¿Qué si escribe el Honorable
Tarradellas? No. Escribo yo tras un asueto forzado por las
circunstancias y como me hacen gracias las lenguas de los
nacionalistas, me he atrevido con la cursi frase histórica
del extinto vejestorio. Vejestorio, pero un dulce, si le
comparamos con las hienas separatistas de hoy. Pelillos a la
mar… nada que los peperos no puedan solucionar.
Sobre todo si repescamos en serio a ese Alejo Vidal Quadra
que tiene un arte que no se puede aguantar y que propone
reformas constitucionales en una Carta Magna que, el tiempo
y la realidad, están obligando a matizar y actualizar. ¿Qué
por donde empezaría una republicana neoconservadora como es
y se confiesa la que suscribe? Pues por decir la verdad y
dotar de autenticidad a cada artículo. Por ejemplo, aunque
sea un apartado muy fino y de hacernos quedar muy bien,
omitiría cualquier tipo de alusión al principio de
Presunción de Inocencia. Porque aquí, de entrada, es
culpable y tratado como tal, hasta el Presidente de la
Asociación de vecinos del edificio donde reside el
apuntador. Y el administrador del bloque más aún, porque
maneja los dineros y el espejo instalado en el ascensor
apesta a blanqueo de capitales y a connivencia con los
ascensoristas. Yo eliminaría el principio de marras y lo
sustituiría por algo más adecuado como puede ser el genuino
Principio de Presunción de Culpabilidad, que se inicia
cuando, al recién detenido le ponen los grilletes, le
introducen en la parte trasera de un vehículo apestoso y ya
en Comisaría le conminan con dureza ese “A ver, quítese los
cordones de los zapatos, las gafas y el reloj”.
Hagan el favor de no hablar entre ustedes intentando aportar
una opinión que no me interesa. ¿Qué regurgitan entre
arcadas de autocomplacencia intelectual? ¿Qué el hecho de
despojar a un miope detenido de sus gafas, a una joven de su
reloj y a un muchacho de sus cordones es de por sí un trato
vejatorio y humillante? Por supuesto. Pero no se pasen de
listos, porque también propongo borrar de la Constitución el
pamplineo irreal y almibarado de prohibir las torturas y los
tratos inhumanos, vejatorios y humillantes. Belleza de
artículo. Redactado por supuesto por unos Padres de la
Constitución que jamás se tomaron la molestia de pasearse
por unas cuantas mazmorras y calabozos al uso, ni de
olfatear sus fétidas mantas, parques temáticos de virus,
hongos y bacterias, con ese aroma a vómito y a orín tan de
posguerra. Y eso que, en los ochenta, el trato a los
detenidos era más humano, porque se les daba bocadillos de
choped y a los moros de queso, una manzana o una naranja y
agua a mogollón. Todo sano y ecológico. Ahora, al menos lo
poco que mi humildad me lleva a conocer, proporcionan una
especie de bomba apestosa llamada “bandeja” con mejunjes
inidentificables, galletitas y un zumo por preso y día. El
artículo en cuestión debe ser omitido, para no incurrir en
hipocresía y falsedad. Máxime cuando, en las conducciones
entre prisiones, las criaturas van como animales, en ataúdes
de hierro, faltándoles la vida. No se puede perorar sobre
constitucionalismo mientras, cada conducción de presos
constituya el más terrible de los atentados contra los
derechos humanos. Yo soy una pobretona, mis palabras a pocos
impactan, pero mi voz es la del pueblo llano y sencillo. La
del pueblo que sabe que eso de que todos los españoles
tienen derecho a una vivienda digna es una frase inacabada,
falta el “siempre que puedan endeudarse de por vida con los
tiburones de la banca y pagar una hipoteca a intereses de
usura, sin que ningún político tenga los cojones de parar a
los bancos”. Ya estoy aquí. Que no “Ja soc aquí” porque, el
único idioma de España, pues cumple el requisito fundamental
de tener proyección universal y ser hablado por cientos de
millones de personas, es el español. El resto son lenguas.
Eso sí, confieso cierta debilidad por el habla mágica
andaluza y el bable asturianín. Constándome que el deje de
la barriada de Churriana “merecería” tener proyección
universal, por graciosa y sandunguera, aunque el ceutí de
merengue y mojito tampoco desmerece, pura caipiriña.
Hay mucho que reformar. A golpe de urna y papeleta. Por
supuesto.
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