Salvador de la Encina es un
hombre muy ocupado por su condición de diputado, porque es
portavoz de los socialistas en una de las comisiones más
activas del Congreso -la de Infraestructuras-, porque es
presidente del Partido Socialista en Algeciras, y porque
vive pendiente de recibir cualquier día la noticia de que ha
sido nombrado director general de vaya usted a saber qué
institución. Una aspiración legítima de quien está
suficientemente capacitado para ocupar cargos importantes.
Con tantas actividades a las cuales atender, Salvador De la
Encina se encontró, no ha mucho, con unos mandamases de su
partido que le dijeron que habían decidido poner a prueba
nuevamente su condición de taumaturgo: tras ganar fama de
político milagrero en Algeciras por haber resucitado, en su
día, a un partido socialista que había muerto de la misma
enfermedad que el de Ceuta.
Al diputado por Cádiz, hombre tan prudente como sensato, le
dieron ganas de mandar al garete a todos los barandas de la
calle de Ferraz: puesto que sabía a ciencia cierta que le
estaban endilgando una misión imposible. Una de esas
misiones donde poco hay que ganar y sin embargo le puede
costar ir al hule con una cornada de caballo y quedarse
inútil para seguir figurando como hacedor de cosas
maravillosas. Que es, a fin de cuentas, la definición de
taumaturgo.
Salvador de la Encina pensó, además, que si rechazaba lo que
le estaba encomendando “Pepiño” Blanco, y sus adláteres, se
le tacharía de no saberse sacrificar por el partido y su
expediente quedaría marcado por un no rotundo. Una falta
grave. Con lo cual su carrera se vería frenada con
brusquedad y alevosía. De modo que no le quedaba más remedio
que decir amén y venirse para Ceuta a cumplir con una tarea
tan descorazonadora como abocada al fracaso.
De un hombre tan ocupado, como De la Encina, por todo lo ya
reseñado, dijimos hace poco que carecía de tiempo y de
tranquilidad para asumir una tarea de salvamento que se me
antoja ciclópea. Y que, en su empeño, hasta podría sufrir el
castigo de Tántalo. De momento, sabemos que el presidente de
la Comisión Delegada de la Ejecutiva Federal del PSOE para
Ceuta, cuenta con los viernes como único día disponible para
ganarse el derecho a ser canonizado por los suyos. Escaso
tiempo. Incluso para él; a pesar de ser tenido como
milagrero. No olvidemos que Unión Progreso y Democracia, el
partido de Rosa Díez, está pescando en río
revuelto...
No obstante, y me imagino que Salvador de la Encina lo verá
tan claro como yo, la única baza, más bien la mejor que en
estos momentos tienen los socialistas -de Ceuta- es hacer
buenas migas con Mohamed Alí y Musa. Por
razones evidentes y por más que el mero hecho de airearlo
cause trastornos gástricos entre quienes se la suelen coger
con un papel de fumar. De ahí que el próximo viernes, día
elegido por De la Encina para entrevistarse con los
dirigentes de la coalición UDCE-IU, éste tiene la
oportunidad de apuntarse el primer triunfo.
El triunfo de hacer unos cimientos sobre los cuales
construir un nuevo partido. Todo lo demás, es decir, charlar
con otros dirigentes, vale como motivo de cortesía. Pero la
realidad es la que hay: Alí y Musa son quienes pueden
decirle al muerto que ande. Y hasta puede que el difunto
corra...
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