Conforme a los hechos corresponde decir:
Al igual que en otras religiones, ocupan en el Islam los
intereses del hombre un puesto destacado.
El Islam ve al hombre –como muchas religiones monoteístas, y
sobre todo el judaísmo y el cristianismo- como “criatura de
Dios” y vicario de Dios en este mundo.
A la creación del hombre se antepuso, según el Corán, la
objeción de los ángeles, los cuales veían en el hombre una
criatura que sembraría discordia y vertería sangre. Dios
evita ese conflicto, de manera que le infunde al hombre
/Adán conocimientos sobre la creación entera y con ello lo
coloca sobre los ángeles:
El (Dios) dijo : “Realmente , yo sé lo que vosotros no
sabéis”; y Él enseñó a Adán todos los nombres, después
presentó éstos a los ángeles y dijo y dijo: “¡nombradme los
nombres de esas cosas, si sois sinceros!” Ellos dijeron:
“alabado seas Tú. Nosotros no poseemos ningún conocimiento
fuera del que Tú nos has concedido; en verdad, Tú eres el
Omnisciente, el Sabio de los sabios”. Él habló: “¡ oh Adán,
nómbrales sus nombres ¡”. Y cuando éste les nombraba sus
nombres, dijo Él: “No he dicho yo, que conozco lo secreto
del cielo y de la tierra, y que sé lo que vosotros habéis
mostrado y lo que habéis ocultado” (sura 2, 30-33).
Como señal de su subordinación, exigió Dios de los ángeles
que se arrodillasen ante Adán. Todos menos el Ángel Mayor,
Iblis, el cual se creía de rango superior al hombre,
siguieron esa exhortación. Como consecuencia, se
desarrollaría una enemistad entre Iblis y el hombre, la cual
amenazaría a todo hombre durante toda su vida.
Como una de las primeras tentaciones de Iblis, del demonio,
presenta el Corán la seducción de nuestros primeros padres a
quebrantar el mandato de Dios en el Paraíso de acercarse a
un árbol. Esa desobediencia de Adán tuvo como consecuencia
la expulsión del hombre y de Satanás del paraíso. Adán se
arrepiente de sus pecados y Dios perdona. Esa relación de
arrepentimiento y perdón es decisiva para la concepción
coránica de la relación entre el hombre y Dios.
La esencia del hombre como criatura de Dios está, pues
caracterizada por una inmediata, directa comunicación con
Dios.
El hombre asume la responsabilidad sobre el resto de la
creación. Él debe conservar y no destruir su entorno (el
entorno universal, mejor dicho: el mundo que él comparte con
los demás seres, al que también pertenecen los seres
celestes).
En ese sentido se caracteriza al hombre como jalifa (=
representante) de Dios.
Describiendo el acto de la creación, el Corán muestra con
toda claridad el libre albedrío del hombre como condición
imprescindible para la comunicación entre Dios y hombre.
(véase suras 2,30 y ss.; sura 20,116 y ss.; sura 7,11 y ss.).
Según el Corán el hombre debido a su deficiencia, está
expuesto constantemente a la tentación de Satanás. Por ella
él no puede prescindir de la rahma (misericordia) de Dios y
de su disposición al perdón.
La grandeza del hombre consiste en que él puede decidirse
por Dios o por Satanás en virtud del libre albedrío que se
le ha concedido, o sea, que con la ayuda de la rahma de
Dios, puede ir desarrollando en el trayecto de su vida su
disposición a “la orientación a Dios”, otorgada en su
creación (din al-fitra, véase sura30,29).
La misericordia de Dios se manifiesta también en su
asistencia al hombre en todos los campos. Esa asistencia es
expresada con el término rabb (= señor) y precisa la
relación real de Dios con el hombre, quien es caracterizado
como ´abd (servidor).
El término rabb implica también las nociones de formación y
“recta guía” (comparar la palabra hebrea Rabbi). Solamente
en esa relación con rabb puede ser entendida la palabra ´abd
correctamente. ´Abd no significa “criado” o “servidor”, el
cual actúa en provecho de su señor, sino alguien que para el
desarrollo de su disposición dada por Dios solicita su
inmensa asistencia.
La confianza en la voluntad protectora de Dios, plena de
sabiduría, ayuda al musulmán a protegerse de los miedos ante
todas las otras “fuerzas”.
Uno de los principales malentendidos sobre el Islam se basa
en la inadecuada que resulta la comparación de la voluntad
divina con la humana. En efecto, la omnipotencia divina y su
voluntad se refieren a la constante y protectora fuerza
creadora de Dios, mientras que la libre voluntad del hombre
es la condición indispensable para el cumplimiento de la
responsabilidad que se le ha conferido ante Dios, ante sus
semejantes y ante su entorno universal.
