Son las 11.30 horas de la mañana. Segundo día de vuelta a la
normalidad con Nawal Amar y Nahid Mohamed, las dos
adolescentes que se pasaron una semana en casa por negarse a
ir a entrar en clase sin ‘hiyab’. Al otro lado de la puerta
que separa las instalaciones del colegio privado concertado
‘Severo Ochoa’ de la calle un joven musulmán, como el 75% de
los 405 alumnos del centro, dialoga con la directora del
mismo, María del Mar Sánchez. El chaval dice tener fuertes
dolores de cabeza que la profesora vincula con las estrictas
normas de alimentación (sólo por la noche) del mes sagrado
de Ramadán, que concluye hoy en España por lo que,
comprensiva, llama a su madre para que venga a recogerlo.
A primera hora de la mañana, la directora ya ha tenido que
lidiar con un padre que, airado, exige que su hija también
pueda entrar en el colegio con su piercing. “Haga lo mismo
que los padres de las niñas; vaya al MEC y ponga una
reclamación”, le responde. Por los pasillos se encuentra con
otros alumnos que, por sorpresa, aparecen con rosarios al
cuello bien visibles sobre su uniforme escolar a los que
también les pide que se los quiten o los pongan por debajo
de la camiseta.
“Harta” del protagonismo sobrevenido durante la última
semana, Sánchez asegura que la vida cotidiana del centro
siempre es así: respeto, cesión, convivencia, comprensión
mutua. Así lo era, al menos, hasta que el pasado 28 de
septiembre los 14 miembros del Consejo Escolar del colegio,
con poblada lista de espera para matricularse en él,
aprobaron por unanimidad un reglamento interno con una serie
de normas entre las que se prevé no permitir la entrada a
alumnos “con piercings, pendientes grandes, gorras,
pañuelos, viseras, diademas anchas o cualquier complemento
que no responda al uniforme estipulado”, entre ellas el
‘hiyab’ islámico.
En realidad, las familias de las niñas aseguran que a
finales del curso pasado la Dirección del colegio, con
prestigio en la ciudad, ya les advirtió de que debían
quitarse el pañuelo o “matricularse en otro instituto”, pero
la orden no se materializó hasta el lunes de la semana
pasada, cuando el reglamento entró en vigor. Entonces, ambas
se negaron a pasar la puerta del colegio sin su velo, algo a
lo que sí accedió la tercera de las jóvenes que acostumbraba
a usarlo en el centro, que continuó yendo a clase con
normalidad.
Lo paradójico del asunto es que fue precisamente una familia
musulmana cuya hija comenzó a usar ‘hiyab’ habitualmente la
que, contrariada, pidió al colegio que hiciera algo para
evitarlo. Receptivo, el centro decidió no ser más
“permisivo” con la apariencia de sus alumnos, que utilizan
uniforme desde hace años, y reforzar sus normas internas.
“Aún no se nos ha dado ni una explicación de por qué se
aplica este reglamento o de por qué se compara el pañuelo
musulmán con los piercings, los pendientes grandes o las
diademas”, lamenta la madre de una de las afectadas. Aunque
ella lo niega, la directora del centro asegura que, en lugar
de acudir al colegio para explicarle sus reparos a las
normas, las familias acudieron directamente a la Unión de
Comunidades Islámicas de Ceuta (UCIDCE), que inmediatamente
puso el caso en manos de la Delegación del Gobierno en la
ciudad, con quien acordó mantener el asunto lejos del ojo
público.
Allí se quedó hasta que, el pasado lunes, la Dirección
Provincial del Ministerio de Educación y Ciencia (MEC), que
sólo conserva sus competencias en las dos ciudades
autónomas, con un 40% de población musulmana en cada una de
ellas, tomó cartas en el asunto para “forzar”, según algunas
fuentes, o “recomendar”, según la lectura del colegio, la
readmisión de las dos niñas con sus velos.
El director provincial, Juan José León Molina, justificó su
decisión amparándose en la Constitución y la legislación
vigente (Ley Orgánica de Derecho a la Educación de 1985 y
LOE). “El ‘Severo Ochoa’ es un colegio concertado y como tal
debe someterse a las normas de escolarización del sistema de
educación pública”, apuntó León Molina primando “el derecho
a la Educación y a la Libertad Religiosa” sobre la capacidad
de un colegio privado para dotarse de sus propios
reglamentos internos.
Dos perspectivas que chocan
Desde una óptica radicalmente contraria ve el asunto la
presidenta de la Confederación Española de Centros de
Enseñanza (CECE), Isabel Bazo, considera que el uso del
pañuelo islámico por las adolescentes “no responde a
criterios religiosos, sino sociales” e incluso implica “un
trato discriminatorio hacia la mujer”.
“Nosotros no obligamos a nuestra hija a llevar ‘hiyab’, pero
tampoco estamos de acuerdo con imponerle que se lo quite
cuando no hace ningún mal a nadie”, opina el padre de Nawal,
Abselam, en presencia del presidente de la UCIDCE, Laarbi
Maateis.
