Con Carolina Pérez me
llevaba yo la mar de bien. Nuestra amistad se forjó mucho
antes de que ésta accediera a ocupar cargos políticos. Y
esas relaciones se incrementaron cuando un buen día ella
abrió un negocio en la calle de Daoíz. De manera que
rara era la noche en la cual no me daba yo una vuelta por su
pub y nos metíamos en conversación.
De aquella Carolina conservo el recuerdo de su timidez e
introversión, y que vivía una época en la que necesitaba
aclararse sus ideas. De cualquier manera, debo confesar que
conmigo era capaz de abrirse y estaba siempre dispuesta, por
tanto, a pegar la hebra en cuanto me veía aparecer por el
local que regentaba.
Incluso nos daba por comentar lo que yo escribía y hasta fue
testigo de una anécdota cuyas consecuencias, de haber sido
yo un aprovechado, podría haber influido negativamente en la
vida de un personaje de la ciudad. Pero no es ese el asunto
que me invita a escribir de la actual consejera de Bienestar
Social y Asuntos Sociales. Ni mucho menos. Ya que uno vale
mucho más por lo que calla que por lo que cuenta.
De Carolina Pérez puedo decir que dejó de hablarme después
de haberla entrevistado en su despacho, siendo consejera de
Medio Ambiente, y aún no sé las razones que tuvo para pensar
torcidamente acerca de lo publicado en aquella interviú.
Dado que, como siempre hice, me limité a calcar sus
respuestas y, desde luego, a mejorarle el lenguaje. Puesto
que hay pocas personas a quienes se les pueda transcribir
literal, e íntegramente, lo que dicen con una grabadora por
delante. Si bien, desde el primer día, yo me maliciaba quién
había detrás de la postura adoptada por la consejera. Una
actitud jamás esperada y, sin duda, equivocada y nada
beneficiosa para una mujer que llevaba tantos años
participando en la política activa.
En esta vida todos cometemos errores. Y con los suyos, los
de la consejera de Medio Ambiente, reconozco que no tuve
miramientos a la hora de tratarlos. Me dolió tener que
zurrarle la badana en su día; pero su manera de mirarme,
como perdonándome la vida, le había hecho quedarse sin la
protección que suelen conceder a ciertos políticos muchos de
los que escriben periódicos.
Eso sí: mis críticas, consideradas por algunos acerbas,
entonces, estuvieron a la altura de los yerros cometidos por
una política que pasó por un trance donde raro era el día en
el cual no metía la pata. Hoy, al cabo del tiempo, caigo en
la cuenta de que CP podía estar viviendo sin vivir en ella.
Acuciada por problemas particulares que, posiblemente,
influían en su labor como consejera.
Carolina Pérez, que estuvo a punto de quedarse fuera de las
pasadas listas electorales, por estar constantemente
pensando en las musarañas, disfruta ya de sus primeros más
de cien días en la consejería de Bienestar Social y Asuntos
Sociales. Y lo primero que ha hecho la consejera, que lleva
años sin dirigirme la palabra, es anunciar que los mayores
serán agasajados con un guateque cada mes. Curioso: yo le
había aconsejado que lo hiciera cada semana, el martes
pasado y en este mismo espacio. Porque el hecho redundaría
en favor de Juan Vivas. Hasta el punto de que a los miembros
de la oposición no les quedaría más solución que llorar por
los rincones las consecuencias de tan estupenda decisión.
Esta mujer empieza a estar en sus cabales.
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