Fue el miércoles pasado cuando en
la cafetería del Parador La Muralla, me encontré con José
María Muñoz Lladó, como tantas otras veces me ha
ocurrido, desde que nos conocimos hace ya la friolera de 25
años. Él dice que ya nos habían presentado siendo yo
entrenador del Algeciras, 8 años antes. Y será así; puesto
que mi amigo tiene una memoria prodigiosa. Yo siempre le
suelo decir que su memoria está protegida con la capa de
acero inoxidable que producen las muchas lecturas.
JMM es, además, lector exigente y localiza con suma
celeridad los gatillazos impresos de quienes escriben. Y,
dado que tiene muy acentuado el sentido de la ironía, lo
celebra con el consiguiente comentario burlesco cuya
capacidad de herir es superior a la que pueda tener
cualquier achuri fabricada en Albacete.
El miércoles pasado, nada más verme, le faltó tiempo para
preguntarme si “pasar el quirinal” estaba bien escrito.
Frase hecha usada por mí en la columna titulada La
sentencia.
De momento, en vista de que la pregunta se me había hecho de
sopetón, quedé algo tocado. Dubitativo. Aunque reaccioné y
le dije que la locución quería indicar, de manera indirecta,
lo atribulados que podrían estar los condenados,
últimamente, por el llamado “caso Tesón”.
Pero José María Muñoz, con su característica sorna, insistió
en su querer saber si se escribía “pasar el quirinal” o
pasar el quinario. Y allá que le conté, por encima, lo
concerniente a la frase hecha andaluza y le prometí
detallarle, de cabo a rabo, su procedencia y significado. Y
así lo haré en el análisis dominical. Pero ciertas
circunstancias aconsejan que me valga de la anécdota para
poder darle vida a la columna de hoy.
Pasar el quinario es la expresión adverbial correcta. De
manera que la razón estaba de tu parte, estimado José María,
al inquirirme, una y otra vez, con tu guasa tan especial,
acerca de mi “pasar el quirinal”. Recreándote en la suerte
de tu estupenda cultura, tan arraigada en la alacena de tu
memoria, para tocarme esa veta de manierista que anida en mí
y que me hace en ocasiones, nunca mejor dicho, pasar el
quinario.
Voy, pues, amigo, con lo que dice al respecto El Polémico
Dialecto Andaluz, escrito por José María de Mena.
Pasar el quinario se refiere a los cinco días, o quinario,
que estaban padeciendo la mayoría de las Órdenes religiosas
durante la Semana Santa desde el Lunes al Sábado de Gloria,
con ayunos, disciplinas, etc. (Córdoba). En Almería se dice
pasar los quiries (De Kirie en misa). No obstante, en la
Bahía gaditana, en según qué pueblos, se dice “pasar el
quirinal”. Aunque Juan de Mena no lo recoge en su magnífico
libro. Ahora bien, reconozco que mi obligación, al darle
vida a la frase en mi columna, era haberla entrecomillado.
En tres palabras: pasar el quinario es como pasar el
equinoccio: “Pasar penas y calamidades”.
Las mismas que le auguro a los responsables del área de
Turismo en sus funciones si siguen haciendo del adanismo su
principal arma de trabajo. Porque actuando con premeditada
tendencia a prescindir de lo que alguien ha hecho bien en el
pasado, les hará desembocar, sin duda, en el mayor de los
fracasos. No le vendría mal, por tanto, a Guillermo
Martínez mirar hacia atrás para nutrirse de las
actividades que tuvieron éxito. Pero debería empezar por
dejar a un lado su manifiesto deseo de partir de cero.
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