Saliendo de la novia de la Yebala
camino de la otrora ciudad santa de Xauen (todavía me
pregunto cuando dejó de serlo) se adentra uno en la
demarcación del Caidato de Ben Karrich, siendo una de sus
primeras aldeas el poblado de Tamezeght, al abrigo de una
feraz hondonada en la falda oeste de las montañas del
Gorguez y a tan solo 6 kilómetros de Tetuán cuyo blanco
urbanismo luce, a lo lejos, bajo la sombra del “yebel
“Dersa. Anteayer tuve ocasión, acompañando a un puñado de
islamistas moderados del partido de El Othmani, de subir
hasta el pueblo para “romper” el ayuno con una buena parte
de sus atribuladas 250 familias, que pugnan en solitario
(suyo es el titular de hoy), desde hace aproximadamente un
año, por el futuro de sus vidas y sus bienes, por su
dignidad.
Tradicionalmente dedicados a trabajos agropecuarios y,
ocasionalmente, de la construcción, estas buenas gentes de
la montaña han visto como la instalación de una cantera, en
solares propiedad del pueblo, ha ido arruinando sus
tradicionales fuentes de riqueza y hasta su misma salud: la
contaminación del aire y del agua, además de la acústica,
está destrozando tierras antaño fértiles y sumiendo a la
población en crisis de alergia, asma y diferentes
enfermedades cutáneas. Pateando por la zona uno constata el
fuerte impacto ambiental derivado de la explotación a cielo
abierto, así como de la frustración de sus habitantes que
han visto como un nuevo acceso de 12 metros de ancho ha
destrozado el viejo cementerio local. Una comunidad entera
se ha puesto en huelga: “Estamos en un infierno, nos
insultan y amenazan, destrozan nuestro poblado y nuestro
medio ambiente…”, señalan sus habitantes que hace unos diez
días han colocado en diferentes lugares una “Carta Abierta
al Rey”, mientras la “Asociación de Defensa de los Derechos
Humanos” denuncia en un comunicado el sufrimiento de los
habitantes de Tamezeght, “caracterizado por la violencia que
utilizan las autoridades, empleando medios ilegales para
amenazarlos”. El miércoles fui testigo de cortes de luz así
como de diferentes testimonios que implicarían a
funcionarios de la Administración en abusos y amenazas
(actualmente dos vecinos están en prisión), con la vista
gorda del caíd local, “sidi” Demouch, que cierra los ojos
mientras el presidente de la circunscripción de distrito, el
honorable “sidi” Hassouna, irrumpe por la noche en una
humilde vivienda aterrorizando con un perrazo a la mujer de
uno de los detenidos, ¿quizás en busca de un “derecho de
pernada”?.
“Vivaqueando” en una tienda a la entrada del poblado,
simbólicamente parapetadas tras banderas marroquíes,
humildes mujeres han cogido el testigo plantando cara a la
injusticia señalando, con su dedo, al propietario (¿quizás
“hombre de paja”?) de la cantera, un tal Said M´rabet
apodado “El Marrakchí”. No es la primera vez (acuden a mi
memoria las mujeres de Larache) que veo a la ciudadanía
clamar, pacíficamente, por la justicia enarbolando la
bandera de su país y retratos de Mohamed VI: “El Rey no
puede saber estas cosas, no las permitiría”, me confían
entre sollozos. Siento una profunda pena. Yo solo puedo
levantar acta.
|