Me lo presentó un día María
Antonia Palomo. Fue hace ya más de un año cuando este
ceutí me estrechó la mano como mandan los cánones y me di
cuenta, inmediatamente, de que su mirada clara inspiraba
confianza. Y encima me confesó el hombre que tenía la buena
costumbre de leerme. Así que me dije para mis adentros: de
Salvador de la Encina no hablo yo mal aunque
decidiera presentarse a unas elecciones para competir con
Juan Vivas.
Y, créanme, que no es por miedo a que el diputado socialista
por Cádiz, caso de presentarse a unas elecciones autonómicas
en esta tierra, pudiera poner en peligro la marcha triunfal
de nuestro presidente de la Ciudad, sino porque me da a mí
en las pituitarias que De la Encina es lo suficientemente
inteligente como para saber que su cometido en Ceuta no pasa
por aceptar ninguna candidatura.
Sin embargo, Francisco Antonio González, el
parlamentario popular que siempre está de guardia, ha retado
al diputado socialista a que, debido a que ahora es el
presidente de la Gestora de su partido en Ceuta, se presente
en las próximas elecciones generales por esta ciudad. Con lo
cual está poniendo en duda el bien pensar de alguien que
forma parte de esa minoría política cuya credibilidad aún se
mantiene intacta entre una sociedad cada vez más descreída
al respecto.
Salvador de la Encina, no se olviden ustedes de que es un
ceutí que viste ropajes de gran formación profesional y que
goza de un prestigio ganado a pulso por actuaciones que le
fueron encomendadas y que finalizaron con notable éxito. En
Algeciras consiguió sacar del abismo al partido socialista
del cual es presidente en la actualidad. Una labor que
tratará de repetir en su tierra. Aunque bien difícil lo
tiene. De cualquier manera, y en vista de que la tarea que
le han asignado está etiquetada como caso perdido o misión
casi imposible, poco tiene que perder el diputado y sí mucho
que ganar.
Ahora bien, el problema de Salvador de la Encina no está en
que su capacidad de trabajo, sus conocimientos, y ese don de
gentes que le permite ganarse la confianza de unos y de
otros en el menor tiempo posible, no sean aportaciones
suficientes para si no conseguir un milagro sí para que el
socialismo ceutí, al menos, no sea incinerado. El problema
de nuestro hombre está en que si ya carecía de tiempo, en
vista de sus muchas obligaciones, ahora puede que acabe
incluso renunciando a ser el presidente de esa Comisión
Delegada de la calle de Daoíz que ha de estar en permanente
contacto con la de Ferraz. Una renuncia por fuerza mayor.
Me explico: navegando por internet he leído que sus
compañeros y amigos, que por lo visto son legión, lo están
ya felicitando porque le aseguran que será nombrado, de
manera inminente, director General de la Guardia Civil. Y
habrá que creérselo. Máxime cuando De la Encina se ha
permitido confesar que tiene posibilidades. Algo que los
candidatos propuestos para cargos de importancia se guardan
mucho de airear si no quieren verse defenestrados antes de
tiempo por irse de la mui. De modo que ya veremos lo que
ocurre. De hacerse realidad el nombramiento, mucho me temo
que el PSOE sufra otro varapalo. Y, desde luego, sería una
tragedia que Enrique Moya se quedara solo ante el peligro.
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