Podemos tener un quintal de normas
publicadas, toneladas de deseos para mejorar el medio
ambiente, pero si luego ni cumplimos la ley ni los deseos se
avivan a favor de un desarrollo sostenible, apaga y vámonos.
La investigación científica demuestra cada vez con más
claridad que el impacto de la actividad humana en cualquier
lugar o región puede tener efectos sobre todo el mundo.
Nadie se libra. Las consecuencias del descuido del medio
ambiente acabarán pasando factura. Lo están pasando ya. Que
la Comisión Europea haya abierto un expediente contra España
y otros cuatro Estados miembros por superar los límites que
marca la legislación comunitaria para las concentraciones en
la atmósfera de dióxido de azufre, no es para tomárselo a la
ligera. Hay que apostar por las tecnologías limpias a pleno
pulmón, por aquellas que no manchen la esponja de la vida
que ya está bastante destrozada. El aire en vez de estar
esponjado de versos está espumoso de humos. La normativa ha
de cumplirse, para eso se dicta y promulga. Choca la
contradicción entre la belleza que tanto nos entusiasma los
sentidos y la manera de contaminarlo todo con una cara dura
impresionante. El medio ambiente no es un juguete para que
lo destroce nadie. Y mucho menos los poderosos, con sus
planes productivos y sin ética alguna. Los ciudadanos
tenemos derecho a estar protegidos de toda contaminación.
Qué menos. Ya me dirán qué progreso es éste, si algo tan
básico como tener seguridad a no ser contaminado tampoco se
nos garantiza. Si nos roban el aire puro de la libertad cómo
veremos las estrellas, cómo cultivaremos y nos cautivará la
hermosura, cómo vivir sin vivir bajo la sombra de esta
eutanasia ambiental.
La crisis ecológica contemporánea es fruto de nuestro
degenerado comportamiento y de una viciosa concepción de
poder que fomenta un desarrollo a su libre albedrío sin
contar con el ambiente natural, ni con su ley de vida, que
es lo que da armonía a la existencia. El mundo sufre baños
de azufre a causa del egoísmo de gentes sin escrúpulos. No
es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el
estilo de vida que descompone el hábitat para consumir la
existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo,
sin importarle para nada el destrozo envenenado que deja
este tipo de conductas. Por esto, es necesario esforzarse
por implantar un vivir distinto, que no corrompa la belleza
nuestros andares.
Si en verdad a todos nos preocupa ver cómo avanza hoy el
desierto y cubre tierras que hasta ayer eran prósperas y
fértiles, no podemos quedar indiferentes y el peso de la ley
ha de recaer contra aquellos causantes de contaminación. Si
en verdad, también nos angustia ver cómo pueblos enteros,
millones de seres humanos, están sumidos en la indigencia,
padecen el hambre y enfermedades por falta de agua potable,
debiéramos reconsiderar nuestra postura de sembrar escombros
en lugar de pétalos. En suma, si en verdad, que es como
decir con el corazón en la mano, todo esto nos afana y
desvela, más que subirse a un globo de buenos propósitos que
no pasa de ser un sueño, insisto, hay que ascender a otros
modos de vida y a otras maneras de vivir, no vaya a
reventarnos el globo en plena discusión y nos quedamos en
nada.
|