Sigo en capilla, me hacen pruebas que no se todavía si son
aceptables o para mandarme al jarrón decorativo, que suelen
ofrecer las empresas de pompas fúnebres, después de pasar
por el horno, copia exacta de los de Auschwitz (Polonia), en
un sofrito de cuerpo entero.
Mientras venía para el hospital, una noticia de la cadena
SER habla de la decisión de la Dirección General de Tráfico
de la Generalitat de Catalunya de limitar la velocidad de
los vehículos a 80 kilómetros por hora, con la peregrina
idea de reducir la contaminación, en los accesos a la gran
ciudad. Tanto en autopistas, autovías, carreteras de primer
orden y carreteras de tercera división.
He mencionado peregrina idea porque reducir la velocidad
para reducir la contaminación es una chapucería de primer
orden. Se ha sobredimensionado la importancia de los
vehículos que, según el estudio de no se sabe qué expertos,
a mayor velocidad más contaminan y que es el informe con el
que se sustenta el organismo ejecutivo. Lo cierto es que con
cálculos bien realizados, por el RACC, no disminuirá la
contaminación más del 3%, lejos del 12% que indican en el
informe.
La contradicción más flagrante de dicho informe radica en la
comparación de los camiones con los turismos: a más
velocidad de los primeros menos contaminación, lo contrario
que los turismos. Sin embargo, la reducción real de las
emisiones de gases es aún inferior, del 1,2%, si tenemos en
cuenta que ya circulan más del 40% de los vehículos a
velocidades inferiores a 80 km/hora.
Sabemos que la causa principal de la contaminación de aire
en el ámbito urbano no es la velocidad sino la congestión de
vehículos a su paso por el centro urbano. Si mejoraran las
condiciones de la congestión de vehículos, las ganancias en
término de emisión serían enormes, por lo que no es de
recibo reducir la velocidad en los accesos a las grandes
ciudades.
Mientras las autoridades debaten el límite de velocidad, un
joven y novato conductor circula a 175 km/hora por una
carretera local de la comunidad catalana, en un tramo
limitado a 100. Cuando es detenido se descubre que, aparte
de que es un novato, anda bebido y drogado. Ello confirma la
tendencia de los Mossos d’Esquadra de ejercer con rigor sus
actuaciones en las carreteras. De hecho, cuando yo viajaba
por la autopista del Maresme dirección a mi antigua casa
pude constatar la rigurosidad de los controles de
alcoholemia que efectúa el cuerpo de seguridad catalán y
supe que del 11 al 14 de octubre realizaron más de 1.400
controles con más de 60 denuncias por alcoholemia positiva.
¡Ojo al dato!, aquellos conductores que deseen visitar
Catalunya… que beban agua.
Cambiando de tercio, veo que Mariano Rajoy no se raja al
soltar un farol como la copa de un pino. ¿Desde cuando
asesora a Rodríguez Zapatero? ¿Es que los socialistas son
huérfanos de asesores? La declaración del patricio
dirigente, tipo Petronio, es totalmente incongruente y se
achaca hechos y dichos que ni de lejos creemos que así sean,
Eso de que “…Zapatero le ha dicho a Ibarretxe lo que yo le
pedí que dijera” suena más a guión del insigne Alfonso Paso
que a otra cosa. Tampoco encaja su peculiar forma de
entender al país como si fuera coto privado suyo, al
declarar “…es inaceptable. España no es negociable, espero
que Zapatero así lo entienda y actúe en consecuencia”. Pero
qué se ha creído éste político pepero. España… ¿cuál
España?, su actitud anula por completo su forma de ser y le
coloca en una postura difícil de aceptar para que sea
Presidente de todos los españoles. Las descalificaciones ya
están en el orden de ser asumidas por el juzgado de guardia;
la falta total de respeto hacía el Presidente de la Nación
lo califica en las más bajas estofas de la política
nacional, digna de figurar en los anales de la Escopeta
Nacional y la intolerable intromisión que hace en los
asuntos del Estado lo llaman a tirar la toalla por su nula
capacidad de interpretar la política de los demócratas, en
la que prima el diálogo ante que los insultos. Si ese
político fuera mi jefe, saldría corriendo como si temiera
que la peste estuviera ahí. Odio a los que buscan
confrontaciones por mera ambición partidista olvidando al
resto de los ciudadanos, como si el voto de éstos no tuviera
valor alguno. ¡Más respeto, señor Rajoy, señores del PP! Si
quieren que les respetemos cuando gobiernen, que será nunca.
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