Al santo de mi devoción le pido
cada mañana, nada más abrir los ojos, que haya un tema al
cual pueda yo sacarle punta a fin de ganarme mi jornal como
columnista. Y mi invocado debe estar muy contento conmigo
porque, días atrás, me puso por delante un chollo al que he
le sacado todo el rédito posible sin caer en el redoble de
tambor. Me estoy refiriendo al cierre por fumigación del
partido socialista de Ceuta, durante varios meses. Y cuando
ya pensaba que había cubierto el cupo de mis opiniones en
relación con lo acontecido en la calle de Daoíz, hete aquí
que sale a la palestra Basilio Fernández, una vez
más, para contarnos que María Antonia Palomo es más
mala que la madrasta de Blancanieves. Y que ella es la causa
de todos los males que aquejan a los socialistas de esta
tierra.
Basilio Fernández tiene muy mala suerte con las compañeras
en cuestiones políticas. Quién no se acuerda de cuando era
presidente de la Ciudad y una mujer le hizo lo mismo que
otra le haría, al cabo de los años, a Antonio Sampietro.
Que lo dejó vestido de dulce pero sin cargo. Por
consiguiente, como diría Felipe González, no me ha
extrañado que Fernández haya largado de lo lindo contra la
señora Palomo. La ha puesto como chupa de dómine. Vamos, que
se ha cebado con ella. Ha tratado, sin duda, de amortajarla
políticamente. Pero ha cometido un error imperdonable en
alguien que aspira todavía a hacerse notar en las
alcantarillas del poder: nos ha descrito a la ex secretaria
general como una mujer con capacidad suficiente para que
todos los barones del PSOE le coman en la mano. En suma: que
ni pagando hubiera tenido ella la oportunidad de hacerse
semejante propaganda.
Por lo que propala BF, uno colige que María Antonia Palomo
llama al Palacio de La Moncloa y el presidente deja incluso
de jugar a baloncesto para ponerse al teléfono. Y ya no
digamos si se le ocurre echar una parrafada con María
Teresa Fernández de la Vega. A la vicepresidenta se le
encienden los mofletes y tarda un suspiro en ponerse al
aparato y decirle a la secretaria que no está para nadie
hasta nueva orden.
Con Cristina Narbona para qué contarles... ¡Madre
mía!: la ministra de Medio Ambiente lo primero que hace al
llegar a su despacho es ponerse en contacto con su amiga de
Ceuta. Y es que conversar con la caballa, pues la suele
nominar así, le insufla ánimos suficientes para trabajar con
una fuerza inusitada todo el día. Le pasa, cambiando lo que
haya que cambiar, algo parecido a lo que le suele ocurrir a
Pepe Bono: que es ver a María Antonia y derretirse
como una arropía puesta al fuego. ¿Qué tendrá la señora
Palomo?... Según Fernández es una encantadora de serpiente.
Una especie de Shamira que baila la danza del vientre
como nadie. Y, claro, ante ella, Manolo Chaves pierde
los papeles y se pone a su entera disposición. Un caso
similar al de Jesús Caldera: a quien cuando se le
habla de María Antonia la ve como la futura delegada del
Gobierno de una Ceuta necesitada de una mujer de rompe y
rasga para hacer posible que el partido vuelva a recobrar el
pulso.
Lo que ha contado Basilio Fernández, pues, con ánimo de
echarle a María Antonia la plebe encima, se ha convertido
para él en efecto bumerán. Puesto que ahora sabemos que la
ex secretaria general no mentía cuando aireaba que hablaba
con ZP como lo podía hacer con el vecino del quinto. ¡Qué
poderío, señora!
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