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OPINIÓN - JUEVES, 4 DE OCTUBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Carolina Pérez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Con Carolina Pérez me llevaba yo la mar de bien. Nuestra amistad se forjó mucho antes de que ésta accediera a ocupar cargos políticos. Y esas relaciones se incrementaron cuando un buen día ella abrió un negocio en la calle de Daoíz. De manera que rara era la noche en la cual no me daba yo una vuelta por su pub y nos metíamos en conversación.

De aquella Carolina conservo el recuerdo de su timidez e introversión, y que vivía una época en la que necesitaba aclararse sus ideas. De cualquier manera, debo confesar que conmigo era capaz de abrirse y estaba siempre dispuesta, por tanto, a pegar la hebra en cuanto me veía aparecer por el local que regentaba.

Incluso nos daba por comentar lo que yo escribía y hasta fue testigo de una anécdota cuyas consecuencias, de haber sido yo un aprovechado, podría haber influido negativamente en la vida de un personaje de la ciudad. Pero no es ese el asunto que me invita a escribir de la actual consejera de Bienestar Social y Asuntos Sociales. Ni mucho menos. Ya que uno vale mucho más por lo que calla que por lo que cuenta.

De Carolina Pérez puedo decir que dejó de hablarme después de haberla entrevistado en su despacho, siendo consejera de Medio Ambiente, y aún no sé las razones que tuvo para pensar torcidamente acerca de lo publicado en aquella interviú. Dado que, como siempre hice, me limité a calcar sus respuestas y, desde luego, a mejorarle el lenguaje. Puesto que hay pocas personas a quienes se les pueda transcribir literal, e íntegramente, lo que dicen con una grabadora por delante. Si bien, desde el primer día, yo me maliciaba quién había detrás de la postura adoptada por la consejera. Una actitud jamás esperada y, sin duda, equivocada y nada beneficiosa para una mujer que llevaba tantos años participando en la política activa.

En esta vida todos cometemos errores. Y con los suyos, los de la consejera de Medio Ambiente, reconozco que no tuve miramientos a la hora de tratarlos. Me dolió tener que zurrarle la badana en su día; pero su manera de mirarme, como perdonándome la vida, le había hecho quedarse sin la protección que suelen conceder a ciertos políticos muchos de los que escriben periódicos.

Eso sí: mis críticas, consideradas por algunos acerbas, entonces, estuvieron a la altura de los yerros cometidos por una política que pasó por un trance donde raro era el día en el cual no metía la pata. Hoy, al cabo del tiempo, caigo en la cuenta de que CP podía estar viviendo sin vivir en ella. Acuciada por problemas particulares que, posiblemente, influían en su labor como consejera.

Carolina Pérez, que estuvo a punto de quedarse fuera de las pasadas listas electorales, por estar constantemente pensando en las musarañas, disfruta ya de sus primeros más de cien días en la consejería de Bienestar Social y Asuntos Sociales. Y lo primero que ha hecho la consejera, que lleva años sin dirigirme la palabra, es anunciar que los mayores serán agasajados con un guateque cada mes. Curioso: yo le había aconsejado que lo hiciera cada semana, el martes pasado y en este mismo espacio. Porque el hecho redundaría en favor de Juan Vivas. Hasta el punto de que a los miembros de la oposición no les quedaría más solución que llorar por los rincones las consecuencias de tan estupenda decisión. Esta mujer empieza a estar en sus cabales.
 

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