La irrupción de la figura de
Salvador de la Encina, mandatada por Madrid, para reflotar
el PSOE de Ceuta, puede ser una de las soluciones más
apropiadas si es que, en torno a él, se logra una
regeneración que culmine con un reforzamiento del margen
centro-izquierda ceutí capaz de ocupar el terreno perdido a
causa de batallas intestinas, que derivaron en 1999 en un
caos de tal magnitud que el partido de Daóiz no ha logrado
reconducirse pese a la llegada de la ahora ex secretaria
general, con su reducido grupo de acólitos, cerrando a cal y
canto el partido como medida para cauterizar las heridas de
la época GIL.
Que hay votantes de centro-izquierda no cabe duda. Sólo
echando un simple vistazo al apoyo que el PSOE obtuvo en las
Generales se percibe el hecho de que, en potencia, existe
una masa que sí está con el partido para el ámbito nacional
pero que no respalda la política emanada desde la sede ceutí
de Daóiz. Lo que motivó la salida ‘motu propio’ de María
Antonia Palomo; un gesto que le honra aunque dejó su semilla
e impronta para no terminar de irse nunca, según criticó el
llamado sector renovador.
Salvador de la Encina tiene en sus manos la ‘olla y los
ingredientes’ para reestablecer el orden y la unidad en un
partido que también debe estar fuerte para Ceuta. PSOE y PP
aunque rivales en la arena política, se necesitan.
Las grandes cuestiones que afectan al futuro de la ciudad y
de los ceutíes deben tratarse con el consenso similar al que
debe sucederse ante las llamadas cuestiones de Estado. No
está Ceuta en disposición de soportar luchas derivadas de
desencuentros políticos.
PP y PSOE deben tener esa altura de miras para con Ceuta, de
la suficiente solvencia, como para queel desarrollo de la
ciudad no sufra vaivenes en función de quien gobierne
[distinto o no] en Madrid. Salvador de la Encina sí parece
tener ese pragmatismo necesario tanto para el PSOE en estos
delicados momentos, como para Ceuta. Veremos.
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