Según el censo del Instituto Nacional de Estadística
correspondiente al año 2006, Galicia cuenta con 2.767.524
habitantes censados, pero se calcula en nada menos que en
cerca de tres millones los gallegos que han emigrado, en su
mayor parte a las demás comunidades autonómicas españolas y
a Argentina, sin olvidar que los hay en Uruguay, Venezuela,
Cuba, Brasil, México y los países de Centro Europa. Dicen
que si miras atentamente a La Luna puedes ver a un gallego
bailando una muñeira; yo no lo he visto, pero no lo
descarto.
“Unos 700 ceutíes”, nos dijo el presidente en funciones del
Centro Gallego en Ceuta, Rogelio Martínez, a un servidor y
al fotógrafo Moñino Leis, que, sin ir más lejos, es
precisamente gallego, de Santiago de Compostela,
concretamente.
De ellos, cerca de 200 familias gallegas o con orígenes en
la miña terra forman parte del Centro de Galicia en la
Ciudad Autónoma, la casa regional más antigua en Ceuta
–desde 1935– y que ayer celebró la clausura de los actos de
este año 2007 con una conferencia sobre los desastres
acaecidos el verano pasado en dicha comunidad, así como una
pulpada a la que acudieron 130 personas en las Murallas
Reales.
El presidente del Centro Gallego destacó la “vitalidad” de
la asociación para que “la cultura de Galicia sea más y
mejor conocida”.
El secretario del Centro, Raimundo Romero, por su parte, fue
el encargado de llevar a cabo una interesante conferencia
titulada Los desastres de Galicia del año 2006, una
comunidad autónoma que tras la debacle ecológica del
Prestige volvió a ser castigada el pasado verano, en el que
todos observamos boquiabiertos las imágenes de una Galicia
ardiendo por los cuatro costados y posteriormente azotada
por las inundaciones, algo que estuvo relacionado, según el
ponente, ya que el fuego no sólo quemó los árboles, sino
también el matorral y la hierba, con lo que las lluvias
arrastraron todo el lodo y ceniza a las costas, lo que
conllevó inundaciones y pérdidas para los mariscadores y los
buscadores de berberechos y almejas.
Amador comenzó la exposición buscando un por qué a los
múltiples incendios intencionados durante ese verano en su
tierra; y negó la posibilidad de que fuese para ganar pastos
–”sobra, porque antes había muchas más vacas y ganaderos”–,
para vender la madera –”los maderistas no quieren el pino
quemado ni regalado, porque estropea la maquinaria” o para
ser vendida para hacer papel –”el pino quemado pesa tres
veces más que el verde”–.
Conclusión: “No existe ninguna causa para los incendios”.
El secretario del Centro Gallego ceutí mostró a los
asistentes el informe de la Unidad Central Operativa de la
Guardia Civil –formada por 200 miembros para investigar los
casos más importantes que ocurren en España, salvo los de
terrorismo–, que se desplazó a Galicia para indagar el
misterio y que llegó a la conclusión de que la ola de
incendios fue “fruto de rencillas vecinales, mentes
enfermizas y pirómanos entregados al alcohol”, una
conclusión cuanto menos polémica.
Así pues, el U.C.O. de la Guardia Civil concluyó que no hubo
trama criminal organizada, porque, de hecho, “no benefició a
nadie y perjudicó a todos los gallegos y españoles”, ya que,
tal y como recordó Amador, “Galicia es un pequeño pulmón de
España”.
Sea como fuere, lo cierto es que en los incendios murieron
cuatro personas, se destruyeron 100.000 hectáreas arboladas
–la más afectada fue la provincia de Pontevedra– y 20.000
cabezas de ganado perecieron entre las llamas sin saber a
dónde huir.
“El humo ocultó el sol y hubo que pedir ayuda a la Unión
Europea”, señaló el secretario de la casa regional gallega
para destacar la magnitud de lo ocurrido el pasado verano en
su tierra.
Por lo que se desprende del informe de la Benemérita, la
broma de unas decenas de perturbados costó al Estado más de
91 millones de euros.
El grupo especializado de la Guardia Civil detuvo a 61
personas –tres de ellas menores de edad y tres que
pertenecían a retenes anti-incendios–.
Catorce de los detenidos continúan en la cárcel y siete
están en centros psiquiátricos, mientras 14 están en
libertad con cargos y 26 fueron puestos en la calle sin
acusaciones por falta de pruebas.
Una vez se superó la fiebre pirómana, Galicia fue azotada
por intensas lluvias que provocaron inundaciones, en buena
medida como una consecuencia de los incendios, ya que la
tierra quemada, sin matorral, fue incapaz de filtrar el agua
y se formaron riadas de lodo y ceniza que bajaron hasta las
costas, anegando casas y abundantes marisquerías gallegas,
cuyos berberechos y almejas murieros ahogados.
A la conclusión de la interesante ponencia, los asistentes
se trasladaron a la sede del Centro Gallego, también dentro
del conjunto de las Murallas Reales, para compartir mesa y
mantel y degustar empanada gallega y pulpo, además de
regarlo con el imprescindible ribeiro.
“A una isla del Caribe he tenido que emigrar y trabajar de
camarero lejos de mi hogar; me invade la morriña, el dolor
de Breogán cuando suena la muñeira el llanto empieza a
brotar. Miña terra galega, donde el cielo es siempre gris.
Miña terra galega, es duro estar lejos de ti”, escribieron
los rockeros vigueses Siniestro Total allá por los años
ochenta.
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El secretario de la casa regional vivió de primera mano los
incendios en su tierra
El secretario del Centro Gallego
en Ceuta, Raimundo Amador, vivió de primera mano la ola de
incendios que arrasó 100.000 hectáreas en Galicia, ya que se
encontraba ese mes de agosto en su tierra.
Según explicó, “los paisanos teníamos que colaborar, porque
los retenes no daban abasto”.
“Con hoces y otras herramientas hacíamos cortafuegos con una
separación de unos 50 metrós con el fuego con el objetivo de
detener el avance de las llamas”, comentaba, “y cuando la
temperatura bajaba un poco acudíamos con agua”.
El secretario del Centro Gallego hizo hincapié en lo
virulento de aquellos fuegos, en los que “el agua lanzado
desde los hidroaviones no llegaba a las llamas, ya que se
evaporaba por efecto del intensísimo calor”.
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