Sin duda, el momento del recital en el que Tomás Lobato
demostró su virtuosismo con las teclas de un piano fue con
la obra que cerró el concierto, nada menos que el Aprés une
lecture du Dante (fantasia quasi sonata), de Franz Liszt,
una de las piezas más complicadas que existen para este
instrumento.
Liszt es uno de los más grandes pianistas, revolucionando la
técnica de tocar, con nuevos pasos del pulgar y trémulos muy
característicos. Dio un virtuosismo que no había hasta la
época. Era el arte de la técnica pura; y pianísticamente,
sus obras son las más complejas que hay.
Y precisamente, la fantasia quasi sonata es una de las obras
más complicadas de Liszt. No en vano, Lobato ha recibido
formación complementaria con pianistas de fama internacional
como Ronn Greidanus, David Hoyland, Julián López, Luis Rego
o José Felipe Díaz, además de haber sido tutoreado en
Sevilla por el catedrático José Manuel de Diego.
El músico caballa salió airoso de su enfrentamiento con
Liszt y el público le despidió deseando no tener que volver
a esperar siete años.
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