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OPINIÓN - MARTES, 9 DE OCTUBRE  DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

La quema del estatuto
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es sábado. Día 6. Faltan veinte minutos para las doce de la mañana. Estoy en la calle Real. A la altura del edificio número 90. Delante de mí camina un hombre. Lleva las dos manos ocupadas. Con una mantiene el teléfono portátil pegado al oído; supongo que irá hablando con alguien. Puesto que no es la primera vez que uno se tropieza con personas que simulan llamadas con el fin de hacerse notar. Y hasta levantan la voz para que los viandantes se percaten de lo importantes que son. No creo que sea el caso de Juan Luis Aróstegui. Que lleva un periódico local en la otra mano. Un periódico cuyo propietario solía decir, no sé si habrá cambiado de opinión, que con JLA resultaba fácil negociar cualquier cosa porque siempre respondía.

El político del PSPC va vestido como siempre; es decir, dando el cante del descuido acicalado. Luce pantalones vaqueros de marca, raídos y ya casi sin color. Viste camiseta oscura y calza zapatillas de deportes. Las gafas de sol le cubren el careto de estructura vasca. Se le nota, a la legua, por su forma de andar que dirige sus pasos hacia un sitio donde le espera una multitud. Una multitud que se ha congregado, desde hace ya dos horas, frente a la fachada principal del Ayuntamiento. Allí los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no dan abasto para imponer la calma. Dicen que la masa está alterada porque desea que su líder aparezca cuanto antes en el sitio donde se va a celebrar un acto ansiado desde hace ya la tira de tiempo.

No me extraña, pues, que le haya sonado el teléfono portátil y que la llamada sea de uno de los asesores de Juan Luís Aróstegui para advertirle de que si no se presenta, inmediatamente, en el lugar elegido para quemar un ejemplar del Estatuto de Autonomía, los innumerables ciudadanos congregados en la avenida de Sánchez-Prado pueden montar un cirio jamás visto.

-Vente para acá, Juan Luís, que la gente que abarrota la plaza de África y toda la avenida de Sánchez–Prado no cesa de corear tu nombre y empieza a cundir el nerviosismo.

Es mi momento, piensa el dirigente localista de un partido cuyas siglas han obtenido durante años y años, la confianza de un pueblo que no sabría qué hacer sin verse incitado por una cabeza tan preclara y ejemplar. Habrá de pasar mucho tiempo antes de que vuelva a nacer alguien con una imaginación tan extraordinaria como necesidad tiene de que ésta le sea controlada. Ya que cuando Aróstegui decide tocar a rebato los ciudadanos le responden aun a costa de abandonar sus deberes todo el tiempo que él les exija.

Las manifestaciones requeridas por el también secretario general de CCOO son demoledoras para las autoridades. Todas ellas, cuando tales movimientos se suceden, se ponen a tiritar como si estuviesen desnudos al aire libre y soportando un viento helador. La manifestación del sábado, la llamada de los habitantes para quemar el estatuto autonómico, fue un clamor.

La gente gritaba iracunda contra Vivas, contra Gordillo y contra el delegado del Gobierno. Ardían los contenedores y ondeaban las banderas en los balcones de las viviendas propiedad del Ministerio de Defensa. Y lo peor de todo, para PSOE y PP, sin duda, fue ver cómo los telediarios de la tarde no se cansaban de ofrecer la imagen de un político vitoreado por la muchedumbre, Juan Luis Aróstegui, mientras quemaba el estatuto.
 

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