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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 17 DE OCTUBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El malhumor de Imbroda
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Desde hace unos años nos venían diciendo que Imbroda y Vivas se habían conjurado para defender conjuntamente todas sus reivindicaciones ante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Que habían hecho una especie de hermanamiento de sangre para caminar ambos en la misma dirección. La idea era poner en práctica el lema Tanto monta.

Pero ambos presidentes, y sus correspondientes corifeos, no cayeron en la cuenta de algo que es de suma importancia cuando se trata de negociar intereses con un tercero en discordia y con capacidad suficiente para manejar el ritmo de los acuerdos y las concesiones dentro del libre albedrío que le otorga el poder ministerial. Digo que no cayeron en la cuenta de lo mucho que ayuda a los negociadores el esgrimir buen talante (Ojo: buen talante no significa sumisión o decirle al ministro a mandar que para eso estamos).

Y en ese aspecto, es decir, a la hora de hacer de anfitrión con los visitantes del partido socialista, Juan Vivas Lara ha jugado su papel de manera ejemplar. Su recibimiento al presidente del Gobierno fue digno de encomio. Supo estar a la altura del acontecimiento y actuó con la finura que se le pedía a quien está obligado, en situaciones así, a ser lo que debe ser: presidente de todos los ceutíes y no alguien malhumorado ante un adversario para recordarle que está haciendo de tripas corazón por estar a su vera.

Ni que decir tiene que ese mismo saber estar lo ha ido exhibiendo el presidente de la Ciudad ante los ministros que han ido arribando a la ciudad. Así como con otros cargos de menor rango. Y, desde luego, me consta que tanto Jordi Sevilla como Jesús Caldera salieron siempre satisfechos de sus encuentros con quien se ha convertido en marca de la “casa caballa” y no en un producto del Partido Popular.

Un producto del PP es, en cambio, Juan José Imbroda. Quien parece que gusta de poner cara de maldito cuando le toca sentarse a dialogar con una autoridad del partido rival. Da la impresión de que el presidente de Melilla necesita demostrar que es más de su partido que nadie. Tal vez porque procede de una agrupación localista y ya sabemos la cantidad de tonterías que se larga, desde el localismo, contra los dos grandes partidos.

Imbroda, por mucho que les disguste a sus seguidores, pone cara de apretado en cuanto tiene enfrente a un gerifalte socialista. No lo puede remediar. Es superior a sus fuerzas. Y ese desagrado, ese mirar con asquito al ministro de turno o al propio ZP, se clava como una daga en el costado de los visitantes. Y, claro, luego se propala la mala nueva: “Oye, si vas a Melilla vete preparando para soportar los desaires del presidente de la Ciudad. Nada que ver con el modo de comportarse del de Ceuta. Un tío bien distinto y con quien da gusto compartir un rato de charla”.

Estando así la situación, no me extraña que Juan Vivas haya decidido estrechar la mano del Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales y firmar los acuerdos oportunos, sin pararse a pensar que su amigo Imbroda prefería enfrentarse con el Gobierno Central hasta nueva orden. Lo cual ha desembocado en la suspensión de lo que llaman, de manera cursi y pomposa, cumbre bilateral. Que sea por mucho tiempo. El tiempo que aprenda Imbroda a negociar con la sonrisa en la boca y el buen talante por sistema.
 

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