Algo así como si la inflación
estuviera llegando a aquellos que, tras su paso por la vida,
después de recibir una muerte violenta, se les quiere hacer
llegar más cerca de Dios.
Cómo filólogo clásico, en más de una ocasión he tenido que
hablar a mis alumnos de la relación que podemos encontrar
entre el héroe griego y el santo cristiano y, en principio,
tenia un tremendo respeto por este último, pero viendo los
derroteros que está tomando la Iglesia, creo que la seriedad
y el respeto están menguando en todas las beatificaciones
que se vienen dando en las últimas décadas.
Respeto por aquellos que se distinguieron por algo en la
vida lo sigo teniendo, igual que lo tengo por los que
pasaron su vida silenciosamente, cumpliendo, como pudieron,
con sus cometidos, y sin más.
Por lo que ya no tengo el mismo respeto es por el
tratamiento que una Iglesia, que pretende ser, y es,
universal está dando a unos “mártires”, mientras obvia a
otros. Por eso ya no pasamos Y es que la iglesia
oficialista, Roma, el Vaticano, el Papa se están decantando
hacia un solo lugar, con lo que la otra parte, igualmente
buena o igualmente mala, queda desatendida.
Desde este momento, al hacer esa discriminación, se está
alejando de unos principios que, creíamos, yo al menos lo
creía, básicos en cuanto a igualdad.
Esa es, precisamente, la tentación del poder (Mt. 4,9), el
camino que no quiso seguir quien vino a dar su vida en
rescate por todos (Mc 10,45). Y es que lo dijo muy claro:”
Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este
mundo, mi gente habría combatido (Jn, 18,36).
De aquí debemos partir y de aquí partiremos cuando en las
beatificaciones que llegan a mártires españoles sólo se
atiende a los de una parte y no se hace el menor caso a los
mártires del otro lado, a los que la Iglesia oficialista,
entonces, y después, ha dejado de lado.
Porque volviendo la vista hacia atrás, tenemos que decir que
“bárbara y atroz fue en octubre del 1934 la revuelta de
Asturias. 34 sacerdotes, seminaristas y hermanos de las
Escuelas Cristianas fueron asesinados y 58 iglesias, el
palacio episcopal, el seminario y la Cámara Santa de la
Catedral fueron quemados o dinamitados”.
El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, confió al general
Franco la dirección de las operaciones:” La legión
extranjera cometió atrocidades, mató a muchas mujeres y
niños y al caer las principales ciudades asturianas hubo
ejecuciones sumarias entre los izquierdistas”. Mártires,
pues, de un lado y del otro. La política estaba en medio.
Mala cosa y peor es que la Iglesia oficialista se aliara con
un bando, sólo con uno, cosa que se demuestra desde el
momento que el canónigo magistral de Salamanca, Aniceto
Castro Albarrán, publica en 1934 su libro “Derecho a la
rebeldía”, que era una incitación a la rebelión contra el
orden legítimamente establecido. Pero es más, Pío XI en una
recepción en Castellgandolfo a unos 500 prófugos españoles,
la mayoría sacerdotes y religiosos, “ensalzó el esplendor de
virtudes cristianas y sacerdotales ..., verdaderos martirios
en todo grado y glorioso significado de la palabra”. Todo
iba hacia el mismo lado, hasta que un buen Papa, un
verdadero Pastor, Juan XXIII frenó el frenesí que había
hacia una sola parte, porque el olor a política le
molestaba. ¡¡Qué pena que viviera tan pocos años como
Papa!!.
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