Sacado del libro escrito a máquina y en papel “cebolla” por
Virginia Vacca que nuestro padre guardaba y que data de
1941, nos encontramos un relato de la vida, hechos y
actuaciones de la historiadora, arqueóloga o ¿espía del
Servicio de Inteligencia Inglés? Gertrudis Bell ‘La Irakiana’
y nos hemos permitido entresacar los datos mas relevantes y
agregar algún que otro comentario a quien por su actuación,
dedicación y amor a las tierras árabes de la Mesopotamia, es
merecedora del reconocimiento mundial dada la inmensa labor
de conocimiento del mundo árabe y de la arqueología en
particular que ella brindó, aun cuando estos hechos no se
hayan plasmado en libros o biografías ni tengamos
conocimiento de que figure en el catálogo de mujeres mas
sobresalientes de la historia de la humanidad, como así
creemos que hay que considerarla.
Con la asistencia del general De Gaulle el período de
relaciones anglo-árabes invita a recordar aquella época
cercana en el tiempo, pero muy distante ya en la historia,
en busca de figuras muy puras, surgiendo las del Rey Faisal
y, entre sus mejores amigos y colaboradores, quizás más
próxima a los árabes que a los ingleses, la de Gertrudis
Bell.
Según se comenta en la biografía que hemos consultado,
Gertrudis nació en 1968, hija de rico propietario de minas
de hierro, inteligentísima, equilibrada, enérgica, sencilla;
no era hermosa, pero si muy simpática. A los 21 años se
gradúa en Oxford y entra en sociedad. Baila, viaja, tan solo
piensa en disfrutar inteligentemente de la vida, siendo su
primer contacto con el mundo musulmán casual ya que su tío,
embajador en Teherán (Persia), la invita a pasar allí una
temporada, estudiando entusiasmada el persa antes de partir,
traduciendo más tarde en excelente verso inglés el
cancionero de Hafiz (titulo que se da al que sabe el Corán
de memoria). Después no escribió más poesías. Lo que se
conoce de su vida está en las “Cartas” publicadas por su
familia.
Se ha dicho que, poco después de su viaje a Persia,
Gertrudis perdió a su prometido. Esta tragedia, de ser
cierta, contribuyó a fijar una vocación que ya se fijaba:
soltera por temperamento. En sus cartas nunca habla de la
posibilidad de matrimonio. Los viajes, el estudio y más
tarde la política llenan fervorosamente su existencia.
A los 25 años, Miss Bell empieza a estudiar árabe. En 1900
hace sola una primera expedición turístico-arqueológica al
interior y visita la Transjordania, el Yebel Druso, Damasco
y Palmira. En 1903 da la vuelta al mundo aprendiendo un poco
los idiomas indostaní y japonés. La vocación viajera de
Gertrudis se ha consolidado y en las crónicas de sus viajes,
que hace siempre sola, con criados y camelleros árabes y
turcos, en medio de todas las dificultades y riesgos que
tales expediciones presentaban en la época otomana, destaca
su fibra infatigable, el carácter resuelto, el sentido
práctico, una gran cordialidad humana sin sentimentalismos,
la rapidez y seguridad de sus juicios y la viva sensibilidad
y el entusiasmo por todo lo que ve. De 1904 a 1914, Miss
Bell realiza grandes viajes arqueológicos por Anatolia y
Mesopotamia, por el desierto sirio, pensando en un viaje a
Arabia para el que se prepara estudiando cartografía y
astronomía. En 1913-14 va a Mail, la capital de los Al-Rachid
en viaje de 2.500 kilómetros a lomo de camello que duró
¡cuatro meses¡ no llegando a publicar nada de este viaje,
pero Hogarth, Alto Comisario Inglés, quien se lo había
sugerido, dice que había señalado pozos y puntos de agua que
hasta entonces no estaban indicados en los mapas, recogido
informaciones sobre las tribus que después fueron utilísimas
a Lawrence en su campaña de 1917-18. Había recopilado
informes políticos sobre Al Rachid y sus relaciones con Saud,
utilizados después durante la guerra. Este viaje marca
visiblemente el paso de Gertrudis de la investigación
arqueológica a la actividad política. En 1915, Hogarth, la
llama para que se encargue de hacer una relación de las
tribus de la Arabia septentrional y decía de ella que estuvo
encargada de interpretar todos los informes enviados al
gobierno británico desde la Arabia Central.
A los 48 años Gertrudis Bell investida por primera vez de
una gran responsabilidad, se siente de súbito en su elemento
y se entrega de lleno a la labor para la cual, sin saberlo
enteramente, venía preparándose desde hacía años y ocupa su
puesto entre aquellos que interpretan Inglaterra a los
árabes y los árabes a Inglaterra, obra que proseguirá hasta
su muerte. Una reserva comprensible impide a Gertrudis
escribir a los suyos ciertos detalles de su propia labor,
pero alguna que otra indiscreción aquí y allá lo dicen todo:
“estoy poniéndome en comunicación con Iben Rachid a quien es
importante mantener neutral, si no se pude hacer otra cosa
mejor…”. “Este es el trabajo que mejor resultado me da. No
es una obra que arreglará al mundo, pero vale la pena si no
fuera por mi no se haría”.
