LUNES. 8
Sentados a una mesa, los que participamos del aperitivo en
el restaurante La Pérgola, tratamos el asunto que no ha
dejado de estar de actualidad: la muerte de Antonio Puerta.
Se habla de cómo Telecinco ha abierto un debate donde todos
los interlocutores más que hablar gritan y confunden a los
telespectadores. Es entonces cuando sale a relucir las
deficiencias del deporte español, y concretamente del
fútbol, en cuanto a los chequeos que deben pasar los
jugadores. Reconocemos, como no podía ser menos, que la
medicina deportiva ha avanzado mucho. Aunque sólo se viene
aplicando en los clubs grandes. Y a veces ni eso... Es
cuando a mí se me ocurre contar la historia del futbolista
de la Asociación Deportiva Ceuta que pudo perder la vida por
estupidez suya y por negligencia de los directivos de esa
época. Todos los presentes preguntan por el nombre del
futbolista y hablamos de él con la tranquilidad de saber que
tuvo una magnífica recuperación.
Martes. 9
Alfonso Blanco, muy conocido como Fito, pasea acompañado por
su amigo de la infancia: Francisco Ruiz. Ambos se paran
conmigo y pronto nos cunde el cachondeo. Pero hete aquí que
Fito, en un santiamén, se pone a contarme sus penas. Que son
las penas de un deportista acostumbrado a ganar títulos
nacionales en lo suyo: disparar a todo lo que se mueva por
las alturas. Y es que le han cerrado la Sociedad de Tiro de
Pichón y se ha quedado sin sitio en el cual entrenarse.
Francisco Ruiz, siempre dispuesto a ser solidario y, mucho
más, con su amigo del alma, le cede la azotea de su casa
para que haga prácticas. La propuesta va encaminada a
quitarle yerro a la desilusión que impera en AB. Pasado el
primer momento de apuro, decidimos cambiar de tercio y nos
ponemos a hablar de otro asunto. Mas éste lo voy a silenciar
para que luego, con su habitual socarronería, no me lo eche
en cara Miguel Ángel Vallejo. A quien parece no gustarle
mucho que yo le cargue la suerte al deán del periódico donde
gusta de figurar su amigo Manolo Mata. Ah, se me olvidaba:
tanto Alfonso como Paco se cuidan el cutis con babas de
caracol. Así cualquiera: pues no se les arruga la cara ni
poniéndose en la solanera.
Miércoles. 10
El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, está siendo atacado
por el periódico decano. Hacía mucho tiempo que El Faro no
arremetía contra alguien a quien se ha mimado siempre en esa
Casa. Ya que las relaciones entre Rafael Montero y Vivas
fueron muy estrechas cuando el primero manejaba la política
del Ayuntamiento a su aire y el segundo era un funcionario
que se veía obligado, en ocasiones, a tragar quina. Sin
embargo, en cuestión de días, hemos podido apreciar cómo El
Faro le zurra la badana al presidente a ver si a éste se le
afloja el pulso y ello hace posible que le adjudiquen una
señal de televisión digital terrestre a RM. A Rafael Montero
le ha vuelto a dar la manía de ser más localista que nadie.
Lo cual no le impidió, en su momento, salir a la península
en busca de nuevos horizontes empresariales. Y estaba en su
perfecto derecho de trajinarse todo el Levante oriental con
sus dineros para crear negocios y ofrecer puestos de
trabajo. Los mismos derechos que tienen quienes vienen de
afuera a conseguir lo que el dueño de El Faro persigue con
ahínco, malos modos y torpeza ilimitada.
Jueves. 11
Hallo a Emilio Lamorena en la plaza de Azcarate. Y confieso
que me causa alegría toparme con él para disfrutar de esa
recuperación física que ha tenido. Lo hacemos hablando. Que
es la mejor forma que tenemos de entendernos. A Emilio,
socarrón de altos vuelos, le gusta tirarme de la lengua para
saber cómo esta el patio. Y allá que nos ponemos a canjear
cromos. Los dos somos ya veteranos en el arte del
intercambio de estampitas. Solemos colarnos algunas
repetidas. Pero ambos lo soportamos sin rechistar. Sin hacer
el menor gesto de contrariedad. Haciéndonos el lipendi.
Emilio me ha ido ganando para su causa y me tiene siempre a
su disposición.
A mí me agrada sobremanera verlo reír nuevamente. Porque me
consta que lo pasó muy mal. Eso sí, la suerte en forma de
esposa le hizo luchar denodadamente para estar entre
nosotros y para que yo sepa que en cuanto nos vemos me sale
gratis la terapia de la risa. Menuda suerte la mía.
Viernes. 12
Es el día de la Fiesta Nacional y, tras mi caminata de
rigor, me quedo en casa enfrascado en mis lecturas y, sobre
todo, dando cumplimiento al compromiso que tengo contraído
con este periódico. Me consta que muchas personas, debido a
su ideología, siguen llamando desfile de la Victoria a la
parada militar que se está celebrando en el paseo de la
Castellana de Madrid. De aquellos desfiles, y en vista de
que nunca fui muy dado a presenciarlos, recuerdo yo lo bien
que me lo pasaba disfrutando con los conocidos de turno
lejos del sitio en el cual Franco se veía entrando
nuevamente en un Madrid del que la Pasionaria decía No
pasarán. Con el transcurrir de los años, treinta
concretamente, uno creía que jamás volvería a ver un
enfrentamiento tan feroz como inútil, entre españoles por
culpa de los símbolos. Yo confieso que soy un español que
suele emocionarse en actos donde, imprevistamente, suenen
himnos y ondeen banderas. Pero nunca estaré dispuesto a
profesar de nacionalista de nada por decreto. Porque así lo
quieran unos políticos, de las siglas que sean, ávidos de
ganarse los votos explotando la sensiblería ciudadana.
Sábado. 13
Al suspenderse la Liga en la División de Honor, debido al
partido de España en Dinamarca, mañana, hoy para ustedes,
podré ver jugar a la Asociación Deportiva Ceuta con el Écija.
A propósito: tengo la impresión de que a Diego Quintero le
ha sentado mal lo que yo escribí acerca de una conversación
mantenida con él. De ser cierto lo que digo, me vería
obligado a pensar que el entrenador local se perturba
incluso si lo que escribo es con el fin de ayudarlo en su
cometido.
Mucho me temo que nuestro hombre esté mediatizado por
quienes lo rodean y le cuentan que no es conveniente que
intercambie impresiones conmigo cuando coincidamos. Aunque
sea de higos a brevas.
De cualquier manera, sepa el técnico sevillano que a mí
escribir de fútbol no me apetece en absoluto. Y si hablé de
él, en dos o tres ocasiones, fue con el único objeto de
hacerle al artículo. Vaya, pues, el aviso: uno debe tener la
personalidad suficiente no sólo para reclamar apoyos, en
momentos concretos, sino también para elegir a las personas
con las que desee conversar. Coda: El campeonato es largo y
las dificultades muchas. Cuidado, por tanto, con actitudes
de mal tono.
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