Fui desapareciendo paulatinamente de los terrenos de juego
de la Marina, si antaño llevaba a mi hermano Nini y unos
cuantos, muy pocas veces en estos años que me he asomado por
los campitos de juego, a echar un rato dándole al balón con
tantos jóvenes valores que te sacan la lengua despavorido.
La primera fue en junio, al principio de las vacaciones,
tras la toma de mando del trabajo y con la cabeza molida con
eso de Autorizado por, vendido por, entrega reparto, prepara
mercancía, fuimos por la tarde, con unos tenis, una camiseta
azul y un pantalón de deporte y con la neura llena de
recuerdos de fútbol, ante la sorpresa general de la juventud
me puse a jugar con ellos, esas reboloinas, pachangas,
adornadas con mis expresiones típicas caballas de mis
tiempos de graderíos en Alfonso Murube.
Salí sudando a chorros, con muchas toxinas eliminadas por
los tobillos y eufórico que llegaba a casa, la segunda fue
un poco triste, dejaba el fin de semana el trabajo que
parecía un parte de guerra, vivencias pasadas de esas que
dicen tantos palos te dan que al final te caes, me hicieron
mas duro, tanto que solo pedía a Dios, que si caía muerto, a
mis allegados que me recogieran del suelo, tan duro te
vuelves con la vida misma, que resignado piensas que en esos
días me dije ESTO NO ES VIDA.
Mira por donde bajo un sol que quemaba y la feria a la
vuelta de la esquína, los árboles eran porterías, tres o
cuatro chavales aburridos, uno de ellos, cosas de la vida,
era el germen de la bronca de la semana, del mes o del año
por el cúrrelo, me armé de valor, y me dije no lo voy a
despreciar, vamos a ser hombres y vamos a invitarles a
compartir el fútbol.
La tercera, la del pasado sábado, los temporales de levante
que destrozan la jornada de tarde de playita en mi Ribera,
me hicieron asomar por la Marina, tras pedirle pachanga a
unos chiquillos con pinta de brasileños, estos desde chico,
eran muy trajinantes y ya a un grupo de rubillos inquietos
les hice señas de que tenia un TEAMGEIST del Mundial de
Alemania, hicimos un partidazo, juntamos dos equipos, me
sentía joven sacando balones de cabeza bajo los palos,
alentando, explicando corrigiendo, muchos me preguntaban
donde había jugado, si era entrenador, triste y orgulloso
dije que de muy joven me puse a trabajar, y no había estado
en ningún equipo, que llegaba toda la vida trabajando y
entre tiendas y mostradores se fue mi juventud. Ellos
contentos y felices me pidieron que volviese otro día,
aunque ya no corriese como aquellos años ochenta, me llegó
hasta el alma, y muchos quisieran, que los niños me decían
que mis piernas eran DE PRIMERA.
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