“Eso es igualdad”, apostilla este último. “Dicen que el
Islam oprime a la mujer y eso es radicalmente falso”,
advierte antes de volver a subrayar que el asunto del
pañuelo es un detalle “cultural” que evidencia “respeto y
honor por pertenecer a una religión y a una tradición”.
En los colegios, sin embargo, no se está tan seguro de que,
aunque las estudiantes digan ser libres de ponerse o no el
pañuelo, realmente lo sean. “¿Cómo podemos estar seguros de
que no se lo pone porque se lo ordena su novio, por
ejemplo?”, se pregunta el director de otro centro al que no
le disgusta el reglamento del ‘Severo Ochoa’ como “elemento
integrador e igualatorio”.
Como se han encargado de subrayar todos los agentes sociales
ceutíes [incluido el presidente de la ciudad, Juan Vivas,
que disintió de la opinión de su líder, Mariano Rajoy, y
anteayer pidió “respeto” hacia la decisión del MEC] el del
velo no había sido hasta ahora motivo de conflicto en Ceuta,
donde la mayoría de los jóvenes son de confesión islámica. A
lo más que había llegado era a generar “problemillas
menores”, según la opinión de varios directores de instituto
consultados, en las clases de gimnasia con el atuendo de
algunas jóvenes o con su empeño en que no se vieran sus
cabellos tras cada ejercicio.
“Los colegios, y este también es un derecho constitucional”,
defiende Bazo, “tienen derecho a establecer las directrices
de su proyecto educativo en total libertad y si decide
imponer un uniforme como criterio de socialización las leyes
españolas le amparan para hacerlo”, concluya la directora de
la CECE, que ha puesto sus servicios jurídicos a disposición
del ‘Severo Ochoa’ por si este decide recurrir la decisión
final del MEC sobre el expediente informativo abierto, que
ya ha sido trasladado a Madrid.
“Si hubiera un solo instituto en Ceuta”, completa Bazo,
empeñada en “desvincular” la cuestión educativa de la
ideológica [el Severo Ochoa, que funciona como una
cooperativa con 14 socios-profesores desde 1991, no tiene
inspiración católica], “entendería la obligación de aceptar
a las dos niñas con velo, pero habiendo variedad de elección
no entiendo por qué sus padres lo han elegido si no se
adecúa a sus condicionantes sociales, ideológicos o
religiosos”.
Todo lo acontecido, no obstante, no ha hecho cambiar de
opinión a Nawal y Nahid sobre la bondad de su colegio, donde
pese a la “tristeza” que les generó convertirse en
protagonistas por un asunto que su padre tilda de “ridículo”
siguen sintiéndose “bien”.
¿Legislar? “No se plantea”
El Ministerio de Educación y Ciencia (MEC), el tercer
elemento en el conflicto de los ‘hiyab’ en las aulas, que
por primera vez ha tenido que intervenir en uno de estos
casos con idéntica postura a la adoptada por las Consejerías
de Educación de Madrid y Cataluña tras los registrados en
Madrid hace varios años y Girona más recientemente, “no se
plantea” legislar sobre el uso del ‘hiyab’ islámico u otros
símbolos religiosos en las aulas, como se hizo en Francia.
Al otro lado de los Pirineos se prohíbe desde hace algo más
de dos años (entró en vigor el 2 de septiembre de 2004)
llevar el velo islámico y otros símbolos religiosos tales
como la kipa judía o el crucifijo cristiano en las escuelas
pública. El Gobierno galo presentó la medida como un
instrumento guiado por un “principio moderno de libertad y
tolerancia” que parte de que el laicismo es el “mejor modo
de respetar las libertades religiosas”.
Aunque pueda sonar paradójico, Maateis coincide en parte con
esa premisa, aunque en lugar de prohibir apuesta por dar
libertad: “En un Estado aconfesional y de Derecho como
España no se puede crear un debate nacional sobre si una
chica lleva o no un símbolo de su religión en un aula”,
protesta Maateis contra la perspectiva desde la que algunos
medios nacionales han enfocado el caso del ‘Severo Ochoa’,
“porque si no también podríamos establecer un debate
nacional sobre cuál debe ser la longitud del pantalón, de la
falda o de la chaqueta”.
Además, según las fuentes consultadas en este periódico, el
MEC, que sólo conserva las competencias educativas en las
dos ciudades autónomas y en los centros del exterior,
considera que “no es lo mismo” hablar del velo en Ceuta o
Melilla que en el resto del país. “La mediación siempre debe
ir por delante” es la receta del Gobierno, que reconoce que
los centros privados no concertados (en Ceuta no hay
ninguno) tienen libertad absoluta para establecer las normas
internas que quieran “respetando el sistema educativo
general”.
Este periódico intentó ayer ponerse en contacto sin éxito
con el presidente de la Federación de Asociaciones de Madres
y Padres de Alumnos (FAMPA), Francisco Cuesta, la parte que
aún no se ha pronunciado sobre este tema. En su lugar, y a
título “estrictamente personal”, su vicepresidente, Mohamed
Mustafa, destacó que “el derecho a la Educación” debe primar
sobre cualquier otra consideración, máxime cuando “el
‘hiyab’ es un elemento esencial en el Islam” y cuando
“hablamos de una ciudad con las características de Ceuta”.
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