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OPINIÓN - MARTES, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

La feria de las vanidades
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Acabó la Pasarela Cibeles con el desfile de la gitana cordobesa Juana Martín, que es la que mejor retrata el aire barroco andaluz de toda España. ¿Qué si me interesan las distintas pasarelas, léase Gaudí o Cibeles? Pues tanto como a ustedes, es decir, una higa, poco más o menos. Pero la frivolidad endémica en el Sistema Buenista que padecemos, da bombo y platillo a auténticas nimiedades. ¿Saben ustedes lo que cuestan, en euros contantes y sonantes, por ejemplo, diez minutos de televisión? Una auténtica fortuna, un genuino perraje, un huevo y parte del otro, una pastora, una barbaridad y ese dispendio terrible se utiliza en polemizar y decir gilipolleces acerca de que, las modelos, ya alcanzan un dieciocho de masa corporal. Y las locutoras modulan la voz, para dar un tono entre maternal y entusiasmado “¡Una pasarela saludable!”. Luego se alargan al backstage que es por donde pululan las señoritas saludables y hacen comentarios, cámara y locutora, de lo que comen las bellas, todo ello “¡Sano y saludable!”.

Mientras, me consta, les consta, que, en la barriada ceutí del Príncipe, en la malagueña de las Castañetas, o en la sevillana de las Tres Mil Viviendas, muchas familias no consiguen que, sus chiquillos coman sano, ni tampoco saludable, ni tan siquiera que coman malamente. Y no digamos en el averno de los enganchados que son las Barranquillas de Madrid. Porque, sabemos, que, prácticamente, cada ciudad o pueblo de España, tiene alrededor o en su corazón, eso que se llama “zonas marginales” donde viven, según los espíritus puros los “económicamente débiles” o “en riego de exclusión social”. Eso se dice porque resulta elegantemente caritativo, aunque lo que se piensa es que viven los pobres, los marginales y la gentuza. Sin riesgo alguno de encapricharse de uno de los modeletes que desfilan por Cibeles y si se encaprichan que se jodan porque no se los pueden comprar. Aunque no hay que alargarse a los extremos para topar con dificultades, en absoluto, tan solo darnos la vuelta a la manzana y toparnos con los JASP, los jóvenes aunque sobradamente preparados, mileuristas, en un país de tiburones y buitres donde, el alquiler más rácano, ronda los quinientos euros.

¿Ayudas para los más jóvenes? Hay que mover más papeles que si un esquimal se obstina por adquirir la nacionalidad guineana. ¡Y vengan ventanillas!.

Pero, lo importante es que, en esta Feria de las Vanidades, las chicas que desfilan en pasarela son una muestra contra los trastornos alimentarios, porque tienen 18 de índice de masa corporal. Tema a debatir durante horas por expertos, sociólogos, nutricionistas, endocrinólogos, psicólogos y políticos.

Todos ellos, talentosos y sabios, han decidido incluso algo tan trascendental como unificar las tallas y mostrar en los escaparates maniquíes orondas y tetudas, mujeronas de bandera que espanten los fantasmas de las sílfides transparentes, de las huesudas que parecen el espíritu de la golosina y de las gurruminas sin remedio. Y eso me hace recordar esos versos dedicados en el Siglo de Oro de las letras españolas a una individua llamada Estefanía que, la criatura, era tuerta y encima anoréxica, he aquí su epitafio, escritos por el genial poeta “Aquí yace Estefanía, flaca y aguda mujer. Que bien pudo aguja ser, pues solo un ojo tenía“.

Flaca, esqueleto de alambre, en tono a sus huesos vanos, yacen también los gusanos, pues se murieron de hambre”.

¿Qué susurran, trabajosos y vacilones como son ustedes? ¿Qué que carajillo con mazapán nos importan la tuerta Estefanía y las nuevas normas para las muñecas de los escaparates, cuando nuestra juventud comparte pisos, se come los mocos, es explotada por empresarios golfos y siente que tiene encima más ruinas que Mérida? No nos importa,. Es verdad. Ni el índice 18 de la Feria de las Vanidades, ni su repajolera madre.
 

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