Ofrecen setecientos mil pisos a
los que ganen menos de 3.000 euros en Andalucía; 2500 euros
por cada recién nacido; dentista gratis para los niños de 10
a 15 años y elevan el salario mínimo a 800 euros (con su
repercusión multiplicadora en la tabla de salarios) y nadie,
de este Ejecutivo que nos gobierna, parece que se haya
parado a pensar en ¿qué es lo que ocurriría si la economía
se torciera y empezaran a llegar los del “tío Paco con la
rebaja”?.
Veamos por ejemplo. De un tiempo a esta parte, están
ocurriendo hechos que deberían hacernos meditar sobre
nuestro futuro. Si nos fiamos de este Ejecutivo que nos mal
gobierna, si nos apoyamos en lo que dice el ministro de
Economía y si creemos en aquello de que “en España no pasará
nada”, pero que sí les puede ocurrir a países de “poca
importancia” como los EEUU, Francia, Alemania e Inglaterra
¡vamos servidos! Basta darse una vuelta por cualquier
supermercado de alimentación y pasar revista a los precios;
no me refiero a las delicatessen ni a los artículos de
capricho, pero fíjense en los precios de la leche (un 30% de
aumento) o del pan (15 o 20 céntimos más caro) la harina,
las carnes o los pescados, las verduras etc.; y compárelos
con los de hace dos meses; se percatará de la enorme subida
que han experimentado. Si usted pregunta, le dirán que los
cereales han subido porque se van a destinar a sustituir al
petróleo y que, desde China, se están importando grandes
cantidades de dicho producto. Pero si se toma la molestia de
hacer la misma pregunta al agricultor, al ganadero o a los
pescadores obtendrá una respuesta muy distinta. Le dirán que
a ellos apenas les ha aumentado el precio al que venden sus
productos.
¡Ah! Ahí está la madre del cordero! Los intereses creados
que, aparte de ser una magnífica obra del insigne literato
don Jacinto Benavente; es uno de los males endémicos de
nuestra economía. Vean ustedes, la cosa es muy simple, hoy
en día los agricultores no venden, como antaño, sus
productos en las ferias o los mercados, porque existen
grandes empresas que les compran la cosechas enteras,
incluso con años de antelación. Estas grandes empresas
(intermediarios, para entendernos) son las que, valiéndose
de su monopolio, fijan los precios con los que se venden los
productos a los distribuidores que, a la vez, les añaden su
tanto por ciento de comercialización y ganancia. Pero, ¿por
qué el Gobierno no se ocupa de que esto no ocurra?; ¿por
qué, tratándose de producto de primera necesidad, no se
toman medidas para evitar que esto ocurra?. Si me lo
preguntaran a mí nada más se me ocurriría decirles que:
porque no están interesados en ello, que ¿por qué no lo
están? Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Mi opinión es que existen varios factores. Uno, que los
políticos están tan enfrascados en asegurarse su reelección
que no les queda tiempo para dedicarse a su trabajo, que es
gobernar; otro, la enorme burocracia; también las grandes
empresas que hacen de intermediarios tienen gran influencia
con el gobierno, con los bancos y con los organismos
públicos con los que colaboran, mantienen relaciones e
incluso son sus proveedores. Pero, ¿y el ciudadano de a pie,
como va a soportar este encarecimiento de los productos de
primera necesidad si su sueldo, su pensión o su subsidio no
sube más que un ínfimo tanto por ciento cada año? Esto es la
cuadratura del círculo, porque el Gobierno “regala” con
fines electorales cosas, sin duda interesantes, pero que no
solucionan la cesta de la compra diaria ni, tampoco, los
aumentos de las hipotecas ni los intereses de los créditos.
Nos ofrece casas, nos promete dentista para los niños,
pero,¿puede garantizarnos que podamos llegar a final de mes
subiendo, como suben, los artículos de primera necesidad un
20, un 30 o un 40 por ciento, vamos a poder llegar a final
de mes, si nuestros emolumentos sólo suben un 2 o un 1’6 por
ciento? Aquí está, señores, el quid de la cuestión. Pero
ustedes sigan votándoles y verán lo que es bueno.
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