En 1917 los ingleses toman Bagdad y Gertrudis es destinada
allí con cargo de secretaria oriental del Alto Comisario Cox;
continua infatigablemente recogiendo datos, compilando
informes para Londres. Recibiendo visitas, entrevistándose
con personajes árabes, recibiendo a representantes de
tribus, muchos de los cuales son antiguos amigos que la
aprecian y la agasajan. Nadie parece sorprenderse de ver a
una mujer desempeñando este oficio de Secretaria del Alto
Comisario inglés. Después de trabajar febrilmente en clima
enervante y estando ya en 1916, la salud de Gertrudis se
resiente. Desde entonces hasta su muerte, cae enferma una o
dos veces al año, cada tres o cuatro años va a Inglaterra y
pasa casi todos los veranos en Bagdad, bajo el ventilador,
con el termómetro por encima de los cuarenta grados. Pero le
ha tomado cariño a Irak, que también se lo tiene a ella. Así
escribía: “estoy echando raíces en este país y no creo que
pueda disociarme ya nunca del todo de su suerte. Es
maravilloso sentirse rodeada por el afecto de todo un
pueblo”. Y en 1920: “Esta mañana, escuchando al Nakib Al
Ashraf, me subyugaba, como frecuentemente me ocurre, la
sensación de ser asiática, no menos que europea”.
Cada año que pasa crece en ella ese efecto y aumenta su
conocimiento del país, habiendo ya estudiado el modo de
hacer traducir los libros de tradiciones canónicas chiitas.
“Es de capital importancia en este país comprender
seriamente el fondo de la mentalidad chiita”. Mas tarde
profetizó “Si abandonamos este país, deberemos rectificar
nuestra posición en Asia. Perdido el Irak se nos irá también
inevitablemente Persia y después India”.
A principios de 1921 el Irak pasó del ministerio de la India
al de Colonias; en marzo Churchill convocó en El Cairo la
famosa conferencia que debía decidir la suerte del mundo
árabe para unos veinte años. Miss Bell tomó parte en ella;
se decidió poner a Faisal en el trono iraquí, dando comienzo
un período de trabajo intenso y de grandes esperanzas, dando
a entrever las cartas de Gertrudis muchas dificultades e
incertidumbres motivadas por el gobierno de Londres ya que
se quería imponer a Faisal que anunciara en su discurso de
investidura que el Alto Comisario es la suprema autoridad
del país, sosteniendo Faisal que si no es desde el primer
momento un soberano independiente, no se podría mantener a
raya a los extremistas.
Con frecuencia, Gertrudis ve más claro que su jefe y
valerosamente lo dice. Mientras el Alto Comisario atribuía
la antipatía de los árabes por el mandato a mala traducción
en árabe de dicha palabra, Miss Bell observa impertérrita
que “aquí la palabra “mandato” produce el mismo efecto que
la palabra “protectorado” en Egipto, afirmando sin miedo que
“nadie en el mundo podrá hacer funcionar un “mandato”.El
carácter de Gertrudis era el entusiasmo unido a la
perspicacia, en una armoniosa plenitud de vida. “Si hubiera
que decirse a que tipo de mujer podría Gertrudis compararse,
(comenta quien escribió esta biografía) no podría buscarse
entre una legión de muchachas inglesas, a las que en ningún
aspecto se parecía. Es mas bien una matrona antigua, que ha
adquirido su sabiduría en la vida mas que en los libros,
autoritaria con mesura, amiga de los humildes y de los
pobres. De las muchachas se distingue por su temple sano: es
una adversaria militante del sufragio femenino, en una
sociedad manchada de teosofía y de hibridismo, pasa inmune;
no es religiosa y el Islam le interesa solo indirectamente
porque forma parte del patrimonio árabe, sin infatuación,
con exacto y profundo conocimiento.
Consolidado el trono de Faisal, aprobado el mandato, el
período épico de la política iraniana está terminando y
comienza la administración ordinaria. En 1922, Gertrudis ha
redactado la ley de excavaciones del Irak y se había hecho
prometer por Faisal el cargo de directora del futuro Museo
de Bagdad. A fines de 1925, poco antes de su muerte,
Gertrudis volvió a Bagdad haciéndole vibrar su ultima
primavera irakiana: “creo que en treinta años no ha habido
una primavera parecida, rica de prados de alhelíes
purpúreos, de gualdas de escarlata silvestres, lirios
azules, manchas de tulipanes amarillos. Esto y cosas mas
comunes aun dan al mundo el aspecto de un fúlgido esmalte”.
Flores, pero sobre todo trabajo. En el nuevo Museo de Bagdad
hay millares de objetos por clasificar y ordenar. En el
verano de 1926 el Museo fue inaugurado por Faisal. Contenía
tesoros, y ella nota con satisfacción que los árabes lo
visitan y se interesan por él, Pocos días después escribe a
su casa una carta que no parece suya: “quisiera volver a
Inglaterra este verano y siento que si parto no
experimentaré mas el deseo de volver aquí; pero quisiera
antes terminar mi trabajo, debo terminarlo, porque no hay
otro que lo pueda hacer. Mi existencia aquí es demasiado
solitaria, no se puede ir delante siempre solo, al menos yo
no puedo”. ¿Es ella misma la que habla? Es ella unas semanas
antes de morir. El 12 de julio, a los 56 años, agotada por
el calor y por las largas fatigas, murió serenamente,
dejando 6.000 libras esterlinas al Museo Arqueológico de
Bagdad donde se le hicieron solemnes funerales militares
cual correspondía a tan alta personalidad. El Irak la lloró
sinceramente, tal vez la recuerda todavía. No han existido
en la historia moderna de la humanidad muchas mujeres como
ella quien se ganó con todo merecimiento por su amor y
entrega a un país que adoró hasta su muerte, aun cuando se
dejen entrever en esta historia unas acciones de información
a favor de Inglaterra que quedan por demostrar, el título de
‘Gertrudis La Irakiana’.
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