Va siendo hora de dejar de oír a
cada paso eso de lengua castellana. Y es que, naturalmente,
las comunidades que tienen otra lengua propia, para hacerse
más fuertes y valorar más esa otra lengua suya, tiran día y
noche de la coletilla de castellana ..., con lo que
equiparan catalán con español o euskera con español, y las
cosas no son así.
Uno, que de vez en cuando viaja, incluso fuera de nuestras
fronteras, se encuentra más a tono en San Juan de Puerto
Rico que en Lérida, porque allí, en San Juan, si te
presentan a alguien con el que no habías hablado nunca, lo
primero que te suelta es:” me gusta más hablar en español
que en inglés”. Las dos son lenguas oficiales en este estado
asociado de los E.E.U.U. .
Por el contrario, si llegas a Barcelona y trabas la
conversación con alguien que es bilingüe, catalán y español,
cada vez que se refiere a la lengua de todo el Estado
español habla de castellano y no le digas que utilice el
término español, porque entonces, él muy digno te va a decir
que también es español el catalán. Un galimatías.
Y ese galimatías es en cuanto al nombre, porque luego en lo
que al uso se refiere ya es la Torre de Babel, además de que
para la mayor parte de profesiones, lo que debiera ser una
riqueza cultural, que lo es, se convierte en una traba, en
una serie de zancadillas, si en cualquier momento tienes que
ejercer tu profesión en alguna de esas comunidades,
especialmente si la tienes que ejercer en Cataluña.
Con todo esto, me satisface ver que Mariano Rajoy pretende
promover una ley, si llega a la Moncloa, por la que se
garantice, pero de verdad, el uso de la lengua española en
el ámbito de la escuela y en todas las administraciones del
Estado español.
Porque ya está bien que una lengua que es, según la
Constitución, la lengua oficial de todo el Estado, se vea
desplazada por otra, o por otras, que son las lenguas
cooficiales, en sus comunidades, dentro del territorio
nacional.
Que este proyecto lo considere el líder de la oposición y
serio aspirante a llegar a la Moncloa, como una de las
prioridades de España, me parece, cuando menos, esperanzador
y si se lleva a cabo con rigor, muchos que se ven
zarandeados en sus profesiones, por no ser bilingües,
lograrían, al menos, la dignidad que les están quitando por
no conocer una lengua de minorías dentro de la nación
española.
Porque, no olvidemos que, Cataluña con una lengua cooficial,
hablada por siete millones de habitantes, no puede cerrarse
a muchos millones que hablan español y no catalán, sólo por
el prurito de intentar hacer más grande su lengua.
La idea de Rajoy no va para no hablar otras lenguas de las
que hay en el Estado, sino para garantizar que se pueda usar
el español en cualquier parte del territorio, con todas las
garantías y sin tener que soportar recortes en los derechos
de uno.
Seguimos, pues, en la idea de que todas las demás lenguas
deben aportar algo culturalmente, pero no deben excluir a
los hablantes que no dominen catalán, euskera o gallego, por
ejemplo.
Es la primera de la promesas que parece que va en serio, en
las vísperas de lo que será una larga y dura campaña
electoral, y que va a estar muy movida por los dos grandes
partidos nacionales, pero también bastante animada por esos
otros ya clásicos como CiU o PNV.
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