Todos los días, desde hace ya
muchos años, leo la prensa a primera hora de la mañana. Es
una actividad que he asumido con carácter profesional. Por
tanto, no haría falta decir que analizo todas las noticias,
con detenimiento, para elegir la que me permita sacarle
punta. De ahí que estuviera muy pronto al cabo de la calle
de las declaraciones realizadas por el presidente de la
Comisión de Amistad Hispano-Marroquí, Yhaya Yahya, en su
día. Y la verdad es que no me sorprendieron. Ya que el
senador no hace sino cumplir con un papel al cual están
abonados autoridades y políticos marroquíes: tratar de herir
la susceptibilidad de los ceutíes, cuantas más veces mejor.
El sentir de lo políticos marroquíes, en relación con Ceuta
y Melilla, y su verborrea al respecto, es algo que tenemos
que conllevar los españoles, y sobre todo los ceutíes y
melillenses. Y me parece muy bien hacer oídos sordos a
tantas necedades expuestas con el único afán de desviar la
atención de los muchos males que aquejan a la sociedad en la
cual viven los encargados de hacerse notar con insidias. De
hecho, nunca me he sentido yo tentado de responderles a los
voceros.
Es, más o menos, lo que pide la directora, en ese espacio
titulado de Norte a Norte, que se le ha quedado ya en un
remedo de artículo con derecho a pataleo diario. Dice la
pamplonesa, con su habitual estilo de andar por casa:
“Acostumbran los políticos a entrar al trapo de cualquier
alusión negativa hacia Ceuta y Melilla que venga a
cuestionar la españolidad de ambas hermanas. Pican el
anzuelo y se ‘calientan el pico’ respondiendo a unas
alusiones que, por insensatas, no deberían obtener el mínimo
aprecio”.
De acuerdo. Es mi forma de pensar. Y a la que he sido fiel.
Es decir, no hacer el menor caso a quienes gozan viendo de
qué manera sus ofensas sacan de quicio a los ciudadanos de
ambas ciudades españolas. Pero conviene recordarle a la
intrépida periodista, que no pocas veces ha escrito ella
contra declaraciones de esa laya. Enardecida toda ante las
reivindicaciones de las autoridades de Marruecos.
De cualquier modo, a la directora le convendría -tan echada
para adelante cuando se atrevió con el titular de Racismo de
chirigota en Ceuta, el uno de marzo de 2006, en Abc- leerse
los Dardos de los jueves, donde tantas y tantas veces se le
ha exigido a Juan Vivas que respondiera con firmeza a los
agravios procedentes de Marruecos.
Bien podría yo, si la columna fuera interminable, plasmar
aquí todo lo escrito por Juan Luís Aróstegui en contra del
presidente, Juan Vivas, tachándolo de dejarse humillar por
la forma de actuar del gobierno de Marruecos. Además de
llamarle cobarde, debido a que el presidente ha habido
muchos momentos en los que no ha querido caer en la trampa
de las contestaciones. Y jamás he leído la menor crítica de
la intrépida periodista, al colaborador de su medio. Ahora,
sin embargo, a la señora directora le ha faltado tiempo para
censurar al asesor-jefe de gabinete, Sánchez Paris, con el
único fin de ponerle en entredicho. Y todo porque Juan Vivas
ha aireado que considera “un insulto a la razón”, las
declaraciones de Yahya. Y ella, la siempre audaz periodista,
ha visto la oportunidad de arremeter contra un hombre a
quien odia porque no quiere ser la voz de su amo. Es decir,
del… jefe de la directora.
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