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OPINIÓN - SÁBADO, 20 DE OCTUBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

La exposición de Fito Carreto
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Coincido con Beatriz Lamenca en el Museo de Las Murallas Reales. Hemos acudido a ver la exposición fotográfica de Fito Carreto: un portuense a quien el escenario le sigue pareciendo singular. De ahí que no se canse de recomendar su visita a quienes desconocen tales murallas.

A Beatriz se le enciende la mirada de satisfacción en cuanto aprecia la calidad de lo expuesto. Ternura, fuerza, elegancia del blanco y negro..., dice ella. A mí se me ocurre recordarle que la obra de Fito refleja el claroscuro de las corridas del que tanto se ha hablado. Y del que hacía mención el maestro Cañabate, cuando se refería a la claridad del toro dócil, y a la oscuridad del toro fiero.

Fito Carreto es todo un personaje. Y como tal se comporta ante quienes le acompañamos en un día tan esperado por él; pues desde hace mucho tiempo deseaba darnos a conocer 35 fotografías basadas en motivos taurinos, en un sitio que a él le tiene sorbido el seso. Motivos que suelen escaparse de la vista de los espectadores.

Beatriz, fotógrafa ceutí, también premiada por su obra, lleva consigo su catálogo de fotografías, llamado Habana Trinidad 2003. Es su regalo para quien nos muestra lo que él define como gente que se ha quedado a mitad de camino en esa locura de querer ser matador de toros y se han conformado con formar parte de la fiesta desde posiciones subalternas pero imprescindibles para la tauromaquia.

Fito Carreto nos introduce en un mundo donde si la tragedia no estuviera siempre presente, seguro que habría lugar para la risa en algunos momentos donde los ritos transforman las facciones de los actuantes. Pues bien, esos momentos, cruciales en la fiesta nacional, los ha captado el artista de El Puerto de Santa María de forma extraordinaria.

Mozos de espadas inmortalizados en situaciones expectantes. Uno corriendo por el callejón con el estoque en la mano para que no se demore ni un minuto más la suerte suprema por parte de su maestro. Otro atento a percibir entre barreras algún runrún o algún comentario acerca de su matador. Allá un picador que se viste despaciosamente, con artilugios protectores, mientras su mirada perdida nos recuerda al hidalgo don Quijote.

En la exposición de mi paisano, Fito Carreto, no falta el torero que plasma el símbolo de la cruz en la arena, antes de iniciar el paseíllo; ni tampoco la severidad en los rostros de los empleados de la plaza; ni el homenaje a la muerte de un monosabio. Fotografías conseguidas en una plaza de toros que ha entrado en la leyenda.

Tampoco se pierdan, si acaso deciden darse una vuelta por el Museo de las Murallas Reales, observar con detenimiento las figuras de esos muñecos rotos que Fito nos presenta en las peñas taurinas. Tipos que quisieron ser figuras del toreo y ni acomodadores llegaron a ser.

Cuando salimos del museo, Beatriz Lamenca me dice que la obra de Fito Carreto es admirable. Y es entonces cuando surge la pregunta: ¿Quién es Fito?... Es, Beatriz, el hijo de un gran amigo mío; un amigo que se llama Alfonso Carreto. Alguien con un saber estar que servía de referencia para quienes lo frecuentábamos hace ya varias décadas. Más o menos las que lleva triunfando su hijo en un menester tan caro para ti. Y allá que seguimos hablando del personaje del día en Las Murallas Reales: Alfonso Carreto, “Fito”.
 

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