Es cierto que ha habido hombres de
buena fe que han trabajado para erradicar la pobreza y que
se han sacrificado por los demás como, por ejemplo el
socialista Besteiro que abominó del rumbo que había tomado
su partido y que fue uno de los artífices, juntamente con
Casado, de la rendición de Madrid para evitar más
derramamiento de sangre. Sin embargo, parece que la famosa
“memoria histórica” es endeble y quebradiza, hasta tal punto
que todavía hay algunos empeñados en reivindicar la figura
de Companys, uno de los responsables directos de que en
Catalunya fueran asesinados, sin juicio y sin compasión, por
las hordas anarquistas primero y comunistas después, miles
de personas cuya culpa se reducía a ser de derechas,
propietario o, simplemente, cristiano. El señor Companys, de
turbia biografía, defensor de anarquistas, participante en
la revolución de octubre de 1934, responsable de la
insurrección catalana y proclamador de la independencia de
Catalunya, manipulador y entregado, en 1936, al Comité
Antifascista, que lo utilizó como una marioneta, y que
permitió toda suerte de desmanes contra las personas de
orden, quema de iglesias y profanaciones de sepulcros; fue
más tarde de aquellos que escatimó el envío de tropas
catalanas al frente, por creer que mejor sería reservarlas
para la defensa de Catalunya y no del resto de la República.
Este tristemente famoso sujeto, responsable, no sólo de los
asesinatos masivos de muchos ciudadanos inocentes, sino de
colaborar en la derrota de la República (al negarse a
colaborar con sus tropas) y de ser defensor a ultranza de la
independencia de Catalunya; parece haberse convertido en el
símbolo de la ERC a la que pertenenció, pero también de
otras formaciones políticas como CIU y otras facciones
progresistas. Como en casi todo lo que hace referencia a las
aspiraciones independentistas de los catalanes, existe una
especie de sentimiento masoquista que les hace convertir en
ídolos a los principales causantes de sus máximas desgracias
(Casanovas y la rendición de Barcelona, en 1714, ante los
borbones) y Companys (responsable de la derrota catalana y
de la subsiguiente cadena de prohibiciones impuestas por
Franco, entre las cuales se proscribía el uso de la lengua
catalana). No hay duda de que el señor Companys puede
atribuirse el dudoso mérito de que la lengua catalana se
convirtiera en arma política de sus adversarios y, por ello,
en instrumento para castigar a los catalanes por haberse
valido de ella como utensilio para defender su separatismo.
Así pues, no debe de extrañarnos la sincronización que, en
estos últimos días, se ha producido entre las distintas
formaciones políticas de tendencia separatista, en hacer
manifestaciones sobre “la necesidad de regeneración del
catalanismo” o el ultimatum de Carot amenazando con un
plebiscito en el 2014 para declarar la independencia de los
“Paises catalanes” (¡cuidado que, para estos anexionistas,
quedan comprendidos en sus aspiraciones la comunidad
valenciana, las Baleares y el sur de Francia, amén de parte
de Aragón!) a la que no parecen hacerle ascos los comunistas
de Mayol y Saura. Montilla, como siempre, de pasmarote,
intentando no molestar a los que le apoyan para gobernar y
mantenerse ante sus compañeros que gobiernan en Madrid
¡triste papel para un papanatas elevado, como si fuera un
Sancho Panza, al gobierno de esta Isla Barataria que es
Catalunya! Todos estos corpúsculos saben que, de perder el
PSOE las elecciones, se les ha acabado el chollo, por lo que
se esfuerzan en colaborar con el ejecutivo para que, si
vence ZP en las próximas elecciones, poderle arrebatar
impunemente las facultades que les faltan (pocas quedan
después de lo del Estatut), para su autorregulación. En
Euskadi más de lo mismo. Con Companys y Arana ya tienen la
excusa que buscaban para separarse de España. Lo que parece
que ignoran es lo que les ocurrirá cuando deban financiarse
y valerse por sí mismos, pero esto ya es otra historia.
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