Veo aparecer por el hall del Hotel Tryp a Klaus Dirscherl
–profesor doctor y catedrático de Literaturas y Culturas
Románicas de la Universidad alemana de Passau y director del
Instituto de Comunicación Intercultural– y un alemán con
aspecto de intelectual no pasa desapercibido. Le digo que le
he reconocido a la primera y me pregunta por qué. Respondo
que tiene aspecto de catedrático y sonríe antes de
contestarme que supone que yo tengo aspecto de periodista.
“Los estereotipos hacen falta”, comenta, “ayudan al
principio, pero luego hay que huir de ellos”. Dirscherl dio
ayer una conferencia sobre la cultura europea, algo que
“francamente, no creo que exista”.
Pregunta.- ¿Es posible una cultura europea común?
Respuesta.- Francamente, no. (risas) Espero que no. Es algo
que tratamos de conseguir, pero la diferencia es el valor.
Por eso he venido a Ceuta, porque es diferente.
P.- ¿Es artifical, por tanto, construir una cultura
europea común?
R.- No. Artificial no es. Hemos heredado un pasado en común,
pero creo que la armonía no interesa. Si no hay diferencia
no hay interés. Yo, por ejemplo, me puedo comprar un coche
de otro país porque es diferente. La diferencia también hace
el miedo, que es un obstáculo al entendimiento. El interés
para los ceutíes es que yo soy alemán. Más interesante que
si hablase de esto uno de Ceuta.
P.- ¿Existe algo en común entre un español y un alemán,
por ejemplo?
R.- Sí. Tenemos una educación, la mayoría, cristiana.
Además, está la Casa de Austria, que es algo alemán en la
Historia de España. Para mí, lo español no me es lejano,
pero sí lo suficientemente lejano para que me interese
mucho. Hay que encontrar un punto de encuentro entre lo
distante y lo cercano.
P.-¿Va, tal vez, contra el progreso oponerse a la
globalización?
R.- Sacamos mucho provecho de hacer cosas en común. Es muy
ventajoso. Cada vez que alguien pone algo en común descubre
sus diferencias. Es una característica humana conocerse a
uno mismo a través de las diferencias del otro.
P.- ¿Cuál es su opinión de la Unión Europea?
R.- Es una gran ventaja para el comercio y también para el
enriquecimiento cultural. Creo que es muy importante para
mis alumnos que salgan a estudiar a España o Italia y
aprendan más de lo que aprenden en mi universidad. Así
también aprenden cuando vuelven el valor de nuestra
sociedad. Lo que tienes se aprecia más cuando conoces lo
extranjero.
P.- ¿No es la UE una estructura económica más que nada?
R.- No, es una estructura cultural, pero muy diferente de
defender, porque es muy compleja.
P.- Pero hay más percepción de lo que es europeo en
Latinoamérica, por ejemplo, que dentro de Europa.
R.- Desde Venezuela se ve Europa más unida, pero realmente
es una simplificación. Hace falta reducir la complejidad,
porque sino el montón de información que nos entra es
enorme. Por ello hace falta el estereotipo, pero bien
utilizado. No podemos vivir sin estereotipos, que te ayudan,
pero después tengo que descubrir más.
P.- ¿Se crean muchas tensiones en esta puesta en común?
R.- Sí, pero tenemos que aguantarlas y continuar
colaborando. Europa es una región muy diversificada y eso es
su valor cultural. El interés de Europa viene justamente en
las diferencias entre Italia, Gran Bretaña, España o los
países del este. Hay problemas, como el entendimiento, pero
el rechazo del otro es un peligro.
P.- ¿Qué le parece la multiculturalidad de Ceuta?
R.- Todavía no he visto demasiado, pero me doy cuenta de que
en Ceuta la cultura española se exalta más que en la
península En las fronteras hay siempre confirmación de la
identidad, porque hay también puesta en duda.
P.- ¿Va a ser la inmigración el gran problema del siglo
XXI?
R.- Totalmente. No se puede frenar. Va a entrar. La única
manera es ayudar a esa región para que la inmigración sea
menor. Esto no se puede frenar ni con las mejores vallas,
porque viene impulsado por la desigualdad.
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