Mi regreso a la ciudad se está convirtiendo en un auténtico
bacanal de sorpresas, algunas desagradables, que me dan más
fuerza para permanecer en ella. Como yo mismo me lo he
buscado al retornar aquí, no puedo ni debo quejarme de mi
situación contractual por cuanto puedo irme lo mismo que me
he venido. Permanecer aquí conlleva redescubrir cosas que en
mi juventud ignoraba, y todo ello no quita para que vierta
mi opinión crítica con aquello que considero, repito que es
mi opinión personal, fuera de tono o de lugar.
Ser político, verdadero político no lo soy. Me falta mucho
que aprender de la política en general, por un lado, y no
tengo alma ambiciosa para arrimarme a quién más calienta… el
bolsillo de cualquiera. Para ser político, tal como se
estila hoy en día en cualquier rincón de la España
constitucional, se ha de ser muy, pero que muy ambicioso en
el plano personal. O sea vivir de la política que no para la
política.
Las campañas que están realizando nuestros políticos, de
todos los partidos habidos y por haber, están alcanzando un
nivel tan bajo que me hace dudar del verdadero índice de
intelectualidad de nuestros políticos y si son dignos de
tomar el timón de un país salido del túnel del tiempo y al
que amenazan volver.
No puedo dejar de leer las invectivas, que comentan algunos,
contra los actuales dirigentes socialistas porque, aparte de
hacerme reír, me producen un sentimiento de vergüenza ajena
hacía aquellos que vierten sus tientas envenenadas en un
total desacierto de críticas mal contenidas y mal digeridas.
Hasta la fecha, y lo digo con la mano en el fuego, ningún
español puede tener quejas, personalmente, del trato que nos
está dando nuestro actual Gobierno de la Nación en todas las
materias de que disponen para gobernarnos. Si hablamos de
los Presupuestos Generales del Estado todo son críticas por
el supuesto derroche que hace el Gobierno, derroche que va a
parar en beneficio de numerosos españoles que complementan
el gasto social de un Gobierno garante de un próspero país.
Ese derroche no se va en armas, no se gasta en invadir otros
países, no sirve para engrosar prebendas de los prebostes
conservadores ni para aumentar los capitales de los
inversores especuladores.
Si ponemos como ejemplo, a menor escala, la actuación del
ejecutivo ceutí en materia económica sobre sus actuaciones
sociales… mejor apagamos y nos vamos a tomar cañas y tapas.
¿Alguien me quiere decir qué se ha gastado nuestro ejecutivo
en esa cosa religiosa en Almería? ¿No subvenciona ese país
llamado Vaticano sus campañas publicitarias? Por más que
pienso creo estar en una colonia de dicho pequeño, pero
económicamente poderoso, país.
¿Sabéis una cosa?... yo hablo con Cristo; mantengo,
semanalmente, una especie de cambio de impresiones con Él y
de verdad que nunca lo he visto tan asombrado de cómo se han
llevado las cosas de lo que Él nunca pretendió. Ni Él ni su
Padre. En fin como es cosa de humanos… la teoría de la
conspiración judeo-masónica sigue presente en algunos
cerebros asentados en éste brazo de tierra rodeado de agua
por todas partes… y cuando cae un chaparrón, más aún. De
momento no me he informado sobre a quién corresponde la
responsabilidad de que se inunde la ciudad y no encuentren
solución a tan simple problema previsible. De ahí que Cristo
se asombre en que no se hagan estudios sobre previsión en
caso de inundaciones y crean que gastando miles de euros en
rezos y sus derivados se evitará el fenómeno.
Al referirme a las campañas que están realizando nuestros
políticos, me refiero en el fondo de la cuestión, a la que
están llevando a cabo los peperos, y que no conducen a otra
cosa que a crear confusión en el conjunto de los ciudadanos
españoles. Por ejemplo sobre Andalucía: quejarse de que los
socialistas (sociatas según ellos) llevan la mar de años al
frente del gobierno autonómico y pedir al pueblo que vote al
Arenas porque éste dará la de cal, con una especie de
lamento lastimero, no es buen comienzo para el pobre
pretendiente a la corona, digo a la poltrona, parecen niños
pinchando globos… Desde luego que no ganaran, por mucho que
digáis vosotros, los peperos y compañía.
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