Continuando con nuestro hilo
expositivo de ayer y obviando, por el momento, el papel de
“puente” representado por Ibn Taymiyya, nos encontramos
entre 1703 y 1791 (1115-1206 de la Hégira) con la presencia,
en Arabia Central, de Mohamed ibn al-Wahhab, intransigente
reformista y predicador quien, en 1744, selló una alianza
político-religiosa (inspiración quizás de la pactada por
Osama Ben laden y el muláh afgano Omar) con un ambicioso
jefe tribal, Mohamed ibn Sa´ud (el precedente y paralelismo
histórico más exacto se remontaría a los almohades del Atlas
marroquí) que daría pie en 1880 (después de varias
intentonas) al nacimiento del reino del fanatismo despótico
y la intransigencia, puede que el referente más deleznable
de la aplicación mundana, “shari´a” en mano, de las normas
del Islam: Arabia Saudí, el cortijo de la corrupta y
decadente Casa de Saud cuya bandera, cruzada por dos curvos
sables, no simboliza precisamente la paz. ¿Hablará de ello
en Ceuta el experto Said Ziani?. Un inciso, amigo lector, si
eres “muslim” y vas a cumplir con uno de los pilares de tu
religión peregrinando al santo lugar de la Méca. ¡Cuídate!:
ni uses tu rosario, ni cites al venerable santuario del
“Yebel Alam”, ni lleves contigo obra alguna del místico
andalusí Ibn Arabí; esconde tus raíces, pues las gentes esas
saudíes son herejes peligrosos, base ideológica de la
eclosión integrista de nuestros días. Predicando con el
ejemplo Ibn al-Wahhab se impuso con la violencia,
estigmatizando como desviacionistas a los musulmanes que no
pensaban como él, condenó amables prácticas religiosas
populares, prohibió (otro soterrado obseso sexual) el mínimo
contacto social entre hombres y mujeres obligando al uso de
la “barba islámica” (¡!) entre los varones, desterró la
música y proclamó la Guerra Santa o “Yihad” (además de
“esfuerzo” el término significa precisamente eso) contra los
sunnís “tibios” y los shiís “herejes”. Tras su muerte y una
vez implantado, el “wahabismo” masacró en 1803 a la
población shií de Kerbala (ni entonces existían Israel ni
vivía Bush, ¿me entienden?), fueron devastadas mezquitas y
mausoleos de La Meca y Medina, destrozándose numerosas obras
de arte con amarga impotencia del Califato turco de
Estambul; los jerifes hachemíes, legítimos custodios de los
Santos Lugares del Islam y que sobreviven actualmente
-gracias a la decisiva intervención británica- en Jordania,
fueron asesinados o expulsados… En síntesis, el wahabismo es
una secta catalogable en el antiguo “Reglamento de
Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas”. En
cualquier sociedad democrática estas gentes, como los nazis,
deberían ser perseguibles de oficio… Pero en España y en el
resto de Europa somos estúpidos y cobardes, mientras
curiosamente el personal de esta ralea está apoyado al otro
lado del Atlántico por quien ya saben ustedes. ¿Y me dicen
encima que los wahabíes, que han contaminado religiosamente
a la “Umma” gracias a sus petrodólares, se mueven por España
como pez en el agua siendo estos días, uno de sus
exponentes, invitado por el demiurgo del Tabligh a dar una
conferencia en Ceuta…? ¿No se habrá alojado en uno de los
varios “pisos francos”, verdad?.
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