Se define como ruido todo sonido no deseado. Por ello existe
una unidad en todas las policías locales de España, el
Servicio de Metrología, encargado de velar por el descanso
de los vecinos que manifiesten, las más veces, que no pueden
dormir.
Lo cierto es que helicópteros, coches, motos, pubs,
botellones, ambulancias, obras... todo ello hace que Ceuta
se haya convertido en la segunda ciudad más ruidosa de
España, sólo superada por Valencia, una urbe con una larga
tradición de admiración por la pólvora.
Nos recibe el agente Carlos Manuel Otero, al que se puede
considerar el Elliot Ness de la lucha contra el ruido, por
su dedicación y entusiasmo al Servicio de Metrología,
compuesto por cinco policías.
El agente nos comenta que la unidad contra el ruido actúa en
el caso de denuncias a través de la Consejería de Fomento de
Ceuta o debido a las llamadas de los vecinos molestos con
los sonidos no deseados que se cuelan en sus casas. No hay
controles rutinarios.
“Las mediciones se hacen normalmente en el dormitorio del
vecino que requiere el servicio”, explica Otero, “porque
normalmente se actúa por la noche por ruidos de pubs u otros
vecinos, que no les dejan dormir”.
El instrumento estrella de la patrulla del ruido es el
sonómetro, un sofisticado aparato que mide cualquier
decibelio de cualquier fuente sonora. El modelo que poseen
las distintas policías municipales es el SC-20, “seguramente
el mejor que hay ahora en el mercado”, explica.
“En un dormitorio están permitido shasta 30 decibelios por
la noche y 35 por el día, mientras que en otras estancias de
la casa se permite más ruido”, señala el agente, “como en el
salón, que puede llegar a los 35 por la noche y a los 40 por
el día”.
El Servicio de Metrología –que también lleva los controles
de velocidad y los de alcoholemia– realiza siempre dos
mediciones, como mandan las ordenanzas, una con ruido
durante diez minutos y otra sin ruido durante otro periodo
igual de tiempo, por lo que tienen que acudir al pub o a la
casa del vecino para pedir que guarde silencio durante 600
segundos para que el sonómetro capte el nivel de ruido
situado en el centro de la habitación, a una altura de entre
1,20 y 1,30 metros y orientado hacia la fuente de sonido.
Luego, la habitación se vacía de gente y un policía se
queda, silencioso, siempre por detrás del sonómetro.
El medidor de ruidos, pues, va colocado sobre un trípode y
conectado a un ordenador portatil que registrará todas las
evoluciones del sonido: decibelios que decidirán si se
tramita la sanción o no.
El policía local evoca una noche que el sonómetro llegó a
los 75 decibelios en un piso contiguo a una fiesta casera,
al que acudió tras una lluvia de llamadas de vecinos
indignados.
Otero recuerda que “el otro día actuamos por la demanda de
una señora que decía que el aire acondicionado de un pub
estaba muy fuerte y tuve que ir a pedir que lo pararan para
hacer la segunda medición”.
Aparecer uniformado a las tantas de la mañana por un pub a
cortar la fiesta no parece que vaya a ser una tarea
demasiado agradable. “Hay veces que son amables y otras no”,
nos indica el agente, que comprende que “al que está tomando
una copa no le gusta que le tenga que levantar; y cuando
tienes un par de copitas ya no comprendes igual”.
A este respecto, Otero señala que “te lo tienes que tomar
con calma”, pero afirma que muchas veces ha ido de paisano a
tomar una copa en un pub que ha tenido que denunciar y “no
pasa nada, porque el dueño sabe que es mi trabajo y lo
comprende”.
De todas formas, el agente opina que esta unidad policial
debería realizar su trabajo de paisano, “porque muchas veces
tienes que hacer la medición del ruido de un pub y el portal
de la vivienda está al lado o es el mismo, por lo que cuando
nos ven bajan el volumen de la música o paran su actividad”.
Así, Otero señala que en otras ciudades, como Sevilla, los
agentes de esta unidad ya van de paisano.
Después de hacer las mediciones, los cinco miembros del
Servicio de Metrología realizan un completo informe con
todos las registros hechos por el sonómetro.
Respecto al ruido que desprenden los vehículos, Otero
reconoce que apenas se actúa, a no ser que “se observe una
moto o un coche con escape libre, en cuyo caso se le da el
alto y se procede a medir los niveles de ruido”. Lo que es
una operación más complicada, ya que hay que llevar el
vehículo a una explanada sin ruido para poder hacer
correctamente la medición.
El sonómetro no puede fallar, motivo por el cual anualmente
se lleva a calibrar a Madrid, al Centro Español de
Sonometría.
No obstante, antes de empezar la medición “se hace siempre
un calibrado con el correspondiente calibrador, que emite un
par de frecuencias, una más alta que otra y que tiene que
dar unos niveles determinados, porque sino sabemos que no va
bien”.
De todas formas, el Servicio de Metrología de la Policía
Local lo tiene todo previsto para no quedarse sin perseguir
ningún ruido. Así, en el caso de que uno de los sonómetros
falle, algo que no suele ser habitual, tienen otro aparato
de reserva, por lo que vuelven al cuartel de la gendarmería
municipal y continúan su lucha contra el ruido en una de las
ciudades más acústicamente saturadas de España.
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“Algo falla cuando un local sigue molestando pese a ser
denunciado”
El agente Carlos Manuel Otero, del
Servicio de Metrología, tiene claro que “algo falla, o
nosotros o la Administración, cuando un establecimiento
sigue molestando pese a las reiteradas denuncias”.
No es la única queja que tiene el policía, que espera que
Ceuta se ponga algún día a la altura de la Ley del Ruido
española y de la directiva europea, ya que las ordenanzas
municipales datan de 1993.
“Habría que hacer una ordenanza nueva en base a las nuevas
leyes que se aprobaron”, explica Otero, quien señala, por
ejemplo, que en la ciudad autónoma no hay mapas de ruido.
“Si los hubiese sabríamos seguramente que el Poblado
Marinero debería ser ZAS –zona acústicamente saturada”,
explicó el dedicado policía municial.
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