Asimismo, durante el acto se procede a la entrega de dos
placas en reconocimiento al continuo apoyo prestado al
Tercio a dos legionarios de Honor: Ignacio Hernando y Emilio
García Mateo.
Y desde ayer existen dos Legionarios de Honor más, José
Robles y José María López Gutiérrez, a quienes les hicieron
entrega de esta distinción para hacer patente “el
agradecimiento a aquellas personas que han puesto de
manifiesto un especial cariño hacia La Legión, sabiendo de
una manera implícita cumplir con las virtudes que encierra
nuestro credo legionario, y que les hacen por ello, dignos
de nuestra admiración y respeto, y copartícipes del honor de
ostentar el título de Legionario de Honor, que distingue a
todos los que formamos o alguna vez formaron en las filas de
La Legión”, según se dijo.
Tras la alocución del coronel jefe del Tercio y los
reglamentarios vivas (a España, el Rey y La Legión), el
evento del Sábado legionario entra en materia, es decir, “el
acto en honor a los que dieron su vida por España formando
parte de la gloriosa Legión”.
Los guiones y banderines del Tercio se trasladan a paso
lento a su puesto ante el monumento, mientras los
legionarios entonan, por primera vez en la mañana, el
sobrecogedor Novio de la muerte.
Cientos de gargantas sincronizadas: Soy un hombre a quien la
suerte hirió con zarpa de fiera; soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte con tal leal compañera. (...)
Por ir a tu lado a verte mi más leal compañera, me hice
novio de la muerte, la estreché con lazo fuerte y su amor
fue mi ¡Bandera!
Posee romanticismo, no hay duda, y a mí se me ocurre que se
puede mandar al concurso para el himno de España. Imaginen
60.000 forofos cantándo dicha canción en un estadio de
fútbol. La jaca neozelandesa no da tanto miedo. A lo mejor
nos ayudaría a ganar el Mundial por incomparecencia de los
rivales.
Tras la ofrenda de la corona, el comandante Ramón Caudevilla
y el capitán José Luis Gutiérrez Femenías, de la Hermandad
de Veteranos de las Fuerzas Armadas, y los nombrados
legionarios de Honor, José Robles y José María López, se
dirigen al monumento a los caídos para depositar dos coronas
de laurel, acompañados por el teniente coronel jefe de La
Línea.
La Unidad de Música de la Comandancia General de Ceuta y la
Banda de Guerra del Tercio interpretan el toque de oración,
triste, y se da lectura a un soneto de exaltación a la
patria y sus símbolos, como la bandera.
Seguidamente, el capellán eleva una oración y los guiones y
banderines regresan a paso legionario a su puesto en
formación, a los acordes de Tercios heroicos.
Tras los espíritus del Credo Legionario, los soldados
entonan la Canción del Legionario, otra vez con el leitmotiv
de la muerte, que para algo es su novia: Soy valiente y leal
legionario; soy soldado de brava legión; pesa en mi alma
doliente calvario que en el fuego busca redención. Mi divisa
no conoce el miedo, mi destino tan sólo es sufrir; mi
Bandera luchar con denuedo hasta conseguir vencer o morir.
Desde sus orígenes, la Legión ha promovido un culto al
combate y una disminución de la relevancia de la muerte. Se
pretende con ello minimizar el miedo natural a morir,
favoreciendo los actos heroicos necesarios para su misión
inicial como tropas de choque profesionales. Gran parte de
ese objetivo se cubre mediante un adoctrinamiento de la
tropa, que incluye la llamada mística legionaria,
simbolizada de forma definitiva en el Credo Legionario y en
las enseñanzas en torno al bushido, un código ético
particular.
En su forma más pura, el bushido exige a sus practicantes
que miren al presente desde el momento de su propia muerte,
como si ya estuvieran muertos. Occidente ve con romanticismo
esta filosofía así como lo hace con muchas otras nacidas en
oriente. No obstante, muchos ven el bushido actual como una
forma evolucionada de su original propósito guerrero.
El mismo teniente coronel de Infantería Millán Astray, que
obtuvo el primer mando del Tercio de Extranjeros, admitió
muchas veces ser un gran admirador del bushido, obra que él
mismo llegó a traducir al español durante los años 20 a
partir de una edición francesa.
Así, tras exaltar el Credo Legionario, los soldados despejan
el Patio de Armas a paso ligero para concluir con el desfile
ante la autoridad. Al frente de las unidades marcha el
teniente coronel de La Línea, el Guión del Tercio con su
plana mayor de mando, la Compañía de Defensa Contracarro y
la 4ª Bandera Cristo de Lepanto.
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