E n mi casa tenemos un patio interior que es la delicia de
mi hijo pequeño y la de mi mujer, incomparable pista de
juegos e incomparable tendedero para la ropa puesta a secar,
a más de que es el lugar de esparcimiento de “Jacinta”,
nuestra tortuga verde anfibia, que acostumbra salir de su
recinto acuático cuando algunos rayos de sol se cuelan por
las rendijas que los altos “farallones” de los restantes
pisos permite.
Muchas veces medito si “Jacinta” no tendrá algo especial;
siempre que estoy sentado frente al PC se acerca al borde de
su acuario y mira directamente a la pantalla, como si
estuviera estudiando lo que hago, y ello me hace pensar si
no será una “chivata” o espía de las cosas que hago. Tal vez
esté recordando las Galápagos, a pesar de que no nació
precisamente allá.
Esta “Jacinta” me recuerda a aquella tortuga, terrestre, que
trató de asumir el papel de tortuga ninja y que salió
volando y por poco descalabra a una persona que se
encontraba en la tertulia que desarrollábamos hace ya
bastantes días.
Estoy escribiendo sobre quelonios, pero en realidad es sobre
insectos lo que quiero redactar mi parecer sobre la
actualidad de la tecnología de ciencia ficción que pretenden
desarrollar en el país más asesino del mundo, en la
actualidad, aparte de que es el más poderoso.
La inventiva norteamericana está encaminada a conseguir
objetivos que destruir y para obtener información de cómo
acertar con sus bombas, no pierden tiempo pero sí dinero,
mucho dinero, en experimentar con irrealidades de ciencia
ficción para lograr sus perversos fines de destrucción
masiva. Cuando deberían experimentar, en profundidad, con
investigaciones que erradiquen la larga lista de
enfermedades mortales que aquejan a buena parte de la
humanidad; en desarrollar experimentar e investigar sistemas
que eviten la hambruna; de…, dejémoslo así. Salvar vidas
humanas no les interesa.
Ahora resulta que la Agencia de Proyectos Avanzados de
Investigación de Defensa está trabajando en el experimento
de hacer de una polilla un espía en potencia, la llaman
polilla-cyborg, y el trabajo consiste en insertar chips de
ordenador en la crisálida para que salgan insectos que
pueden ser controlados a distancia.
No basta con que tengamos satélites sobre nuestras cabezas y
que indagan, rompiendo todas las leyes sobre la intimidad y
el honor de las personas, nuestras vidas de manera tan
descarada para que ahora vengan con polillas que, aparte de
merendarse nuestros muebles, espiarán nuestras más íntimas
necesidades y con ello daremos oportunidad a los
investigadores norteamericanos para que estudien cómo
cagamos y cómo follamos. Aunque las polillas están aún en
fase de experimentación, los estadounidenses disponen de
“insectos” mecánicos, verdaderas joyas de la corona de la
tecnología dedicada al espionaje.
Nunca será más ajustadamente certero el dicho “la mosca
detrás de la oreja”, ahora tendremos la polilla detrás de la
oreja y retransmitiendo constantemente imágenes de cada uno
de nuestros movimientos, todos los sonidos que salgan a
través de nuestros agujeros humanos (pedos incluidos) y lo
que es peor: nos quitarán todos y cada uno de los proyectos
que tengamos desarrollando. Mientras trabajamos en un
invento, una polilla nos estará observando, por ejemplo,
desde el agujero de la pata de la mesa de trabajo…,
tendremos que empezar un plan al que le daremos el nombre
“Proyecto de Destrucción Masiva de Polillas de todas las
Especies y Subespecies”.
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