En esta ciudad nuestra bañada por dos mares, cruce de
caminos entre dos mundos y puerta de dos continentes, en
1227, nada menos, siete frailes franciscanos -como las siete
colinas de Ceuta- pusieron pie en tierra ceutí para
contribuir a marcar y señalarla para la historia.
Daniel, Dónulo, León, Hugolino,
Ángelo, Nicolás y Samuel supieron testimoniar hasta el
derramiento de su sangre la fe en Cristo. Dice el obispo de
Cádiz y Ceuta, Monseñor Ceballos que en unos momentos en que
se quiere imponer que no hay verdad absoluta, en que nada es
definitivo, emergen los testimonios de estos hermanos
franciscanos que supieron dar la vida por Cristo, único
absoluto en sus vidas. Nos puede parecer temerario, nos
puede parecer insensato, nos puede parecer fuera de sitio,
pero para la Iglesa, afirma Ceballos, los mártires son
signos de esperanza, y con sus muertes se convirtieron para
nosotros en signos de amor, de perdón, de paz y de
reconciliación. Fueron los primeros seguidores de San
Francisco de Asis en Ceuta, después les sucedieron muchos.
El siglo XX en la ciudad no se concebiría en su totalidad
sin la obra franciscana que aún perdura.
Son los santos patronos de Ceuta
encabezados por San Daniel que casi ocho siglos después
sigue recordado en forma de nombre de plaza, barriada o
colegio; lo que lo hace estar ligado a la ciudad, entre
otras cosas por el empeño que cada año emplea la Junta de
Gobierno de la Cofradía que, por fin, admitió [dio el brazo
a torcer María del Carmen Sánchez Castillo] que este año San
Daniel procesione a paso de costaleros.
Recordamos hoy pues a Daniel de
Belvedere (Calabria), provincia italiana, con la que por
cierto Ceuta no está hermanada. Buen momento pues, se lanza
el guante, para iniciar ¿por qué no? un acercamiento
cultural por parte de la Ciudad a aquella localidad que nos
trajo en el siglo XIII al que hoy en día es nuestro santo
Patrón.
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