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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

El problema de la vivienda

Por Quim Sarriá


Sigo escribiendo del norte…, del norte de África y, por tanto, de este pequeño y entrañable trozo de España geográficamente enclavado en el Magreb, Ceuta, así como de su inmediato entorno circundante, el “hinterland” que se decía antes siguiendo el neologismo alemán introducido por G. Chisholm en 1888 y reelaborado más tarde por la escuela geopolítica. Saco a la palestra el concepto con una sana intención descriptiva y didáctica: “Todo cambia, nada permanece”, sentenciaba a comienzos del siglo V ADEC el presocrático Heráclito de Éfeso con uno de sus característicos aforismos: “No podemos bañarnos dos veces en el mismo río”. Digo esto porque aplicando supuestos geopolíticos bien pudiera ser que, a corto plazo, Ceuta, ciudad querida, pudiera convertirse de hecho en el “hinterland” de Tánger-Tetuán, cambiando las tornas y volviendo la oración por pasiva.

Es decir, la vecina región de la Yebala podría ir convirtiéndose en una comarca productiva en la que Ceuta, ciudad querida, podría ir viéndose relegada al papel de una cenicienta subsidiada. ¿”Ciudad Autónoma”?. ¡Venga ya!. Un poco más de seriedad, respeto y visión de futuro porque la cruda realidad es que Ceuta, ciudad querida, vive de la Administración del Estado: en esta hermosa tierra de las cinco culturas (¡Cinco, oiga!: los no alineados también existimos, ¡qué carallo!), la “autonomía” es una crematística y banal presunción asentada… sobre la nada. Puro humo, tradicional producto salido de la cesta de la clase política de uno u otro signo, más me da: aunque la mona se vista de seda, ya saben, mona se queda. ¿Los moros?. Pues verás, querido lector: moros, lo que se dice moros, no son solo esa mano de obra barata, de usar y tirar, tan utilizada con criterios que no voy a adjetivar en Ceuta, ciudad querida: desde las mucamas a los “auxiliares” de uno u otro sector.

Moros -y estoy refiriéndome a los moros marroquíes, no a los nuestros- son también un sector cualificado, muchos de ellos con un excelente nivel cultural y honroso poder adquisitivo que les dan sopa con onda a una gran parte de los “caballas”; moros son nuestros vecinos de aquí al lado, que en apenas cuatro años están cambiando la fisonomía de una región que día a día no hay quien la conozca: superpuerto en Oued R´mel, autovías y otras infraestructuras de servicios… ¡y productivas!. No hay más que asomarse, por la noche, a la Bahía Sur y ver, desde Cabo Negro, un reguero de luz que se confunde… con el de Ceuta. La existencia de la frontera de El Tarajal solo es perceptible… para quien la conoce.

Alguien, en esta Ciudad (querida siempre) debería empezar a explicarle algunas cosas a la ciudadanía. Por ejemplo desde la Plaza de los Reyes, donde acumulan (supongo yo) información de primera mano. “Al pueblo hay que decirle la verdad, aunque la verdad no sea de su agrado” afirmaba Largo Caballero, líder del ala dura del histórico PSOE, el auténtico, el de Llopis, defenestrado en Suresnes y no la “cosa” esta, la de Alfonso, Felipe y Zapatero, que seguirá siendo “partido”, pero que hace tiempo dejó de ser “socialista”, “obrero”… y en los últimos años hasta “español”. Digo. Ca

Catalunya tiene una normativa muy específica sobre construcción de viviendas. No escribo sobre la edificación de viviendas plurifamiliares por cuanto eso está rígidamente controlado por los organismos correspondientes y resulta más que difícil saltarse las normas de edificación. Escribo sobre viviendas unifamiliares, adosadas, en suma sobre chalets (torres en Catalunya).

A causa del “boom” migratorio de los años 60, la construcción de casas y viviendas unifamiliares se disparó por todas las zonas con posibilidades de edificar, aunque estuvieran clasificadas como zonas no edificables, y debido al escaso control que entonces se realizaba sobre las licencias de obras proliferaron construcciones imperfectas sin las mínimas medidas de seguridad.

Hoy en día aquellas construcciones tienen la obligación de presentar expedientes de legalización, con proyectos adaptados a la normativa existente sobre la materia, en un plazo previamente establecido por los organismos competentes y con la clara advertencia de derribo si no se cumple la ordenanza.

Desde mi propio gabinete de arquitectura llevamos trabajando en un montón de expedientes de legalización de viviendas, limitado a las modernas urbanizaciones que no tienen nada que ver con aquél “boom”, que si bien no nos resulta rentable, no podemos negarnos a realizarlos. De no hacerlo muchas miles de viviendas serían declaradas ilegales y consiguientemente tendrían que ser derribadas, en varias zonas lo han sido, con el consiguiente perjuicio para sus propietarios.

En Ceuta, en el corto espacio de tiempo que utilicé para recorrer sus zonas más deprimidas, pude constatar que ese problema es endémico en la ciudad y no sólo en esas zonas que indico si no también en el mismo centro de la propia ciudad.

No puedo por menos que estar de acuerdo con mi amigo José Manuel Pérez Rivera, y la entidad Septem Nostra que preside, por cuanto es necesario, diría que obligatorio, que se iniciara ya un control perentorio sobre las viviendas ilegales de la ciudad y los problemas que se derivan de las mismas y que son auténticos atentados terroristas contra el medio ambiente (vertidos, basuras, etc.) y para lo que se debería aplicar la tan mencionada ley antiterrorista en su faceta de urbanismo.

Otra cuestión de verdadera importancia es, siempre en urbanismo, la adecuación tanto de las calles y aceras como del mobiliario urbano al tiempo que vivimos y la conservación de las mismas en perfectas condiciones. Noto mucho que en la ciudad y su periferia brilla por ausencia equipos de conservación que pinten y repinten las señales horizontales de las calles (pasos de peatones, señalización de stops y ceda el paso, delimitación de zonas de aparcamiento, etc.) que producen una sensación de abandono increíble hoy en día. En Catalunya esto no sucede.

Tal como opiné en su momento hoy veo con satisfacción que los medios de comunicación se han hecho eco del problema y comienzan a proliferar artículos y reportajes en defensa del medio ambiente y sobre la necesidad de regular el urbanismo local. Dinero hay, más que suficiente, y personal más que sobrante para el desarrollo de las tareas necesarias para enderezar la dignidad de nuestra ciudad y elevarla a la categoría que por historia y ubicación le corresponde. Si tenemos en cuenta que quienes no visitan, no me refiero a políticos ni autoridades ni “lumbreras famosos”, hablan maravillas del centro pero en cuanto visitan la periferia se quedan poco menos que trastornados, ante ese cambio tan radical del entorno urbanístico de una ciudad mezcla de elegancia y miseria, que terminan yéndose con la impresión de haber estado en una ciudad perteneciente al tercer mundo.

A pesar de todo insisto: el principal problema de nuestra ciudad son los desechos urbanos que todos tiran al buen tuntún en casi todas partes y que producen un efecto más negativo que las propias viviendas ilegales.
 

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