Claro como el agua”, trataba de
autoconvencerse (y convencernos) en su comparecencia el
martes ante la prensa José Luís Rodríguez Zapatero,
Presidente le guste o no de todos los españoles tras
recibir, con unos honores nunca antes vistos hacia el
representante de una Autonomía, a un lehendakari
secesionista que salió por la puerta grande con ínfulas de
Jefe de Estado, convencido de estar ganando el pulso y a los
hechos podemos remitirnos. Se ha escrito ya de casi todo,
pero permítanme subrayar tres puntos: primero la carrera
cuesta abajo emprendida, de forma irreversible, por un
desleal Ibarretxe; segundo las cada vez más cercanas
elecciones; tercero, la necesidad para el proceso
separatista de mantener, en La Moncloa, al actual titular.
Y matizo: no ya a los socialistas en su conjunto, no, qué
va; a Zapatero vestido de él mismo, con su talante, sus
evasivas e incertidumbres, su notoria falta de modelo claro
de Estado. Sabemos de donde partimos pero, ¿hacia donde nos
quieren llevar….?
Pese a los ríos de tinta vertidos echo en menos algunos
análisis, tanto a nivel interno, de España, como del
contexto internacional. En cuanto al primero dos detalles
importantísimos: Ibarretxe es quien es, “Lehendakari” y
ejerce como tal en función de la Constitución: sin nuestra
Carta Magna, ni el titular de la Autonomía del País Vasco ni
de ningún otro lugar de la geografía española es nadie; por
otro, la misma Constitución recoge en su articulado las
condiciones necesarias para anular, desde la legalidad y
legitimidad constitucional más ortodoxa, procesos
independentistas de cualquier signo. Lo recordaba no hace
mucho un socialista, Alfonso Guerra. En el plano de la Unión
Europea, otro comentario: no es admisible la creación de
ningún Estado de nuevo cuño; y en cualquier caso, España
podría jugar ahí todas sus bazas acabando de un plumazo,
antes o después, con las ridículas pretensiones soberanistas
de vascos, catalanes, gallegos o andaluces.
Ya en tierras magrebíes, donde asientan sus reales dos
antiguas y honrosas Plazas de Soberanía reconvertidas hoy en
Ciudades Autónomas, creo que procede apuntar algunas líneas
maestras: al margen de la evolución del contencioso con
Gibraltar (que ni histórica, ni política, ni
diplomáticamente hablando guarda parecido alguno con Ceuta y
Melilla), que el Reino de Marruecos sigue puntual y
atentamente, cualquier iniciativa mínimamente secesionista
en el norte de España tendría su eco amplificado a este lado
del Estrecho.
Recuerden, sin ir más lejos, los apoyos del nacionalismo
vasco, catalán y gallego a la política lingüística de la
actual formación política UDECE-IU. Por otra parte el actual
desmadre autonómico (¡ay aquél “café para todos”!) de la,
para Marruecos, “modélica Transición española”, arruina las
perspectivas de la tibia descentralización regional planeada
desde Rabat. Como dice el proverbio, “cuando las barbas de
tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. ¿El futuro
del Sáhara?: quizás sea, en todo caso y ya veremos cómo, la
única excepción a la regla. Pero en el Rif ya pueden ir
enterrando sus ilusiones.
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