El plan descanso está en los
labios de todo el mundo. Al menos en las intenciones. Quien
más, quien menos, programa las cosas que quiere hacer y cómo
ha de llevarlas a cabo, siempre lejos del trajín diario y de
la monotonía laboral. Lo cierto es que dar un respiro a las
ocupaciones cotidianas, aliviarnos de la carga del trabajo
diario, viene siendo una necesidad que, sobretodo, el alma
agradece en estos tiempos de carreras a ninguna parte, de
nervios a flor de piel, de quehaceres impuestos sin
miramiento alguno. Por otra parte, es fundamental que la
parada laboral no sea un caminar en el vacío, sino un andar
en el reencuentro consigo mismo y en el encuentro con los
demás. Pienso -sí, ciertamente- en el abrazo con la
naturaleza que es compartido, en la contemplación de las
montañas besando el cielo sin tapujos, en el mar con el
arbolado de sombrillas injertado en la arena. Creo también
que, cuando el ser humano se deja mecer por los acordes del
universo, es cuando más descansa; cuando recobra la quietud
y el asombro, la mirada gozosa desnuda de suspiros. Todo se
vuelve más tierno, más cercano al destello de la alegría.
Apetece beber la eterna estrofa de la vida y encender el
perfume del amor para que ni en los inviernos se separe de
nosotros. Me gusta, pues, el verano; con su juego de
caricias maduras, después de haber vivido la primavera de la
juventud.
Todo parece estar propicio para que nos olvidemos de todo y
disfrutemos a corazón abierto. Me consta que diversos
departamentos ministeriales, junto a otras instituciones
autonómicas y locales, trabajan para que nuestros planes
veraniegos no se conviertan en astros caídos, fruto de un
mal sueño de verano. Según reza en el plan verano,
trabajarán para ayudar a paliar o resolver situaciones de
riesgo que derivan de la estación estival y que puedan
afectar al confort o a la vida de los ciudadanos. Entre las
múltiples medidas que se recogen, destacan: millares de
agentes y funcionarios destinados a incrementar la seguridad
en carreteras (que no sea sólo para poner multas);
centenares de personas y aeronaves para combatir la lucha
contra incendios (comprueben que las máquinas funcionan y
que el personal sabe lo que se trae entre manos); docenas y
docenas de inspecciones previstas para luchar contra la
economía irregular; refuerzo a la atención a mayores para
evitar situaciones indeseadas; campañas de sensibilización
para el ahorro del agua y de la energía, para la prevención
de enfermedades y para mayor seguridad, entre otras.
Confiamos en que no sean puros anuncios, sino presencias
verdaderas, puesto que la ilusión de un plan vale cuando la
esencia real la toma de la mano.
Es bueno sentirse seguro y acompañado para disponerse a
gozar del plan descanso que cada uno se ha inventado y que
todos nos merecemos. Que no sea sólo pagar impuestos,
también recibir cuidados, atenciones sociales y protecciones
como puede ser la salud, y así poder escalar por el
divertimento del ocio, sin miedo a perder la vida que, como
dijo el poeta, es el único verso interminable al que todos
tenemos derecho a gozarlo. En el mundo plural de la
movilidad, nunca mejor dicho para el tiempo presente, el
turismo ha ido en aumento. Quizás más que nunca, se precisa
ocupar el tiempo libre y una forma de hacerlo es cambiando
de aires. El mejor descanso, dicen algunos. Hoy es una
actividad más del sistema actual productivo que, dicho sea
como advertencia, conviene desarrollar mediante modelos
sostenibles tanto medioambientalmente, como social y
culturalmente, incorporando la cultura de la innovación, la
del talento y la emprendedora para la mejora de un sector,
el turístico, que es motor fundamental del crecimiento
económico y del desarrollo social de nuestro país. Lo es por
su aportación al PIB, a la balanza de pagos, como generador
de empleo, por su contribución a la integración social y por
ser la actividad empresarial con más futuro, según el 60% de
los directivos españoles.
Sin duda alguna, el sabio uso del ocio es un puente al
descanso. Considero que el ser capaz de llenar la
inactividad, después de un periodo activo, de una manera
inteligente, no consumista, es el último resultado de la
civilización. Creo que para bien. Trabajo y descanso, son
como las olas del mar, el haz y el envés, constituyen el
ritmo natural de la vida. Uno y otro son necesarios,
debieran considerarse derecho y deber, porque ambos son
espacios creativos si se desarrollan éticamente. Por
desgracia, como ocurre con el trabajo, aún no todas las
personas disponen de tiempo libre, y otros que si lo
disponen, tampoco pueden realizar ese plan descanso a otros
lugares, por falta de medios económicos.
Estimo que no debería perderse la concepción de hacer un
alto en el camino, darse una tregua laboral, que, a mi
juicio, es una exigencia de la naturaleza humana y
representa en sí mismo un valor irrenunciable. A sabiendas,
que el sentido del paréntesis, del respiro, no radica sólo
en la necesaria recuperación de la tranquilidad, sino
también en llevar a cabo otras actividades y otros
encuentros de familia, de amigos o simplemente conversar con
personas de otras culturas. Existe el peligro de que el
reposo veraniego sea considerado como un símil de no hacer
nada, semejante actuación para nada ayuda a cargar las
pilas, a recuperar tiempos perdidos, equilibrios y diálogos
consigo, con los suyos y con los demás; algo que las
condiciones de la vida ordinaria tiende a destruir.
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