Estos días de descanso me han venido como anillo al dedo
para recuperar fuerzas, después de un fuerte estrés por
causas que no merecen la pena relatar aquí, y que también me
han servido para conocer algunos detalles que hasta ahora
desconocía. Uno de esos detalles, recientemente conocidos,
es tener conocimiento de que no soy el único que tiene la
tensión por la nubes, dentro de la esfera del periodismo,
nuestro joven director, Antonio Gómez -que tiene una edad
que ni de lejos aparenta- tiene la suya cerca de la órbita
de la estación espacial. Sin embargo, esas incidencias de
salud en la vida cotidiana actual son inevitables y por
ello, tanto Antonio como el que esto escribe, pasamos
olímpicamente de nuestro achaques y nos dedicamos en cuerpo
y alma, principalmente él porque yo no soy nada, a mantener
vivo un medio de comunicación imprescindible en nuestra
ciudad y que desgañita, en tipografía que no en voces, a los
cuatro vientos las noticias que pueden ser de interés para
los ciudadanos lectores de “El Pueblo de Ceuta”.
Dejando de lado los achaques de salud propios y ajenos, paso
a comentar, sin apología publicitaria alguna –que por otra
parte enfadaría a mi “jefe” al no obtener rédito alguno- una
palabra que, según el diccionario de la Real Academia
Española, significa: ‘Finca rústica con vivienda y
dependencias adecuadas, típica de amplias zonas de la España
meridional’ y también anteponiendo la palabra “alborotar el”
‘Alterar con palabras o acciones a un grupo de personas’ y
también: ‘Animar a la gente para que concurra a una función
o festejo’. Me refiero a la palabra Cortijo, profusamente
empleada en la España meridional.
Bien, antes de establecer mi residencia en nuestra ciudad,
antes de prejubilarme, acostumbraba a disfrutar de la Semana
Santa ceutí cada año. Tengo la suerte, aún no estoy jubilado
totalmente, de trabajar en una institución municipal que
vela muy bien por sus empleados. Gracias a ello podía
disfrutar de diez días de asueto fuera del período de
vacaciones y esos días los utilizaba para viajar a mi ciudad
natal. Acostumbraba a alojarme, durante varios años, en un
hotel frente a la plaza de España y muchas noches me las
pasaba, solo o bien acompañado, en un sitio que se
transformó, con el paso del tiempo, en uno de mis favoritos.
Me estoy refiriendo, en el párrafo anterior, a un bar que
siempre me ha resultado agradable por diversos motivos.
Escribo sobre “El Cortijo”, un bar de buenas tapas sito en
la calle Cervantes, detrás del edificio de Correos y que fue
abierto en el año 1987. Mis pasos, durante los días de
Semana Santa que pasaba en Ceuta y después de presenciar las
procesiones, se encaminaban ineludiblemente Revellín arriba
y torcían por la Plaza de España, bajaban una las escaleras
laterales del edificio de Correos, preferentemente las del
lado contrario al Banco de España, y accedía a la calle
Cervantes. Ni una sola vez dejó de atenderme José María
Sánchez, el encargado o jefe de “El Cortijo”, con su carisma
serio y profesional. Todo exquisito y atento.
Simplemente, ”El Cortijo” hace honor a las definiciones del
diccionario de la Real Academia Española por cuanto altera
con acciones a un grupo de personas. Esas acciones consisten
en servir bebidas acompañadas por buenísimas tapas,
exclusivas del establecimiento, y anima a la gente, que
concurre, con los mismos ingredientes. Por eso mismo, este
bar es uno de mis favoritos y además es un enorme reto. ¿Qué
dónde está el reto?, pues en que desobedezco las
recomendaciones de mi médico personal acerca de tener
cuidado y vigilancia de mis constantes vitales. No consigo
resistir a solicitar, una y otra vez, las exquisitas tapas,
medias raciones y raciones enteras de unos condumios que me
vienen la mar de bien, y no exactamente sobre productos
marinos. Se lo recomiendo a quienes quieran pasar unos ratos
agradables en medio de confidencias y buenas tapas.
La noche de hoy en pleno octubre, por el sábado, es tan
plácida que apetece a cualquiera dar paseos después de
llenar el buche. Como hoy no me ha apetecido introducir
temas de política, ya saben Vds. que siempre será lo mismo
cada día, me ha dado por escribir sobre temas que no
acostumbro, precisamente, a escribir. Temas que pertenecen
al mundo íntimo y personal de cada uno. Temas que, en cierta
medida, no podrían interesar a nadie pero que tienen un
trasfondo difícil de expresar para colocarlo en letra
impresa. Ignoro si me comprenden, mis razonamientos a veces
son confusos y como no soy un experto en relatar
incidencias, ahí queda eso. Y para afirmarme en esta
condición, espero que “mi jefe” acepte la invitación que le
hago, ahora, para tomar unas cervezas en ”El Cortijo”. Que
quede claro que no voy con segundas intenciones… la coba no
es lo mío.
|