Anteayer a media tarde Mohamed VI
presidió en Rabat el nombramiento del nuevo gobierno
dirigido por un viejo “aparatchik”, Abbas El Fassi, en el
que el soberano alauí ha reforzado su poder de elección
superando la tradicional designación de los cinco “ministros
de Soberanía” (yo diría que han sido hasta diez,
seleccionados por el consejero real Abdelaziz Bellekih),
optando por una clara línea “continuista” (Benmussa y Taufik
siguen al frente de Interior y Asuntos Islámicos) y
ascendiendo al segundo de Exteriores bajo el gobierno Yettú
(Taieb Fassi Fihri) a la cabeza del ministerio. De las 34
carteras (incluyendo al Primer Ministro) tan solo 24 son
“caras nuevas”, entre las que habría que incluir seis de las
siete mujeres presentes (se mantiene la “istiqlalí” Yasmina
Badu como ministra de Sanidad) en lo que supone un
significativo gesto en lo que atañe a la representación
femenina (casi ¼ parte), en la que bien pudiera haber tenido
influencia la largo mano de Fuad Alí El Himma pues una de
las nominadas para el ministerio de Juventud y Deportes en
representación del RNI, la ex atleta Nawal El Mutawakil, ex
campeona olímpica, apoyó abiertamente la candidatura de El
Himma para el Parlamento. También habría que considerar la
presencia, en detrimento de los partidos tradicionales (9
carteras para el Istiqlal, 7 para el RNI, 5 para la USFP y 2
para el PPS), de 10 ministerios (y de los más importantes)
sin afiliación político-ideológica clara, lo que por estas
tierras llaman SAP (acrónimo de “Sin Pertenencia Política),
novedad en las últimas elecciones y que inducen a pensar
que, en muchos casos (en algún otro ni por asomo), contarían
con una previa simpatía real. A excepción del RNI, las otras
tres formaciones presentes en el gobierno pertenecen a la
“Kutla” (Bloque Democrático), coalición que formaba parte
del gobierno saliente y a la que parecen haberse incorporado
los tecnócratas del RNI (cuarta fuerza política), con un
diputado en Tetuán y los más votados (extrañamente por
cierto, no tiene sentido) en la provincia rifeña de
Alhucemas.
Por lo demás, han quedado fuera de juego no ya solo los
islamistas moderados del PJD (Partido de la Justicia y el
Desarrollo), sino también el MP (Movimiento Popular),
formación de impronta beréber, que pasan a encabezar esa
“oposición constructiva, positiva y responsable” tal como
fue definida el pasado viernes 12 por Mohamed VI al
inaugurar el curso político en el Parlamento. No parece
probable una “unidad de acción” de la misma (con 46 y 41
escaños respectivamente), a modo de “pinza” y con un
potencial y considerable peso político, pues ideológicamente
“islamistas” y “bereberes” son más bien polos opuestos; de
hecho y basta con echarle una mirada al mapa electoral, sus
áreas de influencia son excluyentes y, precisamente, las
amplias áreas rurales y berberófonas son la “asignatura
pendiente” de los hombres y mujeres del PJD liderados por el
sensato Saâd El Othmani.
La estabilidad política del Reino es un valor de suma
importancia, sin duda, pero ya he apostado alguna cena (¡y
ojala tenga que pagarla!) a que el flamante gobierno de
Abbas El Fassi hace aguas a mitad de singladura, abriendo
las puertas a nuevas opciones.
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