Precisamente hoy, 12 de octubre,
permítanme que este español de Asturias, magrebizado por mor
del destino, incida sobre este día señalando, de entrada, la
actual percepción que el marroquí medio mantiene sobre
nuestro país, “antigua potencia colonizadora”. Mis
interlocutores suelen abrir la conversación con la consabida
frase referente a la situación en Cataluña y el País Vasco:
“Tenéis un gran problema”. Y es verdad, no vamos a
engañarnos. Solo quiero constatar la suma atención con la
que, desde Rabat, se sigue el devenir de la política
española mientras se aprovechan, tácticamente, los
resquicios para implementar asuntos bilaterales abiertos por
las nuevas legaciones “diplomáticas”, in péctore, de los
caóticos Reinos de Taifas incrustados en el tejido
administrativo y de ordenación del territorio de la nueva
España invertebrada. Si bien desde Ceuta puede resultar más
llamativa la ingenua política seguida en tierras marruecas
por la Taifa de Sevilla (léase la Junta de Andalucía),
estimo más planificada la actuación del Condado de Barcelona
(Generalitat de Catalunya) a través de su camuflado
departamento de “Asuntos Exteriores”, la Agencia Catalana de
Cooperación al Desarrollo (ACCD) dirigida por Andreu Felip.
En este ambiente de fronda y “segunda Transición”, sutil,
rencorosa e imprudentemente alentada desde la Presidencia
del Gobierno de la Nación cobra, a mi juicio, especial
significado la reunión de anteayer jueves del nuevo Consejo
de Defensa, presidido por el Rey Juan Carlos vestido de
Capitán General de las Fuerzas Armadas acompañado, a su
derecha y por expreso deseo suyo, por el heredero de la
Corona, el Príncipe Felipe, vestido con el uniforme de
Comandante del Ejército de Tierra en lo que, obviamente, ha
sido un gesto sin precedentes y cargado de simbolismo. Dando
al fin un taconazo, Don Juan Carlos ha proyectado la Corona
como garante, en último término, del legítimo orden
constitucional y la unidad de España, galvanizando a su vez
el papel de la institución. No hay la menor duda: bajo la
Monarquía de Don Juan Carlos y Doña Sofía nuestro país ha
vivido tres décadas de paz, estabilidad y crecimiento
económico. Bueno es recordarlo hoy. Y si alguno pretende
utilizar la “memoria histórica” para socavar las
instituciones que garantizan nuestra convivencia, forzando
un “cambio de régimen” no estará de más analizar,
comparando, la jaula de grillos en la que se está
convirtiendo España desde el advenimiento a La Moncloa de un
Presidente “por accidente”.
Luego, el ministro Alonso podrá cantar “La Traviata”, pero
un grito colectivo empieza a gestarse a lo largo y ancho de
la vieja piel de toro: ¡Basta ya!. Quien siembra vientos
recoge tempestades y Zapatero debería saber que está cerca
de traspasar el punto de no retorno.
En fin, asumiendo el rojo y gualda de nuestros colores
volvamos un rato a la “stoa” recuperando la amplia visión de
un cordobés nacido a caballo de la Era Común, Lucio Anneo
Séneca: “Este mundo que ves y que encierra las cosas divinas
y humanas, es uno. Nosotros somos los miembros de un gran
cuerpo. En ninguna parte es extranjero el hombre. Su
verdadera patria es el universo”.
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