Los jóvenes españoles en general,
no sólo los ceutíes, no leen más que lo imprescindible, y
sólo si se les obliga. En una percepción generalizada en la
comunidad educativa que genera no pocas preocupaciones desde
hace años, cuando estudios estadísticos serios comenzaron a
constatar esa tendencia.
Hace casi diez años, en 1998, el sociólogo Amando de Miguel
dio a conocer el primer gran informe cualitativo (esto es,
interpretativo y no limitado a fríos porcentajes) sobre los
hábitos de lectura de la población española. Los resultados
ya entonces eran nefastos: prácticamente la mitad de los
lectores potenciales de nuestro país, concretamente el 49%,
ya no leía nada a finales del siglo XX. Entre los jóvenes en
edad escolar o universitaria el problema era aún más grave y
los autores del estudio concluyeron que los jóvenes leían
mucho menos de lo que cabía esperar después de la
instrucción académica recibida. Este tipo de informes ponen
de manifiesto el fracaso de las sucesivas políticas
educativas y culturales que desde la Transición hasta hoy
han ido poniendo en marcha con más o menos decisión en su
intento de fomentar el interés por los libros las distintas
administraciones.
Aunque Ceuta y Melilla no formaron parte del estudio
sociológico mencionado (como Madrid, Euskadi y Cataluña, las
tres comunidades autónomas donde más se lee), la última ‘En
cuesta de hábitos y prácticas culturales’ del Ministerio de
Cultura, donde sí se incluyen datos de las ciudades
autónomas, demuestra lo que ya se había: el desinterés por
la lectura es aún mayor en ambas regiones. Curiosamente, las
dos ciudades destacan sin embargo por su nivel de
aficionados a la música. Aunque no tenemos más que una
tienda de discos, los ceutíes escuchan música a menudo y van
a muchos conciertos, un área en el que la Consejería de
Mabel Deu ha dado la talla sin duda. Ahora, el departamento,
en colaboración con la Dirección Provincial del MEC, debería
plantearse cómo podría incentivar el interés por los libros.
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