Analizados por sí solos, los datos
que el diputado por Cádiz y presidente de la Comisión
Delegada del PSOE para Ceuta, Salvador de la Encina, expuso
ayer sobre la situación económica, laboral y social en
España son abrumadores: según el parlamentario socialista
nuestro país crece a un ritmo inigualable en todo el mundo
del 4% anual; la renta media anual de los españoles ha
crecido casi 4.000 euros durante los últimos cuatro años
hasta superar los 23.000 euros; las cuentas de la
Administración General del Estado arrojan superávit; los
impuestos han bajado; hay tres millones más de personas
trabajando y el desempleo ha caído por debajo del 7.95%.
Ciertamente impresionante. Sin embargo, hay al menos un
lunar, que por sentirlo de cerca es especialmente sangrante,
que ensombrece tan esplendoroso panorama. Los últimos datos
de la Encuesta de Población Activa (EPA), según muchos
analistas los que verdaderamente retratan la situación del
desempleo en España, arrojaron ayer un jarro de agua fría
sobre ese idílico retrato nacional: Ceuta volvió a ser
líder, por enésima vez, en lo que a contradecir el optimismo
gubernamental se refiere: el número de personas ocupadas en
la ciudad cayó durante el último trimestre un 4,5%,
tendencia que sólo se repitió en el País Vasco, con un
exiguo medio punto, y Melilla, con algo menos de tres
décimas.
Podemos buscar las razones en la crisis económica local una
vez más, pero también habrá que preguntar al Gobierno
central por qué, si tiene superávit, no lo utiliza para
acercar a la media estatal los datos de las regiones que,
como la ciudad autónoma, más lejos se encuentran de ella.
Según la EPA hay 6.100 ceutíes que quieren trabajar y no lo
consiguen, medio millar más que hace un año y, curiosamente,
700 más que tres meses atrás. Para luchar contra el paro no
basta con que el escenario macroeconómico sea propicio, sino
que se apliquen recetas particulares para necesidades
concretas que o no se han buscado, o aún no se han
encontrado.
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