¿Han observado ustedes como, desde
que se largó el, que nunca fue lo suficientemente bien
llorado, juez Torres, el interés por la Malaya se va
diluyendo? Sí, quedan cuatro carroñeros de las tertulias
insulsas que intentan hacer sangrar un poco más los despojos
de la carnicería mediática, para refocile de la poca gentuza
que sigue interesada en el tema. ¿Qué musitan? ¿Qué si sigo
opinando que, el asunto no es más que un torticero montaje
en plan cortina de humo de los problemas reales de nuestra
España?. Por supuesto. Es mi opinión. Como lo es el que, el
cautiverio de Pedro Román , el supuesto “malayo olvidado”
cada vez se parece más a un secuestro y a un castigo “por
ser vos quien sois, bondad infinita”.
La prisión preventiva de Pedro Román conculca tantas leyes,
zamarrea tan rudamente el Principio de Igualdad de esa
Constitución tan bonita, tan bien redactada, tan irreal, tan
“como nos gustaría que fuera y ojalá que fuera verdad”.
¿Principio de Presunción de Inocencia? ¡Vamos, seamos
serios, que los españoles no nos chupamos el dedo más que
cuando tenemos que apurar la gota sutil de una buena salsa ¡
Y eso disimuladamente, como quien no quiere la cosa, lametón
y tente tieso. Aquí es culpable hasta el apuntador, hasta
que no contrate a buenos leguleyos, se rasque la faltriquera
y apoquine a los picapleitos para que se partan el culo por
demostrar que, el tipo no es directamente un culpable
hijoputa. Aquí, el imputado, encaja la carga de la prueba y
se deja la cornamenta, partiendo del Principio Más Auténtico
que es el Principio de Presunción de Culpabilidad. Ese que
entra en vigor cuando, en las tripas de una comisaría, te
dicen “Quítese los cordones de los zapatos, las gafas y el
reloj”. Y a partir de ahí, a partirse el alma para demostrar
la inocencia. Porque, el Sistema, no te va a amparar ni a
ayudar. Si das con gente honesta durante el camino, con
buenas personas y dignos profesionales, alguna esperanza
hay. De lo contrario, todos jodidos.
¿Qué como lo lleva mi particular y feroz crítico literario
Pedro Román en el módulo II alhaurino? Pues con señorío, se
nota que ha mamado el ADN del castellano viejo, los
arquetipos hermosos del bochinche genético celtíbero. Valor,
coraje, dignidad, hombría, religiosidad y rectitud. ¡Por
Dios, que buen vasallo si hubiera un buen señor!. Reflexiona
el promotor- productor, con ese humor con retranca, tan
salmantino y cuenta que siempre deseó, desde estudiante
universitario, pasar una semana en una cárcel, otra en un
manicomio y una tercera en un confesionario. Tres
experiencias que templan las entrañas y, o te hunden, o te
hacen crecer. O te masacran el cerebro o te cargan de
vivencias distintas y no distantes, sino cercanas. Deseo
sinceramente, pues como española, mi corazón está siempre
junto al de las víctimas de la injusticia y como cristiana
junto al de los bienaventurados que sufren persecución,
deseo que Pedro, el hijo de Don Pedro el médico, el nieto
del doctor Don Pedro, cumpla sus experiencias de vida. ¿Qué
la de estar en prisión por la cara ya está más que cumplida?
Sí. Pero el buen Dios siempre escribe derecho, aunque los
renglones parezcan torcidos y Pedro Román, con sus ademanes
pausados, con esa serenidad del hombre de fe, con la
disponibilidad y la generosidad más absolutas, hacía mucha
faltita en un lugar de dolores y desdichas. Aquí le explica
un Auto judicial a uno, allí le escribe una carta a otro,
aquí compra un paquetillo de tabaco, aunque no fuma, para
repartirlo entre los que nada tienen, acullá escucha las
penas, aprieta una mano y da un abrazo a un hombre que
llora, compartiendo el cafelito con el calé y entrenando con
el preso ruso que es un cacho de pan. ¿Qué si me da pena
Pedro Román? No exactamente, secuestrado está, pero, la
inversión en amor y en humanidad es tan inmensa que, a
partir de aquí aparecerá en la lista Forbes de los hombres
más ricos del mundo. Y eso es de envidiar y de admirar.
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