Con la valoración que se hace de la relación entre la
autonomía en la voluntad de Dios y la libre voluntad del
hombre está relacionada otra problemática, la cual da pie a
errores sobre la imagen coránica del hombre: el fenómeno
islámicoal-qada`wa l-qadar (decisión y realización). Esto
significa, desde el punto de vista islámico, una presencia
constante de Dios, que acompaña las decisiones del hombre.
Con frecuencia se interpreta esto negativamente, como una
predestinación privadora de la libertad, y se equipara a un
fatalismo y creencia en el destino. Pero Muhammad no anunció
un destino impersonal, sino un Dios creador personal y no
abstracto, el cual, diligente, pone atención en sus
criaturas.
Como prueba para ejemplarizar el principio de predestinación
islámica se alude con frecuencia al versículo coránico
(17,13) que a continuación se cita, dentro de contexto
total:
“ Y a cada hombre le hemos asegurado su ta`ir (esto es, su
presagio o su suerte formados a través de sus obras, o bien
de sus delitos) a su cuello, y queremos sacar para él el día
de la resurrección (de los muertos) un libro que se le será
presentado abierto –nosotros le hablaremos: “lee tu libro,
tú mismo debes juzgarte hoy”. Quien ha ido bien encaminado,
ése solamente está bien encaminado por su propio bien, y
quien yerra el camino, ése se extravía solamente en su
propio perjuicio. Y de ninguna manera debe llevar un alma
agobiada todavía otro lastre. Y nosotros no castigaremos
antes de que hayamos enviado un profeta”.
Evidentemente muestra ese versículo coránico que no se
trata, pues, aquí de un destino, Kismet, anteriormente
determinado, el cual Dios ha impuesto a la fuerza al hombre,
sino de una suerte que el hombre, pleno de responsabilidad,
ha conseguido a través de su propio comportamiento. De ese
versículo del Corán se desprende también claramente que a
cada hombre en particular, como criatura única, le ha sido
concedida la responsabilidad para su libre elección entre fe
(“ recta, guía”) y la falta de fe (camino errado). El
versículo contradice, pues con ello, a la esperanza en un
redentor y también a la institución sacerdotal especial.
La palabra Kismet, que se encuentra en la creencia popular,
puede tener su fundamento teológico y su fondo de
experiencia sólo en sucesos sobre los cuales el hombre no
tiene ningún poder: la vida, la muerte, catástrofes
naturales y demás, o sea, sucesos que una visión secular
explica como “fuerzas, azar”, etc. El musulmán se siente en
situaciones cuya influencia está fuera de su poder de la
mano de Dios, y puede así, con la confianza en Él,
salvaguardar su equilibrio espiritual y vivir sin miedo.
No corresponde conforme a los hechos:
Explicar la comunicación que existe entre el hombre y Dios
como una relación de siervo-señor, en la cual el señor, en
provecho propio, encomienda a su siervo tareas que éste no
siempre le son comprensibles.
Deducir, además, de esa relación señor-siervo que un señor
poderoso subyugue al hombre le esté mostrando constantemente
su inferioridad y abuse de él como si fuera una marioneta
bajo su poder.
Que en el Islam todo gira alrededor del poder dominante de
Dios frente a un hombre insignificante. Sin embargo, la
frecuente insistencia en el Corán sobre el poder divino se
refiere, en primera línea, al poder de Dios ante fuerzas
adversas, por ejemplo, otras presuntas divinidades y
Satanás, que tienen que ser apartados del campo de acción de
la vida humana.
Deducir de la relación rabb-`abd, que el hombre, a través de
sus propias obras, adquiera derecho a recompensa divina o
bien castigo divino (cielo / infierno).
Que el Islam sea una religión de leyes, o bien una religión
de la justicia según las obras, en el sentido protestante.
Justamente lo contrario es lo adecuado: el Islam es una
religión de misericordia (rahma).
Que el hombre, como ser subyugado, esté sometido al poder
dominador de un Dios arbitrario.
Hacer el Islam una religión de predestinación.
Concluir una pasividad y una falta de responsabilidad de los
musulmanes ante el mundo, a raíz de la confianza del hombre
puesta en el Dios protector.
Denegar al hombre la responsabilidad que tiene ante su
entorno creado, basándolo esto en una relación de
señor-esclavo, falsamente atribuida.
Suponer para el Islam la despreocupación ante los fenómenos
pecado / maldad y sostener que el hombre, por su propia
fuerza, sin la ayuda divina, consiga la salvación. Lo cierto
es, por lo contrario, que cada musulmán creyente es
consciente constantemente de su propia deficiencia ante
Dios.
|