Dice un popular dicho de estas
tierras, que se explica por sí solo. Y es en ese contexto no
exento de estoica “apateia” (a caballo entre la
“resignación” cristiana y el “determinismo” musulmán) donde
debemos contextualizar el soberano nombramiento, como Primer
Ministro del Reino de Marruecos, del veterano Abbas El Fasi,
secretario general del partido del “Istiqlal”
(Independencia) que alcanzó en las pasadas elecciones
generales del 7 de septiembre el mayor número de escaños en
el Parlamento de Rabat, aunque no el de votos. Por el
contrario y a su favor, los “istiqlalíes” están más
homogéneamente repartidos por todo el país mientras que sus
directos contrincantes, los islamistas moderados del PJD,
pese a haber sido los más votados disponen de una masa
electoral geográficamente asimétrica: muy fuertes en el
norte occidental y en el eje Rabat-Casablanca, las gentes de
El Othmani apenas disponen de margen de maniobra en el medio
rural y son contestados por el movimiento de raíz beréber en
el Rif y el Atlas. Tiene sentido que Mohamed VI escogiera a
un hombre del “Istiqlal”, partido monárquico y conservador
como pocos, pero numerosos observadores (más en privado que
en público) discuten la idoneidad del nombramiento: El Fassi
es un hombre del pasado, al que retrotrae con su
trayectoria, salpicada además por escándalos de grueso
calibre y con un acta de diputado obtenida de forma dudosa y
por escaso margen de votos en Larache. ¿Acaso no había otros
nombres más jóvenes y de prestigio…? A veces da la impresión
que el formidable impulso de reformas y modernización
emprendido por Mohamed VI, comprometiendo en el mismo su
nombre y prestigio, es ralentizado cuando no torpedeado
desde su entorno más inmediato. Marruecos necesita un cambio
profundo, de imagen incluso, que no aporta El Fassi; los
acontecimientos van muy deprisa y, si algo le falta al joven
rey de Marruecos, es precisamente tiempo..... ¿Hasta qué
punto Mohamed VI no es de alguna forma “prisionero” de su
Corte…? Desde esta columna, sincera y leal pues al fin y al
cabo vivo y escribo desde su país, esa bella costa de Tetuán
que el joven príncipe Mohamed aprendió a amar desde su
adolescencia, estimo que Mohamed VI debía considerar las
amargas reflexiones del último Rey de España antes del
matadero de la Guerra Civil, en las que un triste Alfonso
XIII recapitulaba sobre el letal papel de los cortesanos
como causa de las ruinas de las monarquías… Deseando
naturalmente lo mejor para el Rey, su país y sus gentes,
creo íntimamente que Mohamed VI ha errado con el
nombramiento del nuevo Primer Ministro. Cambiando de tercio,
me han sorprendido (justo en estos precisos momentos) las
acres e inoportunas declaraciones del presidente de la
“Comisión de Amistad Hispano-Marroquí” sobre el histórico
contencioso de Ceuta y Melilla. Me parecen una clara y burda
provocación. ¿Acaso una sutil maniobra, desde la sombra, de
la DGED…?; ¿pero quién la ha lanzado y por qué?. Hay una
cosa clara: el diputado Yahya no baila solo y hay que
entender, sin ponerse nerviosos, sus alusiones a
“poblaciones oprimidas”, “abuso de autoridad” y “compra de
voluntades”… A “sidi” Yahya se le fue la bola y, claro,
recuerden que el siempre habla de…. Marruecos.
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