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OPINIÓN - MARTES, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El sacristán
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Francisco Sánchez Paris estudió medicina y se abrió camino en la vida, lejos de su ciudad: Ceuta. Alternó su profesión con la política activa y logró ocupar cargo destacado, en tierras jiennenses, porque así lo quisieron los prebostes de la Junta de Andalucía. Un buen día, tal vez debido a su amistad con Pedro Gordillo, forjada, según dicen, en la Casa de Estudios CE-70, decidió regresar a su lugar de nacimiento.

El hecho de volver a su patria, sitio de recuerdos imborrables de la niñez y de un crecer compartido con amigos que también andaban deseosos de labrarse un futuro, tendría que haber sido motivo de satisfacción para cuantos lo conocían de cuando en sus años mozos paseaba la ciudad melena al viento y pantalones vaqueros ceñidos.

Incluso deberían haber dicho de él: he aquí a un hombre que consiguió salir adelante por sí mismo. Estudió con provecho y supo estar en el sitio justo y en el momento oportuno para sacar adelante a su familia y vivir con algo más que holgura. En suma: el regreso de FSP a su pueblo tendría que haber caído la mar de bien. Como debe ser.

Pero hete aquí que la vuelta de este “caballa”, a no ser que la condición de “caballa” se pierda por estar equis años fuera de aquí, les sentó como un tiro a ciertas personas que no han cesado, desde entonces, de perseguirle con saña. Algo que a mí no me ha causado la menor sorpresa.

Me explico: un día, recién nombrado jefe del Gabinete de Juan Vivas, FSP me citó en una oficina de una planta del edificio municipal, con el único fin de conocerme y de saber cómo respiraba yo acerca del comportamiento de ciertos individuos. Le puse al tanto de cómo se maniobraba en ciertos despachos y de las reacciones peligrosas de algunos sujetos. Y, desde luego, le auguré los muchos problemas que se iban a cernir sobre él si no era capaz de descubrir con celeridad de qué manera actuaba el sacristán del Partido Popular.

Mentiría si dijera que Francisco Sánchez-Paris entendió el mensaje. Todo lo contrario: lo de sacristán le sonó a griego y, claro, hube de explicarle quién era la persona encargada de manejar el campanario del partido. Un tipo que goza doblando las campanas. El ser campanero, le dije a mi interlocutor, es una vocación de niño. Y él ha conseguido, no sin esfuerzos, ser nombrado campanero profesional de los populares de Ceuta a raíz de que éstos perdiesen las elecciones generales. Ya que el sacristán presume de ser limpio de corazón a la par que se jacta de no haberse aprovechado nunca de nada ni de nadie.

El sacristán, que es además presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta, reza tanto como insulta. E insulta cada vez que alguien le pregunta por las cuentas de la federación o no accede a sus peticiones y deseos de medrar. Porque el sacristán, con vicios de sacristía muy desarrollados, lo mismo coloca a un pariente en un puesto codiciado que hace uso de su cargo para obtener prebendas. El sacristán, que es además presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta, se ha propuesto doblar las campanas por Francisco Sánchez Paris. Aunque en el empeño haya de sembrar de cizaña la sede sita en la calle del teniente Arrabal. Cuidado con el campanero.
 

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