La unidad frente al terrorismo se
ha convertido en palabra que suelen pronunciar todos los
dirigentes democráticos, unos por verdadera creencia y otros
por necesidad de lo que representan y han jurado. Lo nefasto
es que esa voz hoy en España, más tímida que animosa,
también tiene diversas tonalidades y timbres. Algunas no
pasan de ser un mero murmullo, cuando las circunstancias
exigen un verbo claro y hondo. Ya se sabe, por los años
vividos haciendo historia humana, que una nación sumisa,
atrapada por el miedo, sin habla, es una nación entregada a
la ciega locura, que camina sin ojos y sin brazos. Conviene
recordar que sólo en una nación de ciudadanos sinceros es
posible la unión. Tomen lección aquellos que concurren a la
formación y manifestación de la voluntad popular, y
aplíquenla en su diario de vida ciudadana.
Ya me dirán qué libertad es esa, qué para hacer política en
una parte de España haya que llevar escolta. Fruto de este
desbarajuste de transmisiones, tan desconcertante como
disgregante, de dicciones a media voz, de decir y
desdecirse, de ahora hacer cumplir la ley y mañana no, las
instituciones del Estado español se han debilitado como
nunca, en parte, porque la ley de leyes ha dejado de ser
gramática de uso común en las diversas nacionalidades y
regiones, además de ser de obligado cumplimiento.
La desunión nacional es tan evidente que el doce de octubre
puede ser un buen día, ha de serlo por encima de todas las
discrepancias políticas, para que la voz del pueblo tome
nuevamente el valor democrático que le pertenece, pues de él
emanan todos sus poderes, y lo haga con las más jubilosas
fonéticas castellanas que todos los españoles tienen el
deber de conocer y usar, bajo la gozosa fiesta de la
palabra, que no es otra, que el gozo de celebrar todos a una
que somos nación y que nos alegremos de serlo, bajo ese
carácter hispano que nos identifica y universaliza, abiertos
a todas las razas y culturas.
El terrorismo impone su agenda cuando sabe que las
instituciones del Estado están fragmentadas como acontece
actualmente. Por eso, pienso, que a la sombra de la fiesta
nacional, se puede alzar una voz más auténtica de unidad. En
realidad, conmemoramos el carácter genérico de todos los
pueblos de lengua y cultura españolas unidos. Un buen espejo
para ver otros horizontes. Téngase en cuenta, que la unidad
es motor de diversidad, y la diversidad en la unidad ley
natural. Sin duda, una acertada ocasión para propiciar
encuentros de reflexión, cooperación y diálogo entre
demócratas, con el fin de superar el miedo que incriminan
los sembradores del terror y construir una coexistencia
española más libre y menos violenta. Como dijo una voz
agustiniana en otro tiempo: “En las cosas necesarias, la
unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la
caridad”. Bajo idéntica estela, yo también proclamo en voz
alta la hispana libertad de pensamiento en la cuota
ciudadana que me corresponde, y no diré que muera el que no
piense como yo porque no es mi estilo; pero, por favor, que
al menos nadie embista sin pensar.
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