Aireando el armario y
seleccionando la ropa que debo ponerme en breve, a fin de ir
a “romper” hoy viernes el ayuno en un acto oficial con los
islamistas moderados del PJD (aun no sé si vestirme con
corbata y traje, en el que aun luce mi antigua insignia de
piloto civil o una elegante chilaba), mascullo los últimos
acontecimientos: por un lado acabo de seleccionar algunas
columnas que me gustaría publicar de aquí al 31 de
diciembre, pues tengo dudas razonables de que el próximo año
continué escribiendo para este medio al que, no hace falta
decirlo, le deseo lo mejor en su nueva singladura. Por otra
parte, acabo de abrir en mi correo el mensaje de
felicitación que, con motivo de la Fiesta Nacional de
España, el Rey Mohamed VI remitió a Don Juan Carlos: en la
misma y además de constatar su “profunda satisfacción” por
los constantes progresos en las relaciones bilaterales, el
joven soberano alauí reafirmaba su “firme determinación”
para consolidar el amplia partenariado “estratégico” que
unen a ambos países vecinos en diferentes sectores. Como le
comentaba días pasados al editor de “El Pueblo de Ceuta”,
España es hoy detrás de Francia el segundo socio económico
del Reino de Marruecos, con unas 900 empresas operando en
tierras magrebíes que habrían invertido, solo en el pasado
ejercicio 2006, la cifra de 660 millones de euros, mientras
el balance comercial entre ambos países alcanzaba los 5.000
millones de euros.
Cambiando de tercio y como vengo escribiendo, una
indignación profunda recorre la columna vertebral de una
Nación que se resiste a morir, negándose a seguir siendo
apuñalada por la espalda. El bochorno del felón le llevó
ayer a abandonar como quien dice por la puerta de servicio
la tribuna presidencial, rompiendo el protocolo (Zapatero
rompe y romperá lo que haga falta, con tal de seguir donde
está), entre pitadas y abucheos como nunca antes se habían
visto. Una reflexión: si el propio Gobierno -y sus jueces a
sueldo- no tienen empacho en romper la legalidad
constitucional, ¿con qué legitimidad pueden exigir respeto y
acatamiento?.
Apenas 24 horas antes del brillante desfile militar por el
paseo de La Castellana el Jefe del Estado Mayor de la
Defensa (JEMAD), general Félix Sanz Roldán, ponía encima de
la mesa durante la reunión de la Comisión de Defensa
(presidida por el Rey y a la que asistían el Príncipe Felipe
y el Presidente Rodríguez Zapatero) un informe que
contrastaba con la triunfalista intervención del mentiroso
ministro del ramo, Alonso, pues además de señalar el déficit
en más de diez mil militares para completar la plantilla de
efectivos de las FAS, ponía el dedo en la llaga al advertir
a todos los presentes que “los soldados no pueden correr
riesgos por no estar dotados de aquello que necesitan para
el cumplimiento de su misión”. Como en Líbano o Afganistán.
Y menos -pienso ahora en la Comandancia General de Ceuta,
pero el hecho puede extrapolarse- cuando, desde La Moncloa,
se imparten instrucciones que llevan pareja la
neutralización, cuando no el desmantelamiento, de los
servicios de inteligencia del Ejército. El cuadro yo lo
tengo muy claro, así como el quién, el cómo y el por qué. ¿”Qui
prodest”?.
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