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OPINIÓN - MARTES, 2 DE OCTUBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Ofensiva sahariana (I)
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Un frustrante trabajo, por lo fallido, previsto para el anterior fin de semana en “El Pueblo” de ustedes y mío hicieron inviable, tras una recalada familiar en Casablanca, bajar hasta la zona de Tarfaya donde había sido invitado para asistir, entre el 30 de septiembre y hasta el 2 de octubre, al festival de “Las Noches Musicales de cabo Juby”, con el que se pretende homenajear a Saint Exupéry, aquél romántico de la aviación desaparecido a bordo de su “caza” en las aguas del Mediterráneo en la II Guerra Mundial y autor, además de “El Principito”, de una obra clásica del género: “Vuelo Nocturno”. Decía el novelista francés que “solo se ve bien con el corazón, lo esencial resulta invisible a los ojos” y mi idea, al pretender alcanzar estos días Cabo Juby (agua y arena) era dejar, una vez más, dejar fluir mi ser antes de embarcarme hacia nuevos horizontes. Como cantaba “El corrido” mexicano, “Cuatro caminos hay en mi vida, cuál de los cuales será el mejor, tú que me miras llorar de angustia dime paloma por cual me voy”.

El Sáhara, marcado físicamente en mi piel desde los albores de la adolescencia no ha dejado -como la Yebala o el Rif- indiferente desde entonces la agitada biografía de mi existencia. Como español, no es ni puede serme indiferente el devenir inmediato de esas tierras a las que dejamos abandonadas a su suerte y que, paso a paso, van camino de incluirse -confío en que bajo una generosa autonomía- internacionalmente hablando en el Reino de Marruecos. Al fin y al cabo, la pactada “Marcha Verde” (con implícito apoyo norteamericano) tuvo también efectos colaterales beneficiosos para España: el abordaje por las FAR marroquíes del Sáhara Occidental (militarmente estabilizado gracias a dos factores: uno externo, la caída de la Unión Soviética y otro interno, la construcción del famoso “muro” durante varias fases, dotado con moderna tecnología israelí y generosamente financiado por el “wahabismo” saudí) tuvo, no obstante, efectos colaterales beneficiosos para España y nuestras (de momento) Islas Canarias: las nuevas “Provincias del Sur” supusieron un freno, no solo a los intereses argelinos por acceder de forma interpuesta al Atlántico sino, también y a su lomo, la retórica abiertamente independentista (aunque logísticamente en ciernes) del terrorista MAPIAC de Cubillo.

Todavía hoy, diferentes organizaciones de matriz beréber (o “amazigh”) compiten geopolíticamente con el famoso mapa del viejo El Fassi en incluir a las “Islas Afortunadas” en un presunto “país beréber” que englobaría, hasta Egipto, gran parte de las tierras del Magreb oponiéndose a la “arabización” de las mismas. De ello pueden sacarse tres lecturas: por un lado, la sociedad beréber es un freno a la expansión (en Argelia, Marruecos…) del islamismo insurgente o político (las pasadas elecciones del 7 de septiembre son una buena muestra); por otro, constituyen un freno a la pretendida “Unión del Magreb Árabe”; finalmente, el movimiento “amazigh” constituye el embrión de un futuro modelo territorial.

En cuanto al Sáhara y como veremos mañana, desde Rabat se siguen al detalle los plausibles movimientos del juez Garzón contra conocidos dirigentes “polisarios” afincados en España.
